Toda apariencia de moderación en el trato de los nazis hacia los judíos llegó a su fin en noviembre de 1938, cuando se desató el pogromo de la Kristallnacht. No obstante, los datos indican que la mesura temporal de los nazis en su política antisemítica -necesaria en parte por el deseo de Hitler de ofrecer una buena imagen a los extranjeros durante los Juegos Olímpicos de 1936- había finalizado al menos un año antes.
El 27 de noviembre 1937, el ministro de Economía del Reich, Hjalmar Schacht, que había supervisado el programa de renovación económica pero que también se había opuesto al antisemitismo radical en materia económica, fue destituido. Una vez eliminado el estorbo de Schacht, los empresarios judíos recibieron cada vez más presiones para vender sus negocios a firmas arias, siempre a precios muy inferiores a su valor en el mercado. El decreto de Göring del 15 de diciembre de 1937 redujo el cupo de materias primas y el mercado de divisas de los negocios judíos, y el del 1 de marzo de 1938 privó a los judíos del derecho de recibir contratos públicos. Para facilitar la "arianización" de la economía e impedir que los judíos conservasen sus bienes, Göring decretó el 26 de abril de 1938 que todas las propiedades judías por un valor superior a los 5.000 marcos fuesen registradas oficialmente. Entre junio y julio se aprobaron medidas adicionales para prohibir a los médicos, dentistas y veterinarios judíos atender a pacientes arios o a sus animales.
El acoso y la humillación de los judíos se exacerbaron en diversos aspectos durante este período, a medida que el régimen incrementó sus esfuerzos para obligar a los judíos a emigrar. La propaganda antisemítica se hizo más virulenta, muchos municipios aumentaron sus restricciones sobre el movimiento judío y los letreros "sólo para alemanes" fueron cada vez más comunes en los bancos de los parques. Un decreto promulgado el 17 de agosto de 1938 regulaba los nombres de pila, iniciando un proceso consistente en marcar a los judíos (proceso que culminó en septiembre de 1941 cuando se obligó a los judíos mayores de seis años a ponerse una estrella de David amarilla con la palabra judío cada vez que salían en público). De acuerdo con esta medida, que entró en vigor el 1 de enero de 1939, los judíos debían ser fácilmente identificables, eligiendo para sus hijos recién nacidos nombres prescritos en una lista, como Abimelech, Hennoch o Zedek para los varones, y Breine, Cheiche o Jezebel para las mujeres.
Pese al acelerado ritmo de la persecución, muchos judíos se aferraron a la esperanza, cada vez más lejana, de que mejorase la situación, o al menos no empeorase. Sin embargo, de la noche a la mañana los judíos indecisos entraron en razón. "La Kristallnacht sucedió en noviembre de 1938 y todo cambió", afirmaba Max Rein en una carta que escribió el 1 de abril de 1988 a los organizadores de un intercambio entre antiguos judíos de Krefeld y escolares de la ciudad, en la víspera del quincuagésimo aniversario del pogromo.
La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, y durante varios días después, los judíos de Krefeld, Colonia, Bergheim y el resto de Alemania sufrieron un arrebato de violencia antisemítica sin parangón en todos los años del Tercer Reich. En unos días, casi todas las sinagogas y lugares de culto judíos fueron profanados e incendiados, miles de establecimientos y pisos particulares judíos fueron saqueados y destruidos, 91 personas fueron asesinadas, unos 26.000 hombres judíos fueron enviados a campos de concentración, y otros miles de judíos acabaron temporalmente en prisión preventiva o retenidos por las autoridades. Tales atrocidades se cometieron a la vista de todos. Robert Gellately lo ha explicado así: "Era imposible no ser testigo [...] Casi de la noche a la mañana llegó el final para muchas comunidades judías pequeñas".
El 7 de noviembre de 1938, Hershel Grynszpan, adolescente judío de diecisiete años educado en Hanover, disparó a un joven diplomático alemán llamado Ernst vom Rath en la embajada alemana de París. Este acto de Grynszpan fue la represalia por la noticia que había recibido recientemente de su hermana, donde se le comunicaba que sus padres habían sido deportados a Polonia al final de octubre. Rath murió dos días después, el 9 de noviembre. En ese momento, Hitler, Joseph Goebbels y otros líderes del Partido Nazi se encontraban reunidos en el ayuntamiento de Munich, celebrando el intento de golpe de estado frustrado llevó a cabo Hitler quince años antes. Cuando recibieron la noticia de la muerte de Rath, aproximadamente a las 8:30 de la tarde, Goebbels aprovechó la ocasión para liderar la persecución judía. Después de un vehemente discurso antisemítico, en el que exigía que los judíos pagasen colectivamente por el asesinato de Rath, los líderes del partido, los hombres de las SA y los oficiales de la Gestapo de toda Alemania recibieron llamadas telefónicas en las que se les instaba a emprender acciones inmediatas contra los judíos.
Aproximadamente a las 10:30 de la noche, en la sede regional del Partido Nazi de Krefeld se recibió una llamada de Munich a través de la cual se comunicaba la orden de Goebbels de emprender acciones contra los judíos. La orden fue transmitida a Diestelkamp, quien a su vez puso en marcha el pogromo asignando las principales funciones a hombres de las SA y las SS vestidos de civiles. La implicación de la Gestapo comenzó algo más tarde. La Gestapo no debía intervenir excepto si era para garantizar el cumplimiento de ciertas normas relativas a las "manifestaciones":
- No incendiar las sinagogas situadas en zonas que podían poner en peligro los edificios vecinos;
- Destruir pero no saquear las tiendas y casas judías;
- No dañar los negocios no judíos;
- Y no molestar a los extranjeros, aunque fuesen judíos.
En cuanto los oficiales de la Gestapo quedasen liberados de las responsabilidades de control, debían detener a todos los judíos varones que cupiesen en los calabozos locales, sobre todo hombres acaudalados y no excesivamente mayores. Durante la mañana del 10 de noviembre y a lo largo de todo ese día y el siguiente, la Gestapo de Krefeld procedió a detener a 63 hombres judíos de edades comprendidas entre los diecinueve y sesenta y seis años. Después de pasar varios días en la cárcel local de Krefeld, estos hombres fueron enviados junto con varios cientos de judíos de la región del Rin y del Ruhr al campo de concentración de Dachau, situado a las afueras de Muchich. En Dachau, los hombres recibieron un anticipo de lo que tenían reservado para los judíos que permanecían en Alemania. Estos hombres judíos, en su mayor parte, fueron liberados al cabo de tres o cuatro semanas, después de que sus familiares pagasen el billete de vuelta y después de haber aportado pruebas de que ya habían hecho los preparativos para emigrar.
La experiencia de los judíos que no habían sido enviados a Dachau no fue menos terrorífica. Aunque la mayoría de los ciudadanos alemanes sólo presenció el pogromo y no participó en él, muchos se sentían avergonzados por ello, y algunos incluso ayudaron a los judíos durante aquel proceso*.
*Ian Kershaw, en su estudio sobre la actitud del pueblo en la Alemania nazi, sostiene que los ciudadanos reaccionaron al pogromo con "un gran movimiento de desaprobación. [...] La afirmación de Goebbels de que el pogromo había sido la "respuesta espontánea" del pueblo alemán ante el asesinato de Vom Rath era universalmente reconocida como rídicula". Popular opinion and political dissent in the Third Reich, op, cit., págs. 262-263.
La experiencia de los judíos que no habían sido enviados a Dachau no fue menos terrorífica. Aunque la mayoría de los ciudadanos alemanes sólo presenció el pogromo y no participó en él, muchos se sentían avergonzados por ello, y algunos incluso ayudaron a los judíos durante aquel proceso*.
*Ian Kershaw, en su estudio sobre la actitud del pueblo en la Alemania nazi, sostiene que los ciudadanos reaccionaron al pogromo con "un gran movimiento de desaprobación. [...] La afirmación de Goebbels de que el pogromo había sido la "respuesta espontánea" del pueblo alemán ante el asesinato de Vom Rath era universalmente reconocida como rídicula". Popular opinion and political dissent in the Third Reich, op, cit., págs. 262-263.
Fuente
Johnson, Eric A.. (2002). El terror nazi. Barcelona y Buenos Aires: Editorial Paidós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario