Mostrando entradas con la etiqueta Monarcas de Inglaterra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Monarcas de Inglaterra. Mostrar todas las entradas

3 jul 2017

Enrique VII de Inglaterra, padre de la dinastía Tudor (Parte 3)

Nace una dinastía
Para el joven Enrique VII, la batalla de Bosworth Field era sólo el comienzo. A la edad de 28 años, él se enfrentó a la desalentadora tarea de aferrarse al trono y pasarlo a sus herederos (algo que los reyes ingleses, desde Enrique V, no habían podido hacer). En una tierra de la que poco sabía, rodeado de enemigos, él esperaba traer paz y estabilidad. Treinta años de guerra civil habían entregado un peligroso grado de poder en las manos de los barones ingleses. Las arcas reales estaban vacías y la reputación del país entre sus rivales extranjeros estaba peligrosamente baja. El reino necesitaba sanar y el pueblo inglés esperaba que su nuevo rey realizara el milagro.

A primera vista, Enrique estaba poco preparado para su rol como rey. Separado de su madre a los cuatro años, él había sido educado en el exilio en Gales y Francia sin un padre que lo guiara. Cuando sólo tenía doce años, perdió a su guardián de confianza (lord Herbert) y obligado a gastar su juventud temprana en ociosidad forzada en la corte bretona. Mientras que todos los nobles ingleses estaban acostumbrados a regir grandes propiedades, Enrique nunca había dirigido ni una pequeña casa solariega. A pesar de sus evidentes desventajas, la problemática juventud le proporcionó varias cualidades útiles. Desde temprana edad, había observado los juegos de poder protagonizados por otros, adquiriendo una comprensión íntima del peligroso mundo de la política. Dentro de su pequeño circulo de amigos y asesores de confianza, Enrique había aprendido a no confiar en los juicios de otros. En cambio, creció acostumbrado a juzgar personajes y situaciones por sí mismo, tomar acción sólo después de una cuidadosa consideración. Sobre todo, sus años inseguros le habían dejado un deseo abrumador de estabilidad. 

Primeramente, estaba la cuestión de los partidarios de Ricardo III. La primera acción que tuvo lugar fue la exhibición del cuerpo mutilado del rey Ricardo (un gesto espantosamente brutal para los ojos modernos, pero que en ese entonces era habitual). Probando que Ricardo había muerto, Enrique acallaba los rumores de que el ex rey había sobrevivido, eliminando así una potencial fuente de rebelión en el futuro. También se ocupó rápidamente de otra potencial amenaza a su corona. El sobrino de Ricardo de diez años, Eduardo, conde de Warwick, era una posible figura para un levantamiento York. Enrique envió tropas a Yorkshire con órdenes de capturar a Eduardo y enviarlo a la Torre de Londres, donde vivió con comodidades pero encerrado bajo llave. Antes de su muerte, Ricardo III había nombrado a su sobrino, John de la Pole, conde de Lincoln, su heredero, pero Lincoln y su padre, el duque de Suffolk, habían ofrecido su lealtad a Enrique después de Bosworth. Lincoln fue invitado a formar parte del Consejo Real. 


Después del caos de la guerra, Enrique tuvo que afrontar el desafío de mantener un gobierno estable. Como regla general, todo funcionario público que no desempeñó un papel activo en Bosworth podía mantener su puesto. Naturalmente, algunos de los partidarios más cercanos de Enrique recibieron puestos de alto estatus. John Morton fue hecho arzobispo de Canterbury y Lord Canciller. Su tío Jasper fue convertido en duque de Bedford y miembro del Consejo Real, mientras que los hermanos Stanley fueron nombrados consejeros reales. Para John de Vere, conde de Oxford, que había jugado un rol en la invasión Tudor, Enrique había reservado el puesto de Alto Almirante de Inglaterra y condestable de la Torre.

Actual Westminster

El 30 de octubre de 1485, Enrique Tudor fue coronado rey en la abadía de Westminster. Era su primera aparición como rey, por lo que tomó gran cuidado para impresionar a sus súbditos, vistiendo con elegancia y joyas. Una semana después, el Parlamento concedió las riquezas de la corona a Enrique y sus herederos. Finalmente, firmemente establecido su rol como monarca, volvió su atención a otra ceremonia que aseguraría su lugar en el trono inglés: el matrimonio con la princesa Elizabeth de York. 

La rosa roja y blanca
Desde que había hecho su voto solemne en la catedral de Rennes, Enrique había decidido casarse con Elizabeth. Como hija de Eduardo IV, esperaba que al tomar como esposa a la princesa York los partidarios de la casa de York se convirtieran en aliados. Esta unión era crucial para el destino de la nación. El matrimonio tuvo lugar el 18 de enero de 1486 y marcó el fin del conflicto que había rasgado al país por treinta años. La rosa roja de Lancaster y la rosa blanca de York se unieron en un poderoso símbolo de la dinastía que había nacido: la rosa Tudor. 



Aunque fue una boda por conveniencia política, su unión no careció de amor y cercanía. Enrique VII fue el único Tudor que tuvo la fortuna de una larga y estable vida familiar. Al momento de su matrimonio, el panorama no podía ser más alentador; una pareja joven y hermosa, símbolo de la unión entre Lancaster y York, y no menos importante, pronto dieron a Inglaterra un heredero, lo cual podía ser interpretado como una señal de que la Providencia Divina aprobaba el nuevo mandato. En septiembre de 1486, Elizabeth dio a luz a un hijo en Winchester, la antigua capital del reino del legendario rey Arturo. El niño fue llamado Arturo en un deliberado intento por vincular la dinastía Tudor con el antiguo rey. Desde muy temprana edad, se consideró como futura esposa para el príncipe Arturo a una de las infantas de Castilla y Aragón, Catalina. Una alianza anglo española sería beneficiosa para Inglaterra con el fin de reforzar la legitimidad de los Tudor ante los reinos europeos, ya que la casa de Trastámara era prestigiosa y el poderío de los Reyes Católicos más que evidente. 

En 1489, nació una niña en el palacio de Westminster, llamada Margarita. Su mano fue destinada al rey Jacobo IV de Escocia. Uno de los fines de esta alianza era alejar a Escocia de la influencia francesa y poner fin al apoyo del rey escocés a Perkin Warbeck (de quien hablaremos más adelante). Esta unión daría lugar a la unión de las coronas, con el ascenso de su bisnieto, Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia. 

Erasmo visitando a los hijos de Enrique VII. Margarita (vestido rojo), Enrique y María.

En 1491 nace uno de los más famosos y absolutos monarcas de Inglaterra, Enrique. A pesar de ello, no se sabe mucho sobre sus primeros años, ya que no se esperaba que fuera a convertirse en rey. El joven Enrique era muy cercano a su madre, sufrió mucho por su muerte y siempre la recordaría con sumo cariño. Enrique VIII llegó a tener seis esposas, una vida matrimonial turbulenta contraria a la que gozaron sus padres. Es probable que Enrique buscara a la esposa ideal en cada mujer a la que desposó, como su madre, y ello es la razón de sus fracasos maritales.     



Fuente:
Bingham, Jane, "The Tudors", Metro Books, New York, 2012. 

2 dic 2016

Enrique VII de Inglaterra, padre de la dinastía Tudor (Parte 2)

Exilio
El cambio de fortuna de Enrique Tudor fue efímero. Después de doce meses de regreso al trono, el rey Enrique VI había sido puesto en prisión. El 4 de mayo de 1471, el bando York obtuvo una victoria decisiva en la batalla de Tewkesbury, y en el curso de la lucha el único hijo y el heredero de Enrique VI fue asesinado. Menos de tres semanas después, el rey Enrique murió en la Torre de Londres (hubo sospechas de asesinato) y el líder York, Eduardo IV, regresó al trono. Jasper Tudor no perdió tiempo en transportar a su sobrino a la seguridad a través del Canal de la Mancha. Afortunadamente, para Enrique, Jasper había un encontrado un protector poderoso para su sobrino: el duque Francisco II de Bretaña.

Enrique Tudor

Enrique Tudor permaneció en el exilio durante catorce años. Durante ese largo período en la corte bretona, debe haber mirado a menudo ansiosamente a través del Canal de la Mancha. Pero Inglaterra bajo Eduardo IV era un lugar muy peligroso para un heredero Lancaster. Después de su regreso al trono en 1471, el rey Eduardo había establecido una fuerte base poder, y con el nacimiento de sus dos hijos varones, la sucesión York parecía asegurada. Cuando Enrique alcanzó los 26 años, debió haberse resignado a una vida de semicautiverio. Entonces todo cambió en unos meses.


