30 dic 2013

El atuendo de la reina Elizabeth I

La reina Isabel I de Inglaterra era muy cuidadosa con su imagen personal. Con su aspecto debía representar a una Inglaterra imponente. Ella era un símbolo de la nación inglesa. Debe recordarse que Enrique VIII buscaba transmitir una imagen de poder y realeza. 


Guardarropa
La reina Elizabeth es famosa por su magnífico guardarropa. Se dice que ella poseía 3.000 vestidos, aunque muchos de ellos eran regalos que nunca fueron usados. A medida que envejecía, sus trajes se hicieron cada vez más espectaculares. Sus collares y gorgueras almidonadas crecieron, e incluso en la vejez, disfrutó con vestidos muy escotados. Los vestidos de Elizabeth fueron hechos con los materiales más finos (seda, terciopelo, tafetán, o de tela de oro) y eran cubiertos con piedras preciosas, perlas y bordados de oro y plata. 
Debajo de sus prendas, ella llevaba una camisa de lino fino para proteger sus vestidos (que nunca podrían ser lavados) de la transpiración. La reina también era atada con un corsé de hueso de ballena, y llevaba una enagua rígida conocida como miriñaque, haciendo que caminar y sentarse fuera desafío. Las medias de Elizabeth eran de seda (la mayor parte de sus súbditos tenían medias de lana) y su zapatero real le hacía un nuevo par de zapatos cada semana.

Maquillaje y pelucas
La práctica de Elizabeth de enyesar su rostro con maquillaje se remonta a su temprana edad media. Su ataque de viruela, cuando ella tenía 29 años, le había dejado con las mejillas llenas de cicatrices de forma permanente y -se informó- en parte calva. Después de su recuperación, ella adoptó una nueva forma de presentarse ante el mundo. En lugar del estilo natural de sus veinte años, ella ahora llevaba mucho maquillaje y una serie de elaboradas pelucas y postizos.



Las damas isabelinas comúnmente se aplicaban un "blanqueamiento" de loción para la cara y los pechos. Este compuesto se hace a menudo de albayalde, una mezcla de vinagre y el plomo blanco, que tuvo el indeseable efecto secundario de la intoxicación. Otras lociones que blanquean se hicieron a partir de cáscara de huevo en polvo, semillas de amapola y bórax. Los labios y las mejillas enrojecidas usando colorantes naturales como la rubia, la cochinilla y el ocre, pero bermellón (sulfuro de mercurio) era la opción más popular para las damas de la corte. Las mujeres insertaban gotas de belladona en los ojos para hacerlos brillantes y esbozaban sus párpados con antimonio en polvo. 

Las cejas fueron arrancadas para formar un arco alto y también se arrancaban el pelo para crear una frente alta. Las pelucas y postizos eran rizados y conformados en estilos elaborados y adornados con perlas y otras joyas. Las pelucas fueron hechas de cabello humano, y las chicas eran advertidas sobre cubrir su cabello al caminar por la ciudad en la noche.




Fuente:
Bingham, Jane: The Tudors, Metro Books, New York.

19 dic 2013

El Chateau Blanc de 1524


Este evento fue celebrado en el mes de diciembre, así que es un artículo muy acorde a la fecha. Algunos historiadores creen que fue en esta celebración donde Enrique VIII se fijo por primera vez en Ana Bolena.

En el otoño de 1524, sólo había un tema de conversación en la Corte. Un grupo de quince jóvenes habían conseguido el permiso del rey para montar una nueva forma de entretenimiento para la temporada de Navidad. Ellos construían un castillo simulado a sus propias especificaciones en las yardas en Greenwich y lo defendían contra todos los recién llegados. También ofrecieron formas convencionales de combate para cumplir desafíos: la justa, el torneo y la lucha en las barreras.


El desafío fue proclamado formalmente en la Gran Cámara de la Reina en Greenwich en el día de Santo Tomás, 21 de diciembre. El heraldo explicó que el rey le había dado la custodia del castillo, románticamente titulado el Castillo de Lealtad o el Chateau Blanc (el Castillo Blanco) a cuatro "doncellas" de la corte. No se dan a conocer sus nombres. Pero una pudo haber sido Ana Bolena. Las cuatro doncellas, continuo el heraldo, a su vez habían encargado la protección del castillo a quince defensores. Cabe destacar, que entre los defensores estaba Thomas Wyatt. Igualmente destacan entre los atacantes, que se pretendía, debía estar Henry Percy. El 19 de noviembre, Percy escribió una carta a su cuñado, lord Clifford. Percy le dijo que "el rey ha nombrado que yo sea uno de ellos, que deberán asaltar al Castillo de la Lealtad".


El primero de la caballería regular, sin embargo, siguió adelante como estaba previsto, el 29 de diciembre. Seis defensores del castillo cabalgaron totalmente armados por el puente levadizo a la yarda. Pero, antes de que pudieran cumplir con su promesa de cumplir con todos los recién llegados, se produjo una súbita interrupción. Dos damas que caminaron en dirección de dos caballeros ancianos. Los caballeros tenían falsos cabellos y barbas de plata, sombreros y ropas de damasco morado. Cuando llegaron delante de la reina Catalina y sus damas de honor, las dos mujeres presentaron una petición en nombre de los dos caballeros de edad. Aunque la juventud los había dejado, solicitaban permiso para romper lanzas. La reina y sus damas, después de leer la petición, alabaron la valentía de los dos ancianos caballeros y amablemente les dio permiso para competir. Entonces los caballeros tiraron sus ropas para revelarse como el rey y el duque de Suffolk. La inesperada aparición de Enrique y su amigo era un pedazo de drama calculado (una obra de teatro dentro del teatro que transformó el significado de todo el evento).


Lo que había comenzado como el debut de una nueva generación en la corte se convirtió en una batalla entre Juventud y Edad. Los defensores del Castillo Blanco de la Lealtad eran meros mozalbetes, de edades comprendidas entre los veinte años. En contraste, Enrique, de treinta y tres años, y Suffolk de treinta y nueve años de edad, eran hombres en la flor de la vida.  El teatro de su entrada (el disfraz de las barbas y pelucas de plata, sus trajes extravagantes, su petición a reina Catalina) aumentaron contraste con los defensores juveniles. También hizo que su eventual triunfo fuera más dulce.


Pero Enrique procedió a atacar a sus oponentes. Sus observadores se asombraron "porque veían que sus lanzas se rompieron con más fuerza que las demás lanzas ". En el combate subsiguiente con espadas era Anthony Browne, de veinticuatro años de edad, quien se sintió toda la fuerza del ataque del rey. Enrique lanzó un asalto furioso que casi le corto la pieza de armadura defensiva para el cuello.

Enrique VIII y Ana Bolena


¿La presencia de alguna mujer habrá motivado esa fuerza extra en el rey? El oponente en el torneo, Anthony Browne, había sido residente en la corte francesa durante los últimos años de Ana Bolena en ese lugar. No hay ninguna sugerencia de intimidad entre Browne y Ana Bolena. Pero con algunos de los otros participantes, era una historia diferente. Como hemos visto, uno de los defensores del castillo fue Thomas Wyatt, ahora autoproclamado como devoto seguidor de Ana, y uno de los candidatos propuestos para atacar el castillo fue Percy, su prometido en secreto.



Fuente:
Starkey, David: Six Wives, Harper, New York, 2004.

17 dic 2013

Entre las esposas de Enrique VIII, ¿quién fue la más bella?



Una pregunta complicada, ya que la belleza es subjetiva. Todos tenemos una idea distinta acerca del atractivo físico. Mucho depende también el tiempo y lugar, pues los cánones de belleza cambian. Por ejemplo, yo vivo en México, donde una mujer rubia es considerada más guapa por el hecho de que no es común encontrar una persona con tales características. 



Catalina de Aragón era muy hermosa en su juventud. Su tez era blanca y sonrosada. Su cabello rubio rojizo y ojos azules fueron muy apreciados por sus contemporáneos. Sin embargo, era muy robusta y su corta estatura no ayudaba en nada a contrarrestar ese defecto. En cuanto a su personalidad, la podriamos definir con estas palabras: humilde, leal, devota, digna y estricta. No obstante, para cuando Catalina rivalizó con Ana Bolena, ya no era joven y su belleza había menguado. Es curioso que pocas películas son fieles al aspecto de Catalina. Sabemos que era española, pero era rubia. Maria Doyle es de cabello oscuro y lo mismo ocurre con Irene Papas ocurre lo mismo. Con respecto a Assumpta Serna, no recuerdo su actuación porque vi la serie hace mucho pero con respecto a su aspecto, ni es rubia y le saca casi una cabeza a Ana Bolena (cuando en realidad era al revés).



En cuanto a Ana Bolena, su aspecto físico fue tema de controversia. Aunque no es creíble que una mujer pretendida por los hombres tuviera verrugas y deformidades, como la describía el católico Sander. En Inglaterra eran comunes las mujeres de pelo rubio y ojos azules, por lo que Ana Bolena destacaba con sus ojos oscuros y cabello negro. Su tez era aceitunada y su porte elegante. Genevieve Bujold personifica a la perfección la actitud de Ana, una combinación de crueldad y dulzura. También la interpretación de Charlotte Rampling se me hace una de las más cercanas a la verdadera reina Ana. 


Jane Seymour, a pesar de ser el tipo de mujer aceptado en la época, no fue descrita como una gran belleza. El embajador Chapuys, quien simpatizaba con Jane, no la consideraba guapa. Era rubia y blanca, pero no con las saludables mejillas sonrosadas de una joven Catalina de Aragón, sino pálida. Era de ojos claros y nariz prominente. Fue una joven tímida, conservadora y dócil. Cuando pienso en Jane Seymour, de inmediato se me viene a la mente la imagen de Anita Briem (de Los Tudor) ataviada de blanco y bajando por las escaleras tímidamente. O también la actriz Jane Asher, para algunos insípida pero con una apariencia inofensiva.


La apariencia de Ana de Cleves es la más nebulosa, se podría decir. En el cine la representan con cabello oscuro, a veces claro. En la serie de Los Tudor es interpretada por una muchacha bonita. Algo que he visto en los libros donde aparece Ana, es que era muy fornida y alta en comparación con las anteriores esposas del rey. Y al parecer, su tez estaba picada por la viruela, algo que desagrado a Enrique VIII. Pero hay que tomar en cuenta que nadie más describió a Ana como fea. El embajador Marillac la califico como una "mediana belleza". Pero aquí es cuando nos damos cuenta de que poseer un buen físico no es lo único que basta para una atracción. Sin duda, Ana tenía muchas cualidades. Es descrita como una dama generosa. Pero sus talentos y habilidades no estaban al alcance del gusto del rey. Ella provenía de una corte humanista, pero lamentablemente su madre no permitió que recibiera una educación completa. 



Hubo quien considero que Catalina Howard era la más bella entre las mujeres del rey Enrique. Ella no era precisamente una beldad rubia de ojos azules pero si estaba más apegada a ese ideal de belleza, en comparación con su prima Ana. Su pelo era castaño, sus ojos oscuros y su piel muy blanca, casi pálida. La miniatura de Holbein, el retrato más exacto de Catalina, demuestra a una joven con expresión burlona y ojos muy separados. Sin embargo, hay otro retrato que describe a Catalina con pelo rubio castaño y ojos grises. En cuanto a su estatura, era muy baja y pequeña (no estoy segura si tanto como Catalina de Aragón). Pero tenía un rostro adorable. En cuanto a su forma de ser, era desenvuelta. Se podría decir que era una amante de los placeres, al igual que su prima Ana Bolena, aunque sin poseer el intelecto de Ana. 


Hay quienes creen que Ana de Cleves fue la esposa menos atractiva, cuando la verdad es que Catalina Parr fue la única a la cual nadie describió como guapa. Era de cabello castaño, frente ancha y buen porte, pues era muy alta. De hecho fue la más alta entre las seis. Parece ser que casi todo el atractivo de Catalina Parr residía en su personalidad. También podría ser que cuando Catalina entró en la escena real ya no era la belleza que fue en su juventud. 


A pesar de que cada una tenía lo suyo, para mí la más atractiva fue Ana Bolena. Catalina Howard la más bonita. Jane Seymour la menos atractiva y Catalina Parr la menos bella. Aunque a mí me interesa más conocer la opinión de ustedes.


16 dic 2013

Hace 528 años nació una princesa española: Catalina de Aragón

Como dice el título, hace 528 años nació una princesa española que pasaría a la historia como la primera esposa de Enrique VIII, Catalina de Aragón. Una mujer cuya determinación y valor conquisto el corazón del pueblo inglés. 


Catalina de Aragón nació el 16 de diciembre 1485. Su madre, la reina guerrera Isabel de Castilla, había pasado la mayor parte de su embarazo en la campaña contra los moros (habitantes islámicos aún independientes de la parte sur de España), en lugar de en el retiro propio de una dama. Después se retiró a Alcalá de Henares, donde nació la niña. El bebé llevaría el nombre de Catalina, por la abuela inglesa de su madre, que era hija de Juan de Gante, duque de Lancaster. Ella era de pelo dorado rojizo, piel blanca y ojos azules brillantes. 

