27 mar 2013

Los embarazos de Catalina de Aragón


Posible retrato de Catalina de Aragón

El rey necesitaba herederos, por lo cual tenía sobradas razones para hacer asiduamente el amor con su esposa. En el caso de Enrique VIII, dado su afecto por Catalina y el hecho de que ella no era vieja, fea y carente de encantos, era un deber de Estado pero también agradable.

Cuando Tomás Moro elogió a la reina en su coronación por el esplendor de sus antepasados, agregó: "Y será la madre de reyes tan grandes como sus antecesores". A primera vista, esa profecía parecían contar con grandes probabilidades de convertirse en realidad. Era un buen augurio que Catalina de Aragón procediera de un linaje notablemente fértil: su madre había tenido cinco hijos supervivientes que habían llegado a la edad adulta; su hermana, la reina Juana, a pesar de su locura, tenía una familia de seis hijos, y su hermana menor María de Portugal daría a luz nada menos que nueve hijos. Proceder de una familia donde abundaban los alumbramientos era siempre un punto en favor de una mujer, ya que se pensaba que ella, y no el hombre, era quien determinaba esos asuntos. 


1. El primer embarazo malogrado
La reina Catalina concibió su primer hijo con adecuada prontitud después de la boda, en junio de 1509. Cuatro meses y medio más tarde el rey pudo escribirle a su padre político en España diciéndole no sólo que la reina estaba embarazada sino que "el niño en su vientre estaba vivo". La primera señal de vida del feto, aproximadamente a los cuatro meses, era siempre un momento importante; hasta ese momento las partes nunca se sentían absolutamente seguras de que estuvieran enfrentando un embarazo y no otro estado.

Fernando de Aragón

Ese bebé, una hija, nació muerta a los siete meses, el 31 de enero de 1510. Por algún tiempo, Catalina no se lo comunicó a Fernando en España y, cuando lo hizo, le pidió que no se enfadara con ella, pues "ha sido la voluntad de Dios". 

2. Enrique, príncipe de Gales
En todo caso, para el momento en que Catalina le dio la noticia, el 27 de mayo, ya hacía siete semanas que estaba embarazada de nuevo, aunque, según la costumbre de la época, era demasiado pronto para mencionar el hecho. Para fines de septiembre se pedían metros de terciopelo púrpura para "la sala de niños del rey". 

El 2 de enero de 1511 nació un hijo, al que llamaron Enrique por el padre, el abuelo y una larga linea que se extendía hacia atrás hasta los Enriques reales medievales. El príncipe bebé fue bautizado el 5 de enero (la archiduquesa Margarita era la madrina). Apenas unas cuantas semanas más tarde, las cuentas reales, que habían consignado numerosos pagos por terciopelo escarlata y carmesí para el torneo, pagaban a los comerciantes tela negra para el sepelio del príncipe Enrique, que solo había vivido cincuenta y dos días. 

3. Un aborto en 1513
La reina volvió a concebir en la primavera de 1513, poco antes de que el rey viajara a Francia, aunque abortó en octubre. Como no hubo preparativos para el parto, parece que fue aborto y no el nacimiento de un bebé muerto. 

4. Otro príncipe Enrique en 1514
A comienzos de febrero de 1514, como ella le contó a su padre, dio a luz a un hijo al final del embarazo: "Un príncipe que no siguió viviendo luego". Sin embargo, es importante no juzgar este relato de infortunio ginecológico según las pautas modernas, y mucho menos con el prejuicio que supone conocer el final de la historia. Se ha estimado que, en las familias aristocráticas de Inglaterra, sólo dos de cada cinco nacidos vivían. Hasta ese momento, en seis años, la reina había concebido al menos cuatro veces: aún no había cumplido los treinta. Y unos cuantos meses después del nacimiento del bebé en mayo de 1515, la reina volvió a quedar embarazada. 

5. Un parto exitoso: la princesa María
El 18 de febrero de 1516, a las cuatro de la mañana, la reina Catalina dio a luz una hija que fue llamada María. El parto había sido largo y duro. Aparte de los sufrimientos de la madre, el bebé era sano, robusto incluso. 




Como en todo alumbramiento de toda dama real de esa época, se había esperado con confianza "un príncipe". La llegada de una princesa significó que las celebraciones fueron adecuadamente reducidas. La reina Catalina nunca tuvo ocasión de decirle a su padre que Dios le había enviado al fin una hija saludable. En realidad, la noticia de la muerte del rey Fernando le fue ocultada a Catalina para que de la pena no se pusiera prematuramente de parto. 

6. El último embarazo 
En 1518 pareció que remediaría su única deficiencia: el aporte de un heredero varón. En algún momento de la primavera, tal vez a fines de febrero, volvió a quedar encinta.
El anuncio público de ese acontecimiento próximo "tan encarecidamente deseado por todo el reino", según las palabras de Giustinian, tuvo lugar a comienzos de julio. El príncipe esperado tan confiadamente resultó ser una princesa que nació muerta.



Bibliografia                                                                                         Fraser, Antonia: Las Seis Esposas de Enrique VIII, Ediciones B, Barcelona, 2007.

26 mar 2013

La corte de Catalina de Aragón

Catalina de Aragón

En la corte del rey Enrique VIII y Catalina de había muchísimo ceremonial y formalidad, y muchísimo caos. Las reformistas Ordenanzas Eltham de 1525-1526 ilustran gráficamente la clase de desorden que imperaba (además de dar una idea de la necesidad constante de hierbas y perfumes para endulzar el aire, como se refleja en las cuentas reales). Después de la comida —que debía tener lugar entre las diez y la una— y la cena —de las cuatro a las siete— la comida y la bebida que sobraban debían darse a los mendigos, en lugar de ser abandonadas a las moscas y a los gusanos, y las carnes troceadas no debían darse a los perros. No debía haber "galgos, mastines, sabuesos u otros perros" en los palacios reales, aparte de unos cuantos perros de aguas pequeños para las damas (aunque las numerosas instrucciones que prohibían los perros en los dormitorios sugieren que, en general, esas órdenes eran desobedecidas). Los cocineros no debían trabajar desnudos, sino que había que darles ropa. No debía haber ayudantes de cocina desnudos o mal vestidos. 

Escena de "Enrique VIII y sus seis esposas"

En cuanto a las habitaciones reales, los sirvientes tenían que levantarse a las seis y limpiar de toda suciedad la cámara privada del rey, de modo que estuviera aseada y saludable cuando él se levantara; que los pajes debían levantarse a las siete y las cámaras del rey y de la reina debían estar listas a las ocho. La entrada a la cámara del rey debía estar despejada, limpia, no debía haber en ella ni cerveza, ni agua, ni carnes troceadas ni otras sobras, ni una multitud de gente, de modo que el soberano pudiera tener "amplio pasaje" a la cámara de la reina. 

Era de acuerdo con la costumbre que el rey y la reina vivieran en dos casas colindantes con sus propios servidores. Por esta razón, la presencia de la reina fue muy bien recibida, ya que aumentaba sustancialmente la cantidad de puestos disponibles en la corte. Había un comedor en el que se comía con gran ceremonia; por otra parte, sus respectivas suites eran imágenes especulares una de otra. El trazado variaba de un palacio a otro según su tamaño, pero en principio cada uno tenía una cámara privada, un dormitorio detrás, un vestidor, una sala para el desayuno, un gabinete u oratorio, un estudio o biblioteca y una cámara de baño. Esas suites generalmente estaban en el mismo piso, con los dormitorios tan próximos como fuera posible. 

La casa original de la reina Catalina estaba integrada por 160 personas, sólo ochos de las cuales eran españolas, aunque entre éstas había dos importantes figuras de su pasado, María de Salinas, que agradaba al rey (le había puesto su nombre a una nave) y fray Diego (al que no quería, pero que gracias al favor de Catalina sobrevivió a su servicio hasta 1515). El primer lord Chambelán de Catalina era el venerable conde de Ormonde, un veterano de la Guerra de las Rosas, pero en mayo de 1512 su puesto fue ocupado por William Mountjoy (que se casó con Inés de Benegas, una de las damas españolas que le quedaban a la reina). 



Según Eric Ives, Catalina todavía tenía una casa de 200 personas, entre ellos 30 damas de honor, en 1531.

Ladies in Waiting (8):
  • Anne Hastings, Countess of Derby
  • Anne Hastings, Countess of Shrewsbury
  • Mary Say, Countess of Essex
  • Elizabeth Scrope, Countess of Oxford
  • Margaret Scrope, Countess of Suffolk
  • Anne Stafford, Lady Hastings
  • Elizabeth Stafford, Lady Fitzwalter
  • Agnes Tylney, Countess of Surrey


Replacements by 1517:
  • Maud Green, Lady Parr
  • Elizabeth Howard, Lady Boleyn (or possibly *Anne Tempest, Lady Boleyn)
  • Margaret Plantagenet, Lady Pole
  • Joan Vaux, Lady Guildford


Ladies of the Bedchamber 
  • Anne Bourchier, Lady Dacre of the South
  • Margaret Brent (?), Lady Bergavenny
  • Mabel or Margaret Dacre, Lady Scrope
  • Mary Grey, Lady Ferrers of Chartley (or her mother-in-law, Cecilia Bourchier)
  • Lady Percy [*Lady Anne Percy, who became the second wife of Lord Maltravers in 1511 and was Countess of Arundel 1524+]
  • Inez de Venegas, Lady Mountjoy (Lord Mountjoy’s 2nd wife)
  • Elizabeth Willoughby, Lady Maltravers


Maids of Honor (over the period 1509-1536):
  • Dorothy Badby
  • Elizabeth Blount
  • Gertrude Blount
  • Anne Boleyn
  • Joan Champernowne
  • Elizabeth Darrell
  • Margery Horsman
  • Frideswide Knight
  • Mary Norris
  • Katherine Payne [later married Thomas Holles]
  • Jane Popyngcort
  • Maria de Salinas
  • Jane Seymour
  • Anne Stanhope
  • Lucy Talbot
  • Anne Weston
  • Mary Zouche


Chamberers October 18, 1511:
  • Elizabeth Collins
  • Elizabeth Lisle
  • Margaret Pennington
  • Elizabeth Vargas (Isabel de Vargas)


November 18, 1514:
  • Elizabeth Collins
  • Blanche Merbury
  • Margaret Mulshoo
  • Elizabeth Vargas


In unspecified positions:
  • Margaret ap Owen; widow of Thomas (d. by July 1, 1511); mother of Rees
  • Margaret Atwell (1529)
  • Mary Boleyn, Lady Carey
  • Margaret Bourchier, Lady Bryan
  • Mary Brandon, Mrs. Redyng (at least from 1509-1515)
  • Mabel Clifford, Lady Fitzwilliam
  • Elizabeth Dannett
  • Alice Davy
  • Margaret Ellerbek, Mrs. Marzen
  • Elizabeth Ferrers
  • Lady Catherine Gordon
  • Margaret, Lady Grey 
  • Catherine Hussey, Lady Bray
  • Anne Jerningham
  • Anne Knyvett, Lady St. Leger
  • Anne Knyvett ("one of the queen's gentlewomen" before 1527)
  • Eleanor Pole, Lady Verney 
  • Eleanor Radcliffe, Lady Lovell
  • Mary Roos, Mrs. Denis/Denys
  • Anne Sandys, Mrs. Weston
  • Elizabeth Scrope, Lady Pechey
  • Mary Scrope, Lady Jerningham
  • Anne Verney, Lady Weston
  • Elizabeth, wife of Reginald Wolvenden
  • Margaret Wotton, Marchioness of Dorset


Ladies at table with the queen, July 1517:
  • Lady Jane Guildford
  • Margaret, Marchioness of Dorset
  • Elizabeth, Countess of Surrey
  • Mary, Lady Willougby
  • Lady Mabel Fitzwilliam
  • Lady Elizabeth Boleyn
  • Alice, Lady Mountjoy
  • Lady Elizabeth Grey


Ladies living at court and participating in revels 1517-18:
  • Elizabeth Blount
  • Anne Browne
  • Margaret Bruges
  • Elizabeth Bryan, Lady Carew
  • Margaret Bryan, Lady Guildford
  • Anne Carew 
  • Elizabeth Dannett
  • Mary Fiennes
  • Alice Kebel, Lady Mountjoy (Lord Mountjoy's 3rd wife)
  • Anne Knyvett, Lady St. Leger 
  • Elizabeth Stafford, Countess of Surrey
  • Anne Weston
  • Mary Wotton

Ladies at court in January 1518:
  • Lady Norfolk
  • Lady Mountjoy
  • Lady Darrell

Twelve performers at Cardinal Wolsey's banquet in 1518:
  • The French Queen
  • Lady Guildford younger
  • Lady Carew
  • Elizabeth Blount
  • Lady St. Leger
  • Anne Carew
  • Anne Browne (daughter of Sir Matthew)
  • Anne Wotton
  • Mary Fiennes
  • Margaret Bruges

