13 dic 2018

Homosexualidad y prostitución entre los nahuas y otros pueblos del posclásico

Se pinta el rostro, se pinta las mejillas, se oscurece los dientes, se pone grana cochinilla en los dientes, sus cabellos caen sueltos, peinados a la mitad, se hace cuernos con sus cabellos. Se contonea, anda con desvergüenza, anda levantando la cabeza, anda moviendo la cabeza con altanería...
Códice Florentino


El fragmento de este bello texto traducido del náhuatl describe con viveza a una ahuiani, término que significa "alegre" y que los españoles equipararon al de "prostituta". Llama la atención tanto el maquillaje, el hecho de pintarse los dientes y tener el cabello suelto, como las actitudes provocativas al caminar. Todo este retrato contrasta con los ideales de reserva y de discreción que aparecen en los consejos que las madres daban a sus hijas.

Ahuianime

Encontramos esta oposición entre mujeres "honestas" y "desvergonzadas" en un contexto ritual, precisamente en la ciudad de Tlaxcala. Se trata de la descripción de la fiesta de quecholli, dedicada a Mixcóatl, dios tutelar de los tlaxcaltecas, cuando "se manifestaban las mujeres públicas rameras y deshonestas". Estas ahuianime eran destinadas al sacrificio y se dice que, al realizar una procesión en las calles de la ciudad, "iban maldiciendo a sí mismas y tratando de deshonestidades infamando a las mujeres buenas recogidas y honradas". Añade el texto que estas mujeres "deshonestas" iban acompañadas "de los hombres afeminados y mujeriles en hábito y traje de mujer".

Porque aun allende de lo que arriba hemos hecho relación a Vuestras Majestades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado.

Este juicio de Hernán Cortés aparece en más de un autor españoles, conquistadores en su mayor parte, así como cronistas religiosos o historiadores. Muchos son los que afirman la presencia generalizada del "pecado nefando contra natura" entre los indios. La opinión de la mayoría de los misioneros y de los autores de origen indígena es, sin embargo, muy diferente: destacan la ausencia de "sodomitas" en el grupo indígena al cual se refieren o bien la existencia de castigos rigurosos para los homosexuales.

Estamos sin duda frente a dos discursos opuestos sobre un tema particularmente sensible para la gente de la época. Si la justificación de la conquista requiere la denuncia en bloque de las costumbres indígenas (es notable la asociación frecuente, en los escritos de los conquistadores, de las acusaciones por la práctica de la antropofagia, de los sacrificios humanos y de la sodomía), en el otro extremo, la defensa de los indios se acompaña casi sistemáticamente del elogio de la moral precolombina y de su condena de la homosexualidad.

Sin duda la conquista de América puede considerarse como una prolongación de la reconquista española. No sorprende, entonces, que se pusiera a los indios del Nuevo Mundo en el lugar del enemigo musulmán, a quien frecuentemente se le acusaba de homosexualidad. Así, la práctica del "pecado nefando" constituye uno de los argumentos esgrimidos por Juan Ginés de Sepúlveda en su tratado sobre "las justas causas de la guerra contra los indios". Mientras que los religiosos destacan los aspectos "positivos" de las costumbres precolombinas que pueden servir de base para la creación de una futura cristiandad indígena. 

Las actitudes españolas frente a la prostitución fueron más ambiguas y más complejas. Aunque generalmente mal calificada, la institución misma de la prostitución no fue condenada por la mayoría de los autores españoles. Por ejemplo, el franciscano Toribio Benavente o Motolinía escribe:

Teníase costumbre entre los moradores de la Nueva España que hubiese mujeres públicas permitidas, como entre fieles, de manera que en esto tenían aquella manera que entre fieles se tiene, y era orden política para evitar mayor mal como éste es de adulterios y de estupros, bestialidades...es derecho civil favorecedor de la república por el bien común permitir esto, en lo cual parece que estos naturales no carecían del jus civile gentium.

Por su parte, Fernández de Oviedo, un autor conocido por sus puntos de vista negativos respecto a los indios, dice, al hablar de los nicaraos de América Central: 
"también hay mancebías é lugares públicos para las tales [prostitutas]. Pues aquestas tales lupanarias moradas entre cristianos se admiten por excusar otros daños mayores, no me parece mal que las haya entre aquesta gente, pues que hay cuylones (llaman cuylon al sodomita)".

La idea de que la prostitución era un "mal menor" que impedía la difusión de otros vicios, tales como la homosexualidad, era común en Europa. En Florencia, a principios del siglo XV, se favoreció legalmente la prostitución femenina con el objetivo de evitar que los hombres se desviaran a la homosexualidad.