El estilo inglés en su nombre y en su aspecto resultaron proféticos. Después de una infancia feliz y segura, la vida de Catalina se convirtió en una serie de luchas: conseguir un matrimonio, tener un hijo y, sobre todo, proteger su matrimonio y a su hija. 



Ella era hija, no de uno, sino de dos monarcas reinantes, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, título que les otorgó el Papa. De niña Catalina tuvo la imagen no sólo de un rey y una reina que cumplían sus deberes, sino también la de una familia real floreciente. 



Los primeros años de la infancia de Catalina fueron de aventura y a veces arduos, como lo había sido el embarazo de su madre. La corte de Isabel seguía siendo poco más que un campamento. Ella creció con el trasfondo del éxito militar. Debe recordarse que años después, Catalina imitaría a su madre durante la batalla de Flodden Field.



15 dic 2013

¿Fue Ana de Cleves una "yegua de Flandes?

Ana de Cleves ha pasado a la historia con el estereotipo de la esposa fea de Enrique VIII.


Empezaremos con el cuadro pintado por Holbein. No es muy creíble que el pintor se hubiese arriesgado a esbozar un retrato falso. Pero puede ser que debido a la posición de frente de la modelo se haya ocultado involuntariamente un defecto: una prominente nariz. Aunque en aquel entonces las narices largas no eran mal vistas, un ejemplo de ello es Jane Seymour. 

Somos afortunados al tener una descripción imparcial de primera mano, escrita sólo unos pocos días más tarde por el embajador francés, Charles de Marillac, respecto de su belleza o su fealdad. Ana de Cleves parecía tener treinta años, escribió él (en realidad, contaba veinticuatro), era alta y delgada, "de belleza mediana, con un semblante decidido y resuelto". La dama no era tan hermosa como la gente había afirmado, ni tan joven, pero había "una firmeza de propósito en su cara que contrastaba su falta de belleza". -de Las seis esposas de Enrique VIII, Antonia Fraser 

Y hay que tomar en cuenta que el término "belleza mediana", fue el mismo que se empleó con Catalina Howard. Aunque claro que la joven flamenca no poseía la frescura ni las prendas francesas de su sucesora. Otra cosa que cabe destacar es que Enrique VIII era aficionado a la música y estaba acostumbrado a mujeres talentosas (Catalina de Aragón y Ana Bolena eran un claro ejemplo), pero Ana de Cleves no era capaz de hablar en ningún otro idioma más que el propio.

Lo más probable es que Enrique se formará unas expectativas muy altas con respecto a su futura consorte. A diferencia de sus anteriores esposas (y las posteriores a Ana de Cleves), su cuarta esposa era una completa desconocida para el rey en el momento de la boda. Pero después de la anulación de su matrimonio, cuando Enrique ya estaba casado con Catalina, él mismo opino que Ana tenía un grato semblante. Y cuando Catalina Howard fue decapitada, la mujer que se convirtió en la sexta esposa de Enrique, Catalina Parr, era considerada menos bonita que Ana de Cleves. Catalina ni siquiera se le dio el calificativo de "belleza mediana". 





El collar de Ana Bolena

Todos los que hemos leído acerca de Ana Bolena conocemos este collar. Era como un distintivo de la desdichada reina, e incluso aparece en su retrato más famoso. No sabemos a donde fue a parar el collar tras la muerte de Ana. Hay quienes creen que fueron dados a su hija, Isabel Tudor. También es posible que Enrique se apropiara de las joyas de Ana para dárselas a Jane Seymour. Existe la creencia de que las perlas forman parte de la corona de Isabel II aunque no es algo comprobado. 



Lo más probable es que Enrique las hubiese recuperado. Hay que recordar que a la muerte de Catalina de Aragón, el rey se apropio de algunas pertenencias. Aunque me gustaría pensar que si el libro de horas de Ana Bolena sobrevivió hasta nuestros días, con el collar hubiese ocurrido lo mismo.

Las perlas del collar parecen ser esféricas y de tamaño uniforme como en los collares de perlas modernos. Podemos suponer que el color de las perlas debía ser uniforme, probablemente blanco, que era el color más buscado en las perlas. Sin embargo, hay que recordar que el aspecto del collar es una impresión artística.

Aparte de las perlas en el collar, también hay otras perlas en el retrato de la reina Ana Bolena. Hay 16 pares de perlas fijadas a lo largo de la línea del cuello inferior de su vestido. En cuanto al tocado, también estado adornado con dos filas de perlas uniformes. No se sabe si son perlas naturales o de vidrio, pero cabe destacar que la reina Isabel I también era muy adepta a las perlas, al igual que su madre.


Fuente:
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