Ladies given "rewards" in January 1519:
  • The French Queen
  • Lady of Norfolk
  • Lady Marquess
  • Lady Kateryn
  • Ladies Surrey, Hastings, Daubeney, Bullayn, Salisbury, Shelton, Neville, and Fitzwalter



Era un modo de vida que no impedía la intimidad: el rey solía llevar visitantes sin previo aviso a una cena tardía en la cámara de la reina (su tercera comida importante del día) o de pronto decidía que quería comer carne, lo que la obligaba a darse prisa como cualquier esposa orgullosa de su maneja de la casa, decidida a satisfacer una necesidad masculina. La domesticidad de la vida de Catalina con sus damas era la contrapartida del papel más formal de la reina al presidir los torneos como la "dama" oficial del señor Corazón Leal. Una buena parte de ese tiempo libre lo dedicaba a bordar las camisas del rey —a menudo en blanco y negro, los colores de Castilla—, otra actividad de la que se enorgullecía Catalina y que, como la admiración de ella por los bailes y las competencias deportivas de él, no podía disgustar al esposo. 

Enrique VIII

El rey ni siquiera satisfacía sus necesidades naturales en privado: el papel del servidor del bacín, responsable del mantenimiento del sillico real (así como de la ropa interior y de los objetos del rey cuando viajaba), era en consecuencia uno de los puestos más importantes de la corte, porque implicaba la proximidad última a la persona del rey. Cuando el rey Enrique VIII decidía hacer el amor con su esposa, descorrían las cortinas de su cama, se enviaba a buscar su camisón (o bata) y lo ayudaban a ponérselo, y se llamaba a una escolta de pajes o servidores del dormitorio para que lo acompañaran con antorchas por el pasillo hasta la cámara de la reina. 


Bibliografia                                                                                         Fraser, Antonia: Las Seis Esposas de Enrique VIII, Ediciones B, Barcelona, 2007.

http://www.kateemersonhistoricals.com/lists.htm

23 mar 2013

Juana de Arco, la doncella de Orleans (parte 1)

De Dominique Ingres, 1854

Nacimiento y primeros años
Juana nació en enero de 1412, en Domrémy, Lorena. Era hija de Jacques de Arco e Isabelle Romée, una pareja campesina acomodada. Aunque, ni ella misma tenía certeza de su edad. La verdadera ortografía de su nombre tampoco es segura. La forma d'Arc (de Arco) apareció un siglo y medio después de la muerte de Juana. En un artículo, Paul Doncoeur afirma que "jamás llevó Juana el nombre Darc o d'Are"; ella declaró que en su aldea la llamaban Jeannette, pero en Francia le decían Jeanne. Tanto franceses como ingleses la apellidaban "la Pucelle". El patronímico de su padre y hermanos era Darc. Aunque en los textos de la época utilizan numerosas grafias: Dars, Daj, Day, Daix. Dare, d'Are, d'Ay, Dallis, Tart, Tare, Tarc, Tard, Tarth, Dart. Lo más probable es que se llamará simplemente Juana Darc. 1

Juana vivió su infancia en una zona fronteriza, bastante susceptible a los ataques ingleses. Inglaterra había tomado el control de todo el norte de Francia después de su victoria en la batalla de Azincourt en 1415. París había caído y solo les faltaba Orleans para conseguir el poder absoluto. Los ingleses utilizaban la táctica de tierra quemada. Juana no recibió una educación formal; podía escribir su nombre, pero para lo demás era analfabeta. Fue criada en estricta religiosidad y en las funestas condiciones de la guerra. 2

La Guerra de los Cien Años se prolonga desde la segunda mitad del siglo XIV hasta la primera mitad del XV. El principal motivo de la contienda son los derechos sucesorios a la Corona de Francia, reclamada por el rey de Inglaterra y su aliado, el duque de Borgoña, frente a quienes defienden el derecho de los Valois. En 1420, se firma el Tratado de Troyes, por el cual Enrique V de Inglaterra se casará con Catalina de Valois y heredará el trono francés a la muerte de su suegro, Carlos VI. Este acuerdo es apoyado por la misma esposa del rey francés, Isabel de Baviera, y nobles oportunistas que aprovechan la enfermedad mental del rey Carlos. 3 Este tratado era completamente desfavorable para el delfín Carlos, pues queda descartado como heredero. Sin embargo, tanto Enrique V como Carlos VI murieron en 1422. Sus hijos, Enrique VI y Carlos VII, disputaron el trono francés. 

Las primeras revelaciones
De Hermann Anton Stilke, 1843

Al entrar en la pubertad, Juana empieza a oír voces, que después las identifica con San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita. Durante el proceso, ella lo explicó así:
Estaba en mi decimotercer año cuando Dios me envió una voz para guiarme. Al principio me asusté mucho. La voz vino hacia la hora del mediodía, en verano, en el huerto de mi padre. Yo había ayunado el día anterior. Oí la voz a mi derecha, en dirección a la iglesia. Rara vez la oigo sin una luz. Esa luz siempre aparece en el lado que viene la voz. 4
Estas voces le revelan que ha sido escogida para liberar Francia del dominio inglés y colocar en el trono al legítimo rey. Antes de estos hechos, ya circulaban profecías acerca de una pecadora que hundiría el reino (figura asociada a Isabel de Baviera, quien favoreció a los ingleses y declaró bastardo a su propio hijo, el delfín) y una virgen que lo salvaría. Se creía que el mago Merlín había vaticinado que una doncella guiaría a los franceses hasta la victoria. Todo parecía indicar que Juana era la destinada a llevar a cabo tal hazaña. 