Los príncipes de la Torre

En la primavera de 1483, el rey Eduardo IV atrapó un resfriado. Unas semanas más tarde murió, a la edad de 40 años. Al momento de su muerte, su hijo mayor, también llamado Eduardo, tenía sólo 12 años, por lo que el tío de Eduardo, Ricardo de Gloucester, fue proclamado Lord Protector del Reino. El papel de Ricardo era gobernar en nombre del niño rey, Eduardo V, hasta que él fuera lo bastante maduro para asumir el poder en su propio derecho. Pero pocos meses después, Eduardo y su hermano menor Ricardo habían sido encarcelados en la Torre de Londres, para nunca más ser vistos de nuevo. El caso de los dos príncipes de la Torre es uno de los más notorios incidentes de la historia inglesa. En un intento de consolidar su poder, Ricardo se encargó de que se declarase nulo el matrimonio de Eduardo IV y Elizabeth Woodville, con ello, sus hijos eran declarados ilegítimos. Después, él mismo se coronó como rey Ricardo III.


Ricardo III

El reinado de Ricardo III fue uno de los más controvertidos en la historia inglesa. Para los escritores del siglo XVI, como Thomas Moro, William Shakespeare y Richard Crookback, era un villano deforme, perpetrador de hechos sucios y secretos. Historiadores posteriores intentaron rehabilitar su reputación, destacando su popularidad entre la gente del norte de Inglaterra. Pero cualesquiera que fueran las cualidades de Ricardo como gobernante, él tuvo poca oportunidad de mostrarlas. Durante su corto reinado, se enfrentó a la determinada oposición de las más poderosas familias del reino.


Margaret Beaufort

Elizabeth Woodville

Entre los enemigos de Ricardo estaba Elizabeth Woodville, la viuda de Eduardo IV y madre de los príncipes desaparecidos en la Torre. La formidable matriarca fue descrita en su tiempo como la mujer más hermosa de Inglaterra y también se creía que era bruja. Ella se dedicó a vengarse de Ricardo y devolver el poder a su familia. Estaba decidida a lograr sus fines formando una alianza con los Tudor, especialmente con Margaret Beaufort. 

La lucha por el trono
A finales del verano de 1483, Elizabeth y Margaret habían trazado un plan para colocar a sus hijos en el poder. Elizabeth y sus aliados prestarían su apoyo a Enrique Tudor en su intento de obtener la corona inglesa si Enrique prometía casarse con la princesa Elizabeth, hija de Elizabeth Woodville y Eduardo IV. El plan tenía muchas ventajas. Uniendo a los rivales York y Lancaster, Enrique obtendría el máximo apoyo para su campaña y con el matrimonio sería más sólido su derecho al trono. 

El primer intento de invasión tuvo lugar en octubre de 1483. Sus partidarios estaban preparados para un ataque múltiple, con la flota de Enrique desembarcando en la costa de Gales, justo cuando varios levantamientos se pusieron en marcha en varias ciudades inglesas. Sin embargo, sus planes fueron frustrados debido a la escasa comunicación y al terrible clima. El rey Ricardo actuó rápidamente para castigar a los rebeldes y varios de ellos tuvieron que huir para unirse a Enrique en Bretaña. Enrique Tudor llevo a cabo una solemne ceremonia. El día de Navidad de 1483, en la catedral de Rennes, el joven pretendiente al trono se proclamo a sí mismo como rey Enrique VII, aceptando los juramentos de lealtad y prometiendo que se casaría con la princesa Elizabeth tan pronto como consiguiera la corona. Fue el primer acto real de Enrique y un paso importante hacia la unión de las familias rivales que habían luchado por la corona durante treinta años.

Antes de que Enrique pudiera lograr su objetivo, tuvo que lidiar con otra amenaza a su vida. En el verano de 1484, el protector de Enrique, el anciano duque Francisco de Bretaña, cayó gravemente enfermo, dejando su reino en el cuidado de consejeros. Tomando ventaja de la situación, Ricardo III presionó a los consejeros bretones para que le entregaran a Enrique Tudor. La petición fue aprobada, pero, afortunadamente, el obispo Morton de Ely logró transmitirle un mensaje de advertencia. Enrique escapó al noreste de Francia, montando a caballo disfrazado de paje.

Una vez que estuvo a salvo, en París, Enrique reunió a sus leales partidarios, entre ellos John de Vere, conde de Oxford, un comandante experimentado, y varios hombres que más tarde le servirían como ministros. El rey Carlos VIII de Francia, temeroso de las ambiciones de Ricardo, también le ofreció apoyo con un préstamo de 60.000 francos y 1800 mercenarios. Éstos fueron descritos como los hombres revoltosos, pero Enrique agradeció la ayuda. El 1 de agosto de 1485 una pequeña flota de sólo seis naves salió del puerto de Harfleur en el norte de Francia y navegó hacia el Canal de la Mancha rumbo a la costa de Gales.

El viaje de Francia a Gales tomó una semana. Su ejército estaba conformado con alrededor de  500 partidarios ingleses, así como los mercenarios franceses, componiendo un total de poco más de 2.000 hombres. Para añadir a este pequeño ejército, Enrique esperaba obtener el apoyo de los lores galeses, y su principal esperanza estaba con su padrastro, lord Thomas Stanley y su poderoso hermano, William Stanley.


Thomas Stanley


Para añadir a este pequeño ejército, Enrique esperaba obtener el apoyo del señor galés, y su principal esperanza estaba con su padrastro, Lord Thomas Stanley y el poderoso hermano de Thomas, William Stanley. Sin embargo, Enrique era muy consciente de que no se podía confiar en ninguno de estos aliados. Mientras tanto, el rey Ricardo había reunido una fuerza bien disciplinada y estaba esperando a Enrique en Nottingham.


Escena de The White Queen

Justo antes de la puesta del sol el 7 de agosto de 1485, la flota de Tudor llegó a Milford Haven. Tudor saludó la tierra de su nacimiento, arrodillándose humildemente para cantar el salmo: "Judica me, Deus, et discerne causam meam" ("Juzgame, oh Dios, y defiende mi causa") antes de reunir a sus tropas. Su ejército primero marchó hacia el norte a lo largo de la costa de Cardiganshire antes de dar vuelta al interior para cruzar las montañas Cambrian y para seguir el río Severn en Inglaterra. En Tamworth, en Leicestershire, Enrique celebró una reunión secreta con Thomas y William Stanley, pero ninguno de los hermanos se comprometió con su causa. El rey Ricardo había tomado como rehén al hijo de Lord Thomas, como garantía de la lealtad de su padre.

Durante el curso del 21 de agosto, los ejércitos enemigos avanzaron. Sir William Stanley permaneció en una posición de observador neutral, estableciendo su campamento en una colina cercana con una visión clara de ambas fuerzas. No muy lejos, su hermano lord Thomas Stanley también estaba esperando con sus tropas para ver cómo se desarrollaba la lucha. 
En el peligroso juego de la guerra, Thomas Stanley estaba jugando por apuestas muy altas. Si él hacia un movimiento contra el rey Ricardo, la vida de su propio hijo correría en peligro, pero también era acusado por su poderosa esposa de la tarea de defender a su hijastro Enrique. Mientras los hermanos miraban y esperaban para hacer su movimiento, todo estaba preparado para la batalla al día siguiente. 

Batalla de Bosworth Field
Los dos hombres que se preparaban para conducir sus tropas a la batalla eran personajes muy diferentes. A la edad de 32 años, Ricardo era un experimentado general y líder de los hombres. Cuando él tenía sólo 18 años, había desempeñado un papel crucial en las batallas que habían restaurado a su hermano Eduardo en el trono y durante el reinado de Eduardo había demostrado su lealtad y habilidad como comandante militar. En recompensa a su lealtad, fue nombrado gobernador en el norte, convirtiéndose en el noble más poderoso de Inglaterra. Como administrador, había demostrado ser eficiente y justo, y en la ciudad de York era querido. Contrario a los populares mitos que surgieron después, el rey Ricardo sin duda no tenía las deformidades físicas, él era ciertamente experimentado y valiente en batalla. En conclusión, él era un oponente formidable para Enrique.

Las pretensiones de Enrique de liderazgo en batalla eran mucho menos fundadas que las de Ricardo. Durante los años en Francia él había sido entrenado en el arte de la guerra, pero sus habilidades nunca habían sido probadas en batalla. Habiendo pasado toda su edad adulta como exiliado en una corte extranjera, Enrique sólo podía confiar en el apoyo de un pequeño puñado de nobles ingleses, mientras que incluso su reclamo al trono no era del todo convincente.

En número de tropas el rey Ricardo llevaba ventaja: se ha estimado que al inicio de la batalla, Ricardo comandaba alrededor de 8.000 hombres mientras que Enrique tenía 5.000. Todas las esperanzas de Enrique estaban puestas sobre los hombros de dos ambiciosos hermanos que esperaban y observaban en una colina cercana.

A las 6 de la mañana del 22 de agosto, el ejército de Tudor estaba en movimiento, marchando lentamente hacia la colina donde las fuerzas de Ricardo acampaban. El rey esperaba que los hermanos Stanley le ofrecieran su apoyo, pero cuando le indicó que avanzaran, William no respondió, mientras que Thomas se negó rotundamente, dirigiéndose en cambio en dirección de Enrique. Cuando el conde de Northumberland también falló en tomar acción, Ricardo decidió dirigir el cargo él mismo. Cabalgando directo hacia Enrique, Ricardo luchó desafiante, matando al portaestandarte de Tudor y a otro guardia antes de lanzar un ataque contra el propio Enrique.


Lord Stanley dando la corona de Ricardo a Enrique Tudor

Fue un momento crucial en la batalla, cuando la muerte de cualquiera de los dos líderes hubiera decidido el destino del país, pero el destino intervino en la forma de los hombres de lord Thomas Stanley, quienes rodearon al rey y lo forzaron a retirarse. Ricardo murió poco después en el calor de la batalla. Con la muerte de Richardo III, sir William finalmente se unió a la batalla en el bando de Enrique. Conduciendo los restos del ejército de Ricardo hacia el sur. 



Cerca de un montículo de tierra que más tarde se llamaría Crown Hill, los hombres de Enrique aclamaron a su nuevo rey y, según la leyenda, Thomas Stanley colocó la corona de Ricardo en la cabeza de Enrique Tudor. El cuerpo de Ricardo fue simbólicamente humillado, dejado desnudo y llevado lejos tirado a través de la parte trasera de un caballo. Enrique se dirigió a Londres para ser coronado como rey de Inglaterra, primero de la casa Tudor. 


Fuente:
Bingham, Jane: The Tudors, Metro Books, New York.

21 abr 2015

Enrique VII de Inglaterra, padre de la dinastía Tudor (Parte 1)




El campo de batalla de Bosworth estaba forrado con cuerpos de heridos, muertos y moribundos. Durante casi tres horas, los ejércitos de York y Lancaster habían luchado tenazmente, pero ahora la sangrienta lucha había terminado. Y en medio de esa carnicería, estaba Ricardo III, el último monarca inglés que murió en batalla.

Ricardo uso la corona durante la batalla. Pero al morir, la corona fue colocada en la cabeza del joven vencedor. Fue un momento crucial en la historia inglesa. En el momento en el que Enrique Tudor aceptó la corona inglesa, la guerra de las Dos Rosas había llegado a su fin, para dar comienzo a la era Tudor. La dinastía que fundó Enrique Tudor gobernaría durante más de cien años, presidiendo una edad de oro de la música, el arte y la literatura. Bajo el reinado de los Tudor, Inglaterra experimentó paz y prosperidad. Pero, ¿quién era Enrique Tudor y cómo es que llegó a reclamar la corona inglesa?

Nacimiento e infancia
El 28 de enero 1457, un niño enclenque luchaba por llegar al mundo en una cámara con corrientes de aire en el castillo de Pembroke, en Gales. No fue un comienzo prometedor para un futuro rey. Su padre, Edmund Tudor, conde de Richmond, había muerto hace tres meses, y su madre, Margaret Beaufort, era poco más que una niña. 


Siendo muy niña, Margaret estuvo prometida a John de la Pole, hijo y heredero de Suffolk, ministro principal de Enrique VI. Se alegó que Suffolk planeaba colocar a su hijo y a Margaret en el trono en caso de que Enrique VI muriera sin hijos. Haya sido verdad o no, Suffolk fue ejecutado en 1453, y el matrimonio entre Margaret y John fue anulado. Dos años después, con doce años, Margaret se casó con Edmund Tudor, quien era hijo de dudosa legitimidad de una princesa francesa y reina consorte de Inglaterra y de un noble galés, Owen Tudor. La abuela paterna de Enrique se llamaba Catalina, hija de Carlos VI de Francia e Isabel de Baviera, quien había casado con Enrique V de Inglaterra.

Edmund Tudor había estado luchando por la casa de Lancaster en 1456, cuando fue capturado por los partidarios de York y puesto en prisión. En las mazmorras del castillo de Carmarthen en Gales, Edmund contrajo la peste y murió. Su hijo debe haber crecido escuchando historias de horror acerca de estas sangrientas guerras y su legado amargo. Enrique Tudor descendía de reyes, tanto del lado materno como del paterno, aunque tal origen era dudoso. Su madre era hija de Juan Beaufort, hijo natural, reconocido posteriormente, de Ricardo II. Sus abuelos, Owen Tudor y Catalina de Valois, contrajeron matrimonio pese a la prohibición del parlamento, por lo que tal matrimonio pudo haber sido invalido. En realidad, el derecho de Enrique Tudor no tenía mucha solidez. En su época pudo haber sido considerado un advenedizo, pues su ascendencia real provenía de una mujer y por descendencia ilegítima. En teoría, las familiares reales de Portugal y España tenían mayor derecho. 


Margaret Beaufort

Edmund Tudor


Margaret tenía solo 14 años cuando dio a luz a Enrique. Se esperaba que tanto el niño como la madre murieran, pero, contra todo pronóstico, ambos sobrevivieron. Madre e hijo se quedaron en el castillo de Pembroke bajo el cuidado de Lord Stafford, quien no perdió tiempo en casar a su propio hijo con la joven viuda. Dentro de los tres meses de vida de Enrique, tuvo un padrastro en la persona del aristócrata Henry Stafford. En su remoto castillo de Gales, Enrique y su madre estaban muy aislados de la corte inglesa.

El vínculo de Enrique Tudor con la casa de Lancaster era fuerte, aunque teñida de escándalo. Sus padres podían afirmar ascendencia real, y su tío y abuelo, Jasper y Owen Tudor, eran apasionados partidarios de la causa de Lancaster. El rey Enrique VI, y ninguno de los familiares del rey, estaban a salvo. Como miembro de la casa Lancaster, el joven Enrique estaba destinado a ser un peón valioso en algunos juegos de poder muy peligrosos.

Enrique VI


La primera experiencia de los juegos de poder que tuvo Enrique llegó cuando tenía sólo 4 años de edad. En 1461, sus parientes masculinos más cercanos (su tío Jasper y abuelo Owen) participaban en una lucha de vida o muerte para defender a su rey que llevaba a las fuerzas de Lancaster a la batalla de Mortimer´s Cross, en Hertfordshire.
Su ejército fue derrotado, y el rey Enrique VI de los Lancaster fue reemplazado por el rey Eduardo IV de York. Una vez firmemente en el poder, la casa de York se encargo de que se realizara la ejecución de Owen Tudor, aunque su hijo Jasper logró escapar, viajando primero a Escocia y luego a Francia. Con su abuelo muerto y su tío en el exilio, Enrique se quedo sin un protector. Pero otra figura dominante tomó rápidamente este papel. Uno de los nobles partidarios de la causa de York, sir William Herbert, estaba en una posición muy poderosa y aprovechó la oportunidad de tomar el control sobre el joven. Enrique fue recibido en la casa de la familia Herbert, en el castillo de Raglan, al sudeste de Gales, comenzando una nueva era en su infancia.

Este movimiento marcó el inicio de un largo período de separación de su madre, Margaret, quien ahora vivía con su esposo, Stafford. Se le permitió mantener su título, conde de Richmond (herencia de su padre), y contó con una buena educación. Incluso se habló de que Enrique se casara con la hija de Herbert, pero esta forma de vida pacífica no iba a durar. En 1469, cuando Enrique tenía 12 años, William Herbert fue derrotado en la batalla de Edgecote Moor, y más tarde fue ejecutado por el conde de Warwick (popularmente conocido como el Hacedor de Reyes). Al año siguiente, el monarca de Lancaster, Enrique VI, fue restaurado en el trono y Jasper Tudor regresó del exilio para asumir el papel de guardián de su joven sobrino. A la edad de 13 años, Enrique Tudor se presentó en la corte real, donde comenzó una nueva vida como un pariente favorito del rey. Pero la victoria de los Lancaster sería más corta de lo que todos esperaban. 


Fuente:
Bingham, Jane: The Tudors, Metro Books, New York.


Lee todo en: Enrique VII de Inglaterra | La guía de Historia http://www.laguia2000.com/inglaterra/enrique-vii#ixzz3YIghIROy


8 dic 2014

Elizabeth I de Inglaterra (Parte 4)

Pretendientes
La joven Elizabeth era hermosa, inteligente y encantadora. Era cortejada por pretendientes que la consideraban la dama más elegible de Europa. En enero de 1559, el embajador español informó a la reina acerca de las esperanzas del rey Felipe II, a lo que Elizabeth respondió con típicas evasivas. Por otro lado, ella proclamaba su decisión de seguir siendo una reina virgen, mientras que también alegaba en contra de casarse con el esposo de su medio hermana. Ella se comprometió a presentar el asunto ante el Parlamento, asegurando a Felipe que si tomaba la decisión de casarse, ella lo preferiría por encima de todos los demás. Elizabeth era una política consumada y se dio cuenta de que no sería prudente rechazar a uno de los hombres más poderosos de Europa con prisas poco favorecedoras.

Felipe II

Felipe no fue el único pretendiente alentado por Elizabeth aquel invierno. En febrero, un embajador de la corte del sacro emperador romano, Fernando I, llegó a Inglaterra. Su propósito era informarse acerca de las perspectivas de matrimonio para los dos hijos del emperador, los archiduques Fernando y Carlos. Elizabeth desestimó al excesivamente piadoso Fernando como "sirve sólo para orar", pero expresó su interés por Carlos, insistiendo, sin embargo, en verlo con sus propios ojos. La reina le pregunto al embajador si la cabeza de Carlos era demasiado grande para su cuerpo, mientras que el embajador se negó a aceptar una visita humillante "de prueba". 

Eric XIV of Sweden.jpg
Eric de Suecia

En abril, el príncipe Eric de Suecia se unió a las filas de pretendientes de la reina. Él había perseguido a Elizabeth durante el reinado de Marìa y ahora había redoblado sus esfuerzos, bañando a la reina con regalos de pieles, tapices y cartas apasionadas. Elizabeth quedó prendada de los retratos del príncipe, pero ella rechazó su propuesta, pues tendría que vivir en Suecia como esposa. Dentro de una corte llena de embajadores extranjeros, algunos ingleses esperanzados hicieron un intento de cortejo con la reina. Elizabeth nunca tuvo interés romántico en alguno, sin embargo, disfrutaba las atenciones de sus pretendientes. En realidad, sólo había un noble inglés que podría reclamar el corazón de Elizabeth, y su nombre era Robert Dudley.


Robin y Bess


Elizabeth había conocido a su "dulce Robin" (como ella lo llamaba) desde que tenía 8 años de edad y lo consideraba como a uno de sus más viejos y queridos amigos. Se había criado en la corte y fue una elección natural para el selecto grupo de los niños de la aristocracia que compartieron sus lecciones con Elizabeth y Edward. Como hijo del poderoso duque de Northumberland, pertenecía a una de las familias principales de Inglaterra, pero la realidad era que los Dudley habían tenido una historia accidentada, con dos ejecutados por traición en dos generaciones (Edmund Dudley y John Dudley). El propio Robert Dudley ha sido condenado a muerte, pero fue indultado con la ayuda del rey Felipe de España. Elizabeth solía burlarse de su amigo, quien provenía de una familia de traidores. En el joven Robert Dudley, Elizabeth encontró un compañero de espíritu. Inteligente, encantador, guapo, un excelente jinete y deportista. Una de sus primeras decisiones como reina fue elegir a Dudley como jefe de la caballería, un posición que involucró la coordinación de eventos reales y cabalgar a su lado en las procesiones. Pero Dudley no solo se dejaba ver a un lado de la reina en los los eventos públicos. Dentro de la corte tenia más acceso a Elizabeth que cualquiera de sus concejales y los rumores sobre la relación íntima eran comunes.

Robert Dudley


Entre sus compañeros, Dudley fue mirado con gran desconfianza y William Cecil fue especialmente temeroso de su influencia sobre la reina. Sin embargo, había un obstáculo importante en el camino de la relación de Dudley con Elizabeth. Estaba casado con una dama llamada Amy Robsart. Aunque su esposa tuviera "una enfermedad en uno de sus pechos", su existencia, viviendo tranquilamente en el país, impidió que el romance real progresara. 


El caso de Amy Robsart

Robert Dudley y su esposa, Amy

En 1560, sin embargo, la situación de Dudley cambió cuando su esposa fue descubierta sin vida en la base de una escalera de Cumnor Place. Murió un domingo, que era día de la feria en Abingdon. Se dice que Amy dio permiso a todos sus servidores para visitar la feria, que incluso se enfadó con algunos que querían permanecer en la casa. 

En el momento de la tragedia, su esposo estaba en la corte con la reina, y de inmediato envió a Sir Thomas Blount para que investigara. Dudley se apresuró a investigar sobre la muerte de su esposa. Se emitió un veredicto de muerte accidental. 

El cuerpo de Amy fue transportado a Oxford y se le dio un entierro suntuoso en St. MarySu marido no asistió, ya que era la costumbre de la época. La corte era un hervidero de rumores acerca de que Amy había sido eliminada por su marido para allanar el camino para sus ambiciones. Robert Dudley no era tan ingenuo como para pensar en orquestar la muerte de su esposa y poder casarse con la reina. Era lo suficientemente experimentado como para saber que cualquier escándalo en torno a él arruinaría sus planes de matrimonio con Elizabeth. Ahora menos que nunca la reina no podía contemplar la posibilidad de casarse con su amigo de la infancia. De haberlo hecho, la gente habría creído los rumores que señalaban a Dudley como asesino, e incluso que Elizabeth había tomado parte en el plan.  


También se toma en cuenta la teoría de que la pobre Amy se hubiese suicidado. Esta puede ser una teoría mas creíble, pues según los informes, la esposa de Dudley sufría de depresión. El solo hecho de que echara de la casa a toda la servidumbre es bastante sospechoso. Tal vez quisiera lograr darse muerte sin el riesgo de que algún criado entorpeciera su intento de suicidio. 


La reina contrae viruela
El 10 de octubre de 1562, a los veintinueve años, Elizabeth fue conducida a Hampton Court, víctima de una fiebre violenta. Pronto se dieron cuenta de que la reina tenía viruela. Se creía que moriría en ese ataque de viruela. Afortunadamente, la reina se recuperó, pero su rostro quedo marcado por cicatrices. De haber muerto, la sucesión hubiera sido una cuestión terrible, ya que la soberana no tenía hijos. La heredera más probable era María de Escocia, una mujer católica a quien los ingleses protestantes miraban con recelo.

La práctica de Elizabeth de enyesar su rostro con maquillaje se remonta a su temprana edad media. La viruela le había dejado con las mejillas llenas de cicatrices de forma permanente y -se informó- en parte calva. Después de su recuperación, ella adoptó una nueva forma de presentarse ante el mundo. En lugar del estilo natural de sus veinte años, ella ahora llevaba mucho maquillaje y una serie de elaboradas pelucas y postizos.



El atuendo de la reina



Guardarropa
La reina Isabel es famosa por su magnífico guardarropa. Se dice que ella poseía 3.000 vestidos, aunque muchos de ellos eran regalos que nunca fueron usados. A medida que envejecía, sus trajes se hicieron cada vez más espectaculares. Sus collares y gorgueras almidonadas crecieron, e incluso en la vejez, disfrutó con vestidos muy escotados. Los vestidos de Isabel fueron hechos con los materiales más finos (seda, terciopelo, tafetán, o de tela de oro) y eran cubiertos con piedras preciosas, perlas y bordados de oro y plata. 
 Steven van der Meulen, 1563

Hilliard, 1599. Puede notarse la diferencia entre el estilo que utilizaba en 1563 con el de este retrato, ya en su vejez. 



Debajo de sus prendas, ella llevaba una camisa de lino fino para proteger sus vestidos (que nunca podrían ser lavados) de la transpiración. La reina también era atada con un corsé de hueso de ballena, y llevaba una enagua rígida conocida como miriñaque, haciendo que caminar y sentarse fuera desafío. Las medias de Isabel eran de seda (la mayor parte de sus súbditos tenían medias de lana) y su zapatero real le hacía un nuevo par de zapatos cada semana. Un francés reportó sobre "una cadena de rubíes y perlas alrededor de su cuello" y sus brazaletes de perlas, "seis o siete filas de ellos". Ella exigía estilo a sus cortesanos, pero éstos no podían eclipsar a la reina. 

Maquillaje
Las damas isabelinas comúnmente se aplicaban un "blanqueamiento" de loción para la cara y los pechos. Este compuesto se hace a menudo de albayalde, una mezcla de vinagre y el plomo blanco, que tuvo el indeseable efecto secundario de la intoxicación. Otras lociones que blanquean se hicieron a partir de cáscara de huevo en polvo, semillas de amapola y bórax. Los labios y las mejillas enrojecidas usando colorantes naturales como la rubia, la cochinilla y el ocre, pero bermellón (sulfuro de mercurio) era la opción más popular para las damas de la corte. Las mujeres insertaban gotas de belladona en los ojos para hacerlos brillantes y esbozaban sus párpados con antimonio en polvo.



Las cejas fueron arrancadas para formar un arco alto y también se arrancaban el pelo para crear una frente alta. Las pelucas y postizos eran rizados y conformados en estilos elaborados y adornados con perlas y otras joyas. Las pelucas fueron hechas de cabello humano, y las chicas eran advertidas sobre cubrir su cabello al caminar por la ciudad en la noche.



Fuente:
Bingham, Jane, "The Tudors: The Kings and Queens of England´s Golden Age", Metro Books, New York, 2012.