Las negociaciones fueron el fruto del interés que tanto los Reyes Católicos como Enrique VII tenían por asegurarse amistad y ayuda. Prepararon el camino el empeño político de los monarcas hispanos por evitar las pretensiones sobre Bretaña de Luis XI de Francia, la lucha por los condados pirenaicos (Rosellón y la Cerdaña) y la defensa de los intereses comerciales que enlazaban a castellanos e ingleses. Por otro lado, la necesidad de afirmar su acceso al trono inglés tras la batalla de Bosworth hicieron que el monarca Tudor impulsara el acercamiento a Castilla. En marzo de 1488 hubo una embajada designada por el monarca inglés para iniciar las negociaciones con Castilla, conocida como los Preliminares de Londres, acuerdo que ratificaba tratados de alianza y comercio, donde también se fijaba la dote de Catalina y sus derechos. Rodrigo Gonzales de Puebla rompió los moldes de lo que era la figura del representante diplomático a finales de la Edad Media. No se trataba de un miembro de la nobleza al servicio de la Corona, sino de un jurista que a lo largo de distintas etapas en la administración supo ganarse la confianza de los reyes, hasta el punto de servir durante casi veinte años initerrumpidos como embajador ante los monarcas ingleses.
Henry VII y Elizabeth de York, reyes de Inglaterra
La importancia que se quiere dar a la misión diplomática y el prestigio de los reyes queda patente desde el primer momento por el número de señores, laicos y eclesiásticos, que salen a recibir a la delegación. En una especie de pirámide, que sin duda refleja el puesto de cada uno dentro de la Corte, los primeros que salen al encuentro de la embajada son los que ostentaban las funciones cancillerescas, como el secretario Fernán Álvarez de Toledo, el contador Alonso de Quintanilla o el doctor Talavera. Más cerca de la villa salen a su encuentro varios obispos, y por último los cortesanos pertenecientes a algunos de los grandes linajes de la nobleza castellana, como el conde de Haro y el condestable de Castilla, el duque de Albuquerque (título vinculado a los De la Cueva), el almirante de Castilla (vinculado a los Enríquez), el conde de Benavente, etcétera.
Acuerdo
El acuerdo prematrimonial tuvo su firma en el llamado Tratado de Medina del Campo del 26 de marzo de 1489 que se debía ratificar en 1497. Se enviaron dos embajadores ingleses, Thomas Savage y Richard Nanfan, a tierras de Castilla para rubricar el tratado. En los días que duraron las negociaciones, los embajadores fueron entretenidos con banquetes, justas, corridas de toros y bailes. Los reyes los recibieron engalanados con sus más ricos trajes. Catalina se perdió las justas y los banquetes, aunque sus hermanos mayores Isabel y Juan habían bailado con sus profesores portugueses para los embajadores.
Fernando e Isabel, reyes de España
En la primera reunión de los enviados ingleses con la futura princesa de Gales, los reyes, junto con los tres hijos mayores, los llevaron a una galería en la que colgaban magníficos tapices. Allí encontraron a la pequeña Catalina y su hermana María, que entonces tenía seis años, ambas vestidas tan esplendorosamente como su madre. Iban acompañadas de su joven corte de catorce doncellas (que tenían catorce años o menos), todas ellas vestidas con ropas de oro y todas ellas hijas de la nobleza. Catalina, de tres años, todavía era demasiado joven para bailar ante sus visitantes, pero la pequeña María salió juguetonamente a la palestra con una dama de su edad y tamaño y la invitó a bailar.
Infanta Catalina
Príncipe Arturo
Al día siguiente, los embajadores volvieron a ver a Catalina, esta vez en un ambiente menos formal, en una corrida de toros. Aquel día, la corrida se combinó con falsas escaramuzas y carreras con perros. Isabel se llevó a Catalina para que lo viera y se comportó como una madre afectuosa y atenta. Un testigo recordaría: "Fue hermoso ver a la reina sosteniendo a su hija pequeña".
Dos días después, tras una dura sesión final de negociaciones, se firmó el Tratado de Medina del Campo. Inglaterra y España cerraron su alianza. Los embajadores ingleses se despidieron de los monarcas y de la pequeña Catalina aquel mismo dia, aunque fue la familia real la que primero abandonó Medina del Campo. Partieron, una vez más, para recorrer sus reinos. Los ingleses se fueron cargados de regalos.
Bibliografía:
Tremlett, Giles. Catalina de Aragón, Reina de Inglaterra. Editorial Crítica , S.L. 2012
Bello León Juan Manuel, Hernández Pérez Beatriz; Una embajada inglesa a la corte de los Reyes Católicos y su descripción en el "Diario" de Roger Machado; 1489.
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