De Eugene Thirion, 1876

En mayo de 1428, a sus dieciséis años, ya no tenía dudas sobre su misión. Atendió al "mandato divino" y se dirigió a Vaucouleurs para presentarse ante el capitán Roberto Baudricourt. Le pidió una escolta que la trasladara a la corte de Carlos VII. El capitán rechazó su petición, diciéndole al primo que la acompañaba: "Llévala nuevamente a casa junto con su padre y propínale una buena paliza". Mientras tanto, la situación militar era desesperante. Orleans fue sitiada el 12 de octubre de 1428 y la derrota final parecía inminente. 5 En febrero de 1429, Juana se presentó nuevamente ante Baudricourt, esta vez acompañada por dos hombres de gran influencia. La doncella predijo una revuelta militar cerca de Orleans y el fracaso francés en la batalla de Rouvray. Renuentemente, el capitán aceptó enviarla vestida de hombre y escoltada por dos guardias hasta Chinon. Tardaron una semana llegar. 6

Apariencia y personalidad 
Juana era una joven fuerte, de ojos y cabellos oscuros. Fue examinada por varios médicos mientras estaba prisionera en Rouen. Uno de ellos, llamado Guillaume de la Chambre, informó que ella era "stricta", es decir, "estrecha en las caderas". Sabemos que era una buena jinete, por lo que debió tener unas piernas largas, pero también musculosas. Un funcionario del gobierno francés llamado Perceval de Boulainvilliers, que conoció a Juana, la describió en una carta al duque de Milán:
Esta doncella tiene una cierta elegancia. Ella tiene un porte viril, habla poco, muestra una admirable prudencia en todas sus palabras. Tiene una bonita voz de mujer, come poco, bebe muy poco vino; le gusta montar a caballo y se deleita en armas, le gusta mucho la compañía de nobles luchadores, detesta las numerosas asambleas y reuniones, derrama lágrimas abundantemente, tiene una cara alegre; ella lleva el peso y la carga de la armadura increíblemente bien, hasta el punto de que ha permanecido completamente armada durante seis días y noches. 7
Jean d’Aulon, su escudero, la ayudaba a ponerse la armadura todos los días. Él testificó que a menudo veía sus piernas y senos desnudos y reconoció que ella era "una joven hermosa y bien formada". D'Alençon dijo: "Dormí con Juana y los hombres de armas en la paja; a veces veía a Juana vestirse sola, y a veces miraba sus senos, que eran hermosos". Sin embargo, todos, Jean de Metz, Bertrand de Poulengy, d'Alençon, d’Aulon y Thibault, insistieron en que nunca sintieron deseo carnal por ella. Thibault decía de sí mismo y sus hermanos soldados "muy a menudo, si ellos estaban hablando de los pecados de la carne en términos de despertar a su concupiscencia, y la veían acercarse, ya no podían hablar así, pero abandonaban inmediatamente sus impulsos carnales". Sus hombres veían una bondad santa en ella. Sentían un amor puro que no podían mancillar con palabras carnales, y menos con hechos. Ella no era su amante, sino su ángel. Jean Barbin, doctor en derecho al servicio del Parlamento francés, declaró que "los hombres de armas la consideraban una santa". El autor Wesley Richey sugiere que, cuando los hombres jóvenes se encuentran con una mujer hermosa que se ha ganado su respeto en un grado extraordinario, su lujuria habitual puede sublimarse en una devoción y lealtad que es apasionada pero casta. 8

Único retrato contemporáneo conocido de Juana,  Clément de Fauquembergue

Según testimonios, Juana era de naturaleza dulce y compasiva. Era muy devota, incluso al rezar o contemplar la hostia se conmovía hasta las lágrimas. Tenía la costumbre de escuchar misa todos los días, si era posible. A pesar de carecer de educación formal, era prudente en sus palabras y se expresaba sagazmente. Sus compañeros de armas se sorprendieron por su habilidad en asuntos militares.  

Llegada a Chinon 
Los consejeros del delfín dudaron si la muchacha debía presentarse ante Carlos. Cuando la interrogaron respecto a sus intenciones, ella respondió que no tenía intención de revelar los detalles de su misión a nadie, excepto el delfín, aunque, finalmente les dijo que tenía un doble mandato del Rey de los Cielos. Primero, levantar el asedio de Orleans y después, conducir a Carlos a Reims para su coronación. La corte estaba dividida; mientras que algunos nobles pensaban que la chica estaba loca, otros creían que debía ser escuchada. Es probable que ni el mismo Carlos estuviera convencido de recibirla, pero el mensaje de Roberto Baudricourt influyó. Además, Juana había atravesado territorio enemigo con tal llegar hasta él. El hombre que sería coronado en Reims tenía veintiséis años, mientras que la mujer que haría eso posible tenía apenas diecisiete.

Raoul de Gaucourt expresa el contraste entre la multitud de la asamblea, reunida quizás con un ligero propósito de intimidación, y Juana, a quien llamó "pastora", que no es un término sorprendente, ya que todas las mujeres campesinas eran más o menos consideradas pastoras a los ojos de los nobles:
"Yo estaba presente en el castillo y en la ciudad de Chinon cuando llegó la doncella, y la vi cuando se presentó a su majestad real; mostró gran humildad y sencillez, esta pobre y pequeña pastora... La escuché decir las siguientes palabras al Rey: "Muy noble señor delfín, he venido y he sido enviada por Dios para traer ayuda a usted y al reino". 9
Esta es una declaración concisa del contraste entre la persona de Joan y su mensaje. El testimonio de juicios posteriores y otros informes amplifica ampliamente ese contraste, como lo hace, por ejemplo, la Crónica de Jean Chartier, quien en algunos sentidos fue el historiador oficial de la corte:
Entonces Juana, habiendo venido ante el rey, hizo las reverencias que habitualmente se hacen a un rey como si hubiera sido criada en la corte y, habiendo recibido su saludo, dijo al dirigirse al rey: "Dios te dé vida, gentil Rey", aunque ella no lo conocía y nunca lo había visto, y había muchos señores pomposos allí vestidos más opulentamente que el rey. Por lo tanto, respondió a Juana: "¿Y si yo no soy el Rey, Juana?" Señalando a uno de los señores, dijo: "Ahí está el rey", a lo que ella respondió: "En el nombre de Dios, príncipe gentil, eres tú y nadie más". 10 
Simon Charles, quien llegó a Chinon poco después, dice simplemente: "Cuando el rey supo que ella iba a venir, se retiró un poco de la multitud; sin embargo, Joan lo reconoció y le hizo reverencia, hablando con él por un rato tiempo. Después de escucharla, el rey parecía radiante". El rey dijo a sus cortesanos que Juana le había contado un secreto que nadie sabía o podía saber, excepto Dios, y por eso confiaba en ella. 11 Se han hecho especulaciones acerca del secreto que Juana reveló a Carlos; una de ellas, es que la misma Doncella era su media hermana, nacida del amorío entre Isabel de Baviera y el duque de Orleans (hipótesis que ya ha sido refutada). 

La verdad era que no había "señal" como tal. La propia Juana expresó su frustración cuando los asesores de Carlos le preguntaron sobre esto. “En nombre de Dios, no he venido a Poitiers para dar señales; pero llévame a Orleans, ¡te mostraré las señales por las que me han enviado!". Al final de su vida, en confesión, Carlos confirmó que había creído en Juana porque ella había conocido "la oración secreta" que le había hecho a Dios. 12

De Dante Gabriel Rossetti, 1863

Mientras estuvo en Chinon, Juana mandó traer una espada de la iglesia de Santa Catalina de Fierbois, ubicada detrás del altar. Durante el juicio, ella declaró que estaba oxidada y sobre ella había cinco cruces. Sus voces le indicaron dónde estaba. Añadió que tan pronto como se encontró la espada, los sacerdotes la frotaron y el óxido se cayó inmediatamente sin esfuerzo. 13

La presencia de Georges de la Trémoille aseguró que la influencia de Juana en Carlos no fuera indiscutible. El delfín decidió enviarla a Poitiers, donde sería examinada por clérigos. La investigación en Poitiers, por un tribunal que se jactó de varios maestros de la Universidad de París que habían sido exiliados de la escuela por mantener su lealtad política a Carlos, fue un asunto extraño. Se llevó a cabo a toda prisa en tres semanas, no hicieron ningún intento de pedirle ayuda al Papa, como se había hecho en el pasado con otras mujeres santas como Isabel de Hungría, Catalina de Siena o Bridget de Suecia. Tampoco se hizo ningún esfuerzo por desafiar la visión de Juana de sí misma o de su misión. A sus interrogadores ni siquiera les importó cuando ella respondió con rudeza o evasiva. Por ejemplo, fray Pierre Seguin informó: "Le pregunté qué idioma hablaba su voz". Ella respondió: "Mejor que el tuyo". El clérigo hablaba el dialecto de Limoges. Y cuando le preguntó si creía en Dios, ella respondió: "Sí, mejor que tú". Raramente los miembros de la Iglesia mostraban tanta paciencia. 14
Un informe de los procedimientos sugiere la explicación de esta deferencia poco característica, que claramente tenía mucho más que ver con la política que con la teología. "Finalmente, los eruditos concluyeron después de sus interrogatorios...que dada la gran necesidad en la que tanto el rey como el reino se encontraban, el rey debería hacer uso de su ayuda ". La redacción de su decisión final: "En ella, Juana, no encontramos maldad sino solo bien, humildad, virginidad, devoción, honestidad y simplicidad", fue una manera de aparentar autenticar a Juana y su misión sin decirlo realmente, una precaución necesaria en caso de que ella estuviera bajo la influencia de un espíritu maligno o resultara hereje. La referencia del tribunal a la virginidad de Juana proporciona la pista final de la fuerza motivadora detrás de ese veredicto. Según las profecías, la mujer destinada a salvar a Francia sería una virgen, y aunque Juana afirmaba serlo, era necesario ofrecer pruebas más sustanciales. La misma Yolanda de Aragón (suegra del delfín) supervisó la forma del examen físico de Juana y presentó los hallazgos a Carlos. 15
 

Fuentes
Ramos Quiñones, J.M (2012), Juana de Arco, la espada de Dios, Clío, n° 38, disponible en http://clio.rediris.es/n38/articulos/Juana_de_Arco.pdf [09/05/20]

2 Rank, Melissa y Michael (2016), Las mujeres más poderosas de la Edad Media: reinas, santas y asesinas. De Teodora a Isabel Tudor, Babelcube Inc., disponible en https://play.google.com/store/books/details?id=VR7nCwAAQBAJ [09/05/20]

Valcárcel, I. (2005), Mujeres de armas tomar, EDAF, disponible en https://books.google.com.mx/books?id=_krYgYBk0PcC&lpg=PA1&pg=PA1#v=onepage&q&f=false [09/05/20]
4 Ídem. 

5 Ramos Quiñones, J.M (2012)

6 Rank, Melissa y Michael (2016)

Wesley Richey, S. (2003), Joan of Arc: The Warrior Saint, Greenwood Publishing Group, disponible en https://books.google.com.mx/books?id=YJsMaEvgZzUC&lpg=PP1&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [10/05/20]
8 Ídem. 

Pernoud, R. y Clin, N.V, (1999), Joan of Arc: Her story, Palgrave Macmillan, disponible en https://books.google.com.mx/books?id=rwNkZ6j0MawC&lpg=PP1&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [12/05/20]
10 Ídem. 
11 Ídem.

12 Goldstone, N., (2012), The Maid and the Queen: The Secret History of Joan of Arc, Penguin, disponible en https://books.google.com.mx/books?id=wvTo0fIuBIUC&lpg=PA1&pg=PT109#v=onepage&q&f=false [12/05/20] 

13 Barrett, W.P (1932), The Trial of Jeanne d'Arc, Gotham House, Medieval Sourcebook, Fordham University, disponible en https://sourcebooks.fordham.edu/basis/joanofarc-trial.asp [12/05/20]

14 Goldstone, N., (2012)
15 Ídem.


8 mar 2013

El asunto de la abadesa de Wilton


El asunto de la nueva abadesa de Wilton, en la primavera de 1528, demostró que el rey podía estar enamorado, pero seguía siendo el rey. Fue una lección tal vez para Ana Bolena sobre los límites de todo dominio femenino sobre Enrique VIII, pero que fácilmente ignoraba en vista de las extravagantes promesas del rey. 

William Carey, esposo de María Bolena

El 24 de abril de 1528 murió la anciana abadesa de Wilton, Cecily Willoughby. Había unas cincuenta monjas en el convento y unos cuantos escándalos relacionados con ellas. Por lo tanto, la elección por parte de Wolsey recayó en la dama Isabel Joudain, una mujer "anciana, prudente y discreta", hermana de la abadesa del convento mejor dirigido de Syon. Pero la facción Bolena —como estaba comenzando a ser— tenía otros planes. William Carey, esposo de María Bolena, parece haber sido el principal promotor de lo que sucedió: propuso que su hermana, lady Eleanor Carey, fuera elegida en lugar de lady Isabel. El rey Enrique escuchó debidamente sus pretensiones.

María Bolena

Se supo entonces que lady Eleanor era una de las monjas de pasado oscuro que habían causado el desprestigio de Wilton. En ese punto, el rey Enrique dejó de patrocinar a lady Eleanor. Su carta a Ana Bolena sobre el tema —a pesar de figurar entre las cartas de amor y estar encabezada "mi predilecta"— es muy firme al respecto. Relatando los detalles de la confesión de lady Eleanor —"dos hijos con dos sacerdotes distintos" y "desde [entonces] ha sido mantenida por un servidor del que fue lord Broke"— agregaba: "Por lo cual ni por todo el oro del mundo cargaría vuestra conciencia y la mía haciéndola directora de la casa..." Subrayaba la cuestión de la conciencia: "Confío en que no [desearías] que...por un hermano o una hermana empañe así mi honor o mi conciencia"


Enrique VIII y el cardenal Wolsey

La hermana mayor de Eleanor, también una monja en Wilton, fue propuesta como candidata para el puesto. Esta debió haber sido Ana Carey. Pero el rey decidió que ninguna de ellas debería tener el puesto pero Wolsey se adelanto en favorecer a lady Isabel. 




Bibliografia                                                                                                      Fraser, Antonia: Las Seis Esposas de Enrique VIII, Ediciones B, Barcelona, 2007.

2 mar 2013

El temperamento de Ana Bolena

Ana Bolena (Natalie Dormer) en The Tudors

Había algo atractivo en la lengua afilada de Ana Bolena —los cortesanos notaban que el rey y su dama siempre estaban particularmente amorosos después de una riña—, mientras que la pena histérica podía consolarse con besos y promesas. Hay una historia según la cual Ana exclamo que tenía plena conciencia de la antigua profecía de que con el tiempo una reina de Inglaterra sería quemada: pero ella amaba tanto al rey que no temía pagar el precio de la muerte, en tanto pudiera casarse con él. Por colérica que pudiera ser, Ana Bolena también era desinhibida y efusiva. Al rey le resultaba muy excitante aquella criatura tan imprevisible. No obtenía ninguna excitación de los reproches de la reina Catalina: sólo frustración. 


Enrique VIII y Ana Bolena

La fama del temperamento fogoso de Ana y sus palabras igualmente encendidas es lo suficientemente amplia como para descartar que se trate de un mero invento de sus enemigos. Esa naturaleza tempestuosa tampoco un descrédito (aunque a largo plazo pudiera resultar tan imprudente como las eternas quejas de la reina Catalina). Por el contrario, hay algo magnífico en el modo temerario en que se pronunciaba, a menudo yendo más allá de cuanto podía ser prudente para la amante más bella y amada del mundo.  Después de los años de autorrestrición y silencio impuestos sobre ella por su lugar en la sociedad y su sexo, Ana estuvo en condiciones de desafiar las convenciones. 

Naturalmente, el temperamento de Ana no se moderó con el incremento de su poder. En noviembre de 1530, Chapuys informó de cómo Ana Bolena había sido vista en una pequeña ventana que dominaba la galería donde el rey estaba concediéndole una entrevista "mirando y escuchando todo cuanto sucedía". En un punto, el rey se mostró suficientemente preocupado por las reacciones de su dama como para ir nerviosamente hacia el centro del salón por temor a que ella oyera ciertas palabras que la ofendieran. Por la misma época, Ana Bolena chocó con la duquesa de Norfolk por el matrimonio de la hija de esta última (y prima hermana de Ana), lady Mary Howard. Ella "empleó tales palabras con la duquesa" que esta última fue casi despedida de la corte.


Catalina de Aragón

Para comienzos de 1531, Ana fue descrita como tan segura que era "brave qu´une lion". Le dijo a una de las camareras de la reina Catalina que deseaba que todos los españoles estuvieran en el fondo del mar. Cuando la dama en cuestión la reprobó, Ana fue más allá: "No le importaba la reina, ni nadie de su familia [casa]". Prefería ver a Catalina colgada "antes que tener que admitir que era su reina y señora". La camarera quedó debidamente azorada. Pero las mujeres en general no hacían buenas migas con Ana Bolena, con independencia de a quién sirvieran: o no podía o nunca le interesó formar el nexo de amistades femeninas que había establecido la reina Catalina. La osadía y la independencia que encantaban al rey —por el momento— sorprendían a otras mujeres como peligrosamente contrarias a la norma aceptada.

En Roma se tuvo noticia de que Ana había insultado a un caballero de la casa del rey en presencia del soberano, pero ni siquiera entonces duró la indignación real: "Como de costumbre en tales casos, el amor mutuo de ambos es más grande que antes". En abril, el rey Enrique se quejo a Norfolk —o el duque así se lo contó a su esposa, que se lo comentó a la reina— de que Ana se estaba volviendo más orgullosa y atrevida cada vez: usaba un lenguaje con él que la reina jamás se había atrevido a emplear en su vida. Norfolk sacudió la cabeza y murmuró qué su díscola sobrina sería la ruina de los Howard (mientras seguía gozando de los privilegios que le aportaba la relación). La propia actitud de Ana a tales críticas se resume en el lema que hizo bordar en la librea de sus sirvientes en la Navidad de 1530: Ainsi sera, groingne qui groine. [Así será, proteste quien proteste].

No obstante, el rey la adoraba. Es cierto que de vez en cuando la dama encontraba a su igual. En junio de 1531, disputó con Henry Guildford, contralor de la casa, y "lo amenazó muy furiosamente", diciendo que, cuando se convirtiera en reina de Inglaterra, lo haría castigar y privar de su puesto. Guildford replicó que le ahorraría la molestia y renunció. Mantuvo su renuncia, a pesar de los esfuerzos del rey por disuadirlo con el débil argumento de que Guildford "no debía preocuparse por lo que decían las mujeres".
Algunas de esas explosiones deben haber sido provocadas, directa o indirectamente, por la continuada impopularidad del proyectado nuevo matrimonio del rey entre sus súbditos. La gente protestaba realmente. Antonio de Guaras, un comerciante que vivía en Londres, escribió: "Es digno de nota que la gente común nunca la quiso [a Ana]".

Bibliografia                                                                                                      Fraser, Antonia: Las Seis Esposas de Enrique VIII, Ediciones B, Barcelona, 2007.

Los embarazos de Ana Bolena


La consumación 
Se ha sugerido que fue en Calais, en el otoño de 1532, que el rey Enrique, después de casi seis años, finalmente transformó a su ennoblecida novia (al otorgarle el marquesado de Pembroke) en su amante, en el sentido pleno de la palabra. Otra teoría es que lady Ana Bolena recibió el título de marqués a comienzos de septiembre como recompensa por ceder, pero la concesión del título tuvo que ver sin duda con la expedición francesa, donde el rey deseaba que Ana tuviera un rango adecuado, así que eso parece poco plausible. 