Los indígenas frente a la homosexualidad y la prostitución
Según hemos visto, en las fuentes españolas dominan los juicios morales acerca de homosexuales y prostitutas. Conviene entonces proseguir con los testimonios redactados en lengua indígena, en particular en náhuatl. Vale la pena citar in extenso la descripción del homosexual que se presenta en la obra de Sahagún:
Sodomita, puto (cuiloni, chimouhcui). Corrupción, pervertido, excremento, perro de mierda, mierducha, infame, corrupto, burlón, escarnecedor, provocador, repugnante, asqueroso. Llena de excremento el olfato de la gente. Afeminado. Se hace pasar por mujer. Merece ser quemado, merece ser abrasado, merece ser puesto en el fuego. Arde, es puesto en el fuego. Habla como mujer, se hace pasar por mujer.

Para las ahuianime, los juicios indígenas parecen igualmente negativos, como lo manifiesta la siguiente descripción:
La prostituta es una mujer malvada. Con su cuerpo se hace lujuriosa.  Es vendedora de su cuerpo, constante vendedora de su carne. Joven malvada, anciana malvada. Borracha, ebria, fuertemente ebria, fuertemente borracha...Es la que se entrega sin reflexión, la que se entrega, flor que copula, anciana lasciva, culo lujurioso, anciana de culo lujurioso, anciana fofa. Mierducha, perrilla de mierda, se echa a perder como una perra.


López Austin nota que la relación entre homosexualidad y enfermedad es evidente en el término cucuxcui, que significa "enfermo, tullido, mustio, puto, afeminado". El rechazo del homosexual se encuentra asimismo en la expresión amo tlacayotl, ayoctlacayotl que significa "inhumanidad, ya no hay humanidad, pecado contra natura".
El repudio a las ahuianime aparece en otro texto de los informantes de Sahagún donde la influencia occidental es casi inexistente; se trata de un violento diálogo entre mujeres donde abundan los insultos, entre ellos se acusan de auiyanito, "pequeña ahuiani". Sin embargo, algunos testimonios hablan también, en algunos contextos, de una cierta "tolerancia" hacia los homosexuales y travestis. Así como el hecho de que las ahuianime estaban integradas de cierta manera a la sociedad.

¿Existió la prostitución en la época prehispánica?
Algunos autores han sostenido que "la existencia de una prostitución comercial en la época prehispánica no es evidente". La pregunta, de alguna manera, empieza por la existencia o ausencia de un pago los servicios de las ahuianime. Es difícil dar crédito al juicio de fray Juan de Torquemada quien afirma que "las que se daban a este vicio [la prostitución] en tiempo de su gentilidad, no era con interés de paga, sino sólo con bestial apetito de sensualidad".

En cambio, entre los nicaraos, Fernández de Oviedo afirma que "hay mujeres públicas que ganan é se conçeden a quien las quiere por diez almendras de cacao de las que se ha dicho que es su moneda". Otro testimonio del pago a las ahuianime se encuentra en un pasaje relativo a la fiesta de izcalli, fiestas religiosas que se llevaban a cabo cada 20 días, en las que algunos esclavos o cautivos de guerra eran sacrificados como representantes de deidades. En el caso de la veintena de izcalli, un joven guerrero, personificador del dios del fuego Ixcozauhqui, iba a ser inmolado: 

Y una ahuiani se hacía su guardia [del representante de Ixcozauhqui]; lo divertía constantemente, lo acariciaba, le decía bromas, lo hacía reir, le hacía cosquillas, gozaba en su cuello, lo abrazaba, lo bañaba, lo peinaba, arreglaba su cabello, destruía su tristeza. Y cuando era el momento de la muerte del bañado [del futuro sacrificado] la ahuiani se llevaba todo. Envolvía, guardaba todas las pertenencias del bañado, todo lo que había usado para vestirse.

Testimonio excepcional en verdad por su realismo, que nos hace penetrar en la intimidad de un hombre a punto de morir y de la mujer que compartía sus últimos momentos. El término usado para referirse al "pago" de la ahuiani es tlatquitl que significa "hacienda o vestidos". Parecería entonces que la mujer obtenía las propiedades del guerrero sacrificado, o bien sus vestidos y atavíos. Esta última posibilidad -quedarse con la vestimenta del dios- abre perspectivas de interpretación que van más allá de un simple pago. En efecto, especulando un poco se podría plantear la posibilidad de que la ahuiani apareciese en este contexto como la vencedora del guerrero. Numerosos mitos ilustran los peligros que corren los dioses guerreros al tener contacto con mujeres y no se puede descartar que la ahuiani, en contextos rituales, representara a una de estas diosas que provocaron la caída y muerte de valerosos guerreros divinos.

Travestismo en Mesoamérica
Uno de los primeros testimonios se debe a Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien describe para la región de Texas "hombres casados con otros, y éstos son unos hombres amariconados, impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres". Fray Antonio Tello nos ofrece interesantes datos sobre los indios de Sonora donde los españoles "hallaron mozos en traxe de mujeres". Cuando un español amenazó