La verdad nunca se sabrá con certeza. Lo único cierto es que Enrique VIII hizo el amor con Ana en algún momento antes de fines de 1532. Pero el sentido común nos lleva a suponer que la celebrada "conjunción última" no contribuyo en realidad una gran novedad sexual ni para el rey ni para la dama. Como se ha sugerido, las cosas probablemente fueron avanzando en esa dirección durante algunos años, con Ana como el único foco del anhelo del rey, puesto que los satisfacía.
Pero durante ese período, Ana había tenido buen cuidado en no quedar embarazada, ya que ni ella ni el rey tenían deseo de presentar un hijo cuya condición fuera extramatrimonial, no mejor que la del joven duque de Richmond. Aunque, significativamente, el nuevo título de ella no se limitaba a sus herederos nacidos legalmente dentro del matrimonio. Ahora al fin, en una atmósfera favorable, podía aflojarse la vigilancia en ese sentido. Ésa era la verdadera diferencia: el rey y la reina putativa podían disponerse ahora a concebir ese hijo varón y heredero. 

Isabel Tudor -1533



Hacia fines de la primera semana de diciembre de 1532, Ana Bolena quedó embarazada (esto si fueron nueve los meses de gestación del bebe nacido el siguiente 7 de septiembre). A comienzos de enero ella debió haberlo sospechado y esperado. A medida que fue transcurriendo el mes, la cuestión del matrimonio del rey cobró nueva urgencia. Como los matrimonios reales por entonces eran asuntos privados, no había nada de extraordinario en una rápida ceremonia secreta.


El matrimonio secreto del rey Enrique con Ana

Había un motivo para mantener el embarazo en secreto, aparte de que no había llegado todavía al cuarto mes, momento en que se consideraban superados los peligros de un aborto temprano o del cálculo optimista erróneo. Lo cierto era que el rey, aunque se había vuelto a casar, aún no se había divorciado. 

A comienzos de abril —cuando Ana estaba embarazada exactamente desde hacía cuatro meses— la noticia se hizo pública, aunque se tuvo el tacto de no revelar la fecha del casamiento. 

El hijo de ambos sería sin duda varón. Todo el mundo lo sabía. Los astrólogos lo predecían, así como los médicos del rey. El 3 de septiembre, esos dos cuerpos de profesionales científicos unieron fuerzas para asegurarle al rey que la reina "sin duda" le daría un heredero varón. Los nombres propuestos fueron Enrique o Eduardo.


Ana Bolena con su bebe, escena de "Anne of the Thousand Days"

Fue una criatura bella y sana, nacida hacia las tres de la tarde del 7 de septiembre de 1533. Pero fue una niña, una princesa: Isabel por la madre del rey, no Enrique por él mismo, ni Eduardo por su abuelo y la larga hilera de soberanos varones que lo habían precedido. 


Ana Bolena y su hija, escena de The Tudors

Demuestra lo desconcertante e inesperado que fue este acontecimiento el documento oficial con el que la reina Ana tuvo que dar la noticia al mundo. Era lo establecido que las reinas lo anunciaran. Las misivas se habían escrito con anticipación donde se anunciaba el nacimiento de un príncipe, pero fueron alteradas, al tener que agregar una "s" a la palabra "prince". Esa notable aliteración atestigua la sorpresa y el disgusto que causó el nacimiento de la futura reina Isabel. 

Un aborto en 1534
Para el Año Nuevo de 1534, la reina Ana le hizo al rey un regalo magnífico: una fuente dorada diseñada por Hans Holbein con su halcón heráldico. Pero el obsequio que Enrique VIII esperaba de su esposa era ese "nuevo hijo varón de la sangre del rey" que, citando otra vez las celebraciones de la coronación, produciría "un mundo dorado" para su pueblo. Como la responsabilidad de proporcionar un hijo por supuesto se consideraba que era de ella, debe haber sido una extraordinaria sensación de alivio que a comienzos de año la reina Ana descubrió que estaba embarazada. El 28 de enero de 1534, el rey Enrique le dijo en tono triunfal a Chapuys que pronto volvería a ser padre. 


La reina Ana le comunica al rey que esta embarazada de nuevo, escena de The Tudors

Entre el 8 de marzo y el 8 de abril se hicieron trabajos en las salas reales de los niños, en el palacio de Eltham, "para la llegada del príncipe". Se fabrico un armazón de hierro que se pondría sobre la cuna, se prestó atención a la colocación de los cristales en "las cámaras del príncipe" y la ebanistería se pintó de ocre amarillo. Si suponemos que la reina Ana estaba embarazada desde hacía aproximadamente cuatro meses en el momento en que se encargó el trabajo entonces ella había concebido en noviembre, es decir, unos dos meses después del nacimiento de Isabel. ésa era una fecha perfectamente posible, ya que como otras damas reales o aristocráticas, la reina Ana no amamantaba a su bebé.
Es significativo que el nuevo bebé fuera concebido en un momento en que la pasión del rey por Ana se había renovado manifiestamente. Una dama de la corte próxima a la reina oyó que el rey decía "varias veces" que antes que abandonar a su nueva esposa "mendigaría de puerta en puerta". Ana había vuelto a cautivarlo. En consecuencia, un informador en la corte le escribió a lady Lisle en Calais, el 27 de abril de 1534, contándole que "la reina tiene un buen vientre", y que él imploraba: "Que nuestro Señor nos envíe un heredero". La reina, Dios mediante, alumbraría a ese príncipe a mediados de verano. 
El embarazo de su esposa significaba que el rey tenía una base emocional satisfactoria para todo: sin duda se estaba cumpliendo el plan que Dios tenía previsto para Inglaterra y él mismo. Según le dijo a Chapuys a fines de febrero, la princesa Isabel no sería su heredera mucho tiempo, ya que esperaba que la reina alumbrara a un hijo varón "muy pronto". El rey Enrique era perfectamente capaz de ignorar el hecho de que, en marzo de 1534, mientras se preparaban una vez más las salas de los niños para el hijo de Ana Bolena, el Papa finalmente llegara a una decisión respecto de la reina Catalina. Al fin declaró que su matrimonio con el rey Enrique había sido siempre válido. 


Enrique VIII y Eleonor Luke, personaje ficticio de la serie inspirado en la dama que se gano el favor del rey en 1534.

Hubo "una joven muy hermosa" en otoño de 1534, según Chapuys. Había demostrado apego por "la princesa", que era como Chapuys se refería a María y no a Isabel, momento en que la inconstante corte empezó a tratar con más respeto a María. Luego estuvo Madge Shelton, cuyo goce de los favores reales parece haber durado unos seis meses; porque más tarde, en 1535, el rey tuvo otra de sus aventuras, esta vez con Jane Seymour. En el otoño de 1534, Ana le hizo una escena al rey "por la joven muy hermosa", quejándose de que ella no la trataba con suficiente respeto "en sus palabras y en sus acciones". El rey se marchó furioso. Pero con la ayuda de su cuñada Jane, vizcondesa de Rochford, fue fácil para la reina despedir a su rival de la corte. Madge Shelton, la siguiente en tener el favor del rey, no parece haber representado una amenaza; dada la estrecha relación de los Shelton con los Bolena, se ha sugerido incluso que la reina Ana fue quien proveyó a su bella prima para deleite del rey (aunque no hay ninguna prueba de ello).

Cuando la reina Ana alejó de la corte a "la joven muy hermosa", el rey estalló, diciéndole "que tenía buenos motivos para estar contenta con lo que había hecho por ella, que no lo haría ahora si la cosa debiera comenzar y que ella debía considerar de lo que había venido y otras cosas".


Ana Bolena aborta a su segundo bebé, escena de The Tudors

En ese contexto, entonces, el fracaso del embarazo de 1534 fue un duro golpe. El fin más probable debió de ser un hijo muerto, tal vez prematuro en un mes, pues la reina no se había retirado a su cámara. Pero no se anuncio: tales desgracias nunca eran el tema de los comunicados oficiales. La reina Ana tenía "un abultado vientre" a fines de abril de 1534 y un "vientre tan bueno" como hubiera visto nunca sir William Kingston el 24 de junio. Ella estaba suficientemente embarazada en verano para que el rey empleara eso como excusa para posponer otro encuentro con el rey Francisco "dado el estado de ella". Si concibió en noviembre, como eso sugiere, el bebé debía nacer en agosto. Luego sigue el silencio. No fue hasta fines de septiembre que Chapuys —desconectado de la corte durante el desplazamiento de verano que él no realizó— informó de que la reina ya no estaba embarazada. 


Ana Bolena tras haber perdido a su bebé

Si bien se ha planteado la teoría de que ése fue un falso embarazo causado por la desesperada ansiedad de la reina, es una complicación innecesaria. La única prueba a su favor (aparte de la poco sorprendente carencia de información oficial) es un comentario del que Chapuys se hizo eco, de segunda o tercera mano probablemente. El flirteo del rey Enrique en el otoño de 1534, que enfureció a la reina Ana, se decía que se debió a las dudas del monarca en cuanto a que su esposa hubiera estado realmente enciente


¿Un aborto en 1535?

La única evidencia de un aborto involuntario en 1535 surge de una frase en una carta escrita por William Kingston a Lord Lisle el 24 de junio de 1535 en la que hace referencia al vientre de la reina. Sin embargo se cree que pudo haber un error en la fecha de la carta, y que en realidad fue escrita en 1533 o en 1534, ya que se hace referencia a sir Christopher Garneys, el cual murió en octubre de 1534.



El fatídico aborto de 1536
A lo largo de otoño de 1535 el estado de la reina se fue deteriorando. Para Navidad se informó que estaba muy grave. Pero en la corte, las tradicionales celebraciones de Año Nuevo fueron alegres, en particular para la reina Ana. No era tanto la enfermedad mortal de su predecesora lo que la llevaba al deleite sino el hecho de estar una vez más incuestionablemente embarazada: se acercaba a los tres meses a fin de año. En las primeras semanas de octubre de 1535, poco antes de la visita del rey a los Seymour de Wolf Hall, la reina Ana había concebido un hijo. A pesar de los amours de su esposo, de su creciente entusiasmo por la recatada Jane Seymour, Ana podía considerarse de nuevo "la más feliz"


Jane Seymour

A fines de enero —el 29 es una fecha probable— la reina Ana abortó. Era "un bebé varón", de algo más de tres meses. En ese momento, según el relato contemporáneo, la reina Ana estaba histérica por la decepción, y sin duda por la aprensión. El rey acababa de tener una caída en una justa que lo había dejado inconsciente dos horas. La reina estalló diciendo que esa desagradable conmoción había causado el aborto, tan grande era su amor por él. El alegato y las excusas cayeron en oídos igualmente sordos. Se supone que el rey comentó "de muy mal humor" que, cuando la reina se hubiera levantado de su lecho de enfermedad, "iré a hablar con vos". Pero una parte más ominosa de la misma historia tenía que ver con la exclamación del rey: "Veo que Dios no desea darme hijos varones". 



La biografía favorable de Ana Bolena de George Wyatt, que si bien escrita muchos años más tarde conserva las tradiciones de sus damas de compañía, transmite la misma impresión de una escena inquietante. Ahí el rey va a Ana "gimiendo y lamentando" la pérdida de su hijo, sólo para que Ana se derrumbe y se refiera a la "falta de bondad" de él. Las últimas palabras del rey fueron inequívocadamente amenazadoras: "Él no tendría más hijos con ella". 



Si el rey Enrique realmente encaró el aborto de su esposa con tal falta de simpatía no podemos saberlo con seguridad; pero que invocara la voluntad de Dios resulta más que plausible, dada la conocida tendencia del rey a interpretar sus propios infortunios a la luz de la divina desaprobación. Según otro relato contemporáneo de los Exeter, el rey le dijo a una persona de su círculo íntimo en la cámara privada que Dios le estaba negando un hijo varón. Lo más siniestro de todo esto fue la explicación que daba de ello: había sido embrujado por Ana Bolena, "seducido y obligado a ese segundo matrimonio mediante sortilegios y hechizos". Eso, después de todo, era negar definitivamente su responsabilidad personal en todo cuanto había hecho para abandonar a su primera esposa, ahora desaparecida para siempre.


Jane Seymour en los Tudors

Chapuys se enteró de que fue la noticia de los obsequios que el rey había dado recientemente a la "señorita Seymour" lo que causó el aborto de Ana. Según una historia de una fecha posterior, la reina Ana encontró a la señorita Seymour sentada sobre el regazo de su esposo; "reprochando" eso al rey, la reina Ana culpó de su aborto a ese desagradable descubrimiento. Se decía que había habido "muchos arañazos y golpes entre la reina y su doncella". 


Bibliografia                                                                                                      Fraser, Antonia: Las Seis Esposas de Enrique VIII, Ediciones B, Barcelona, 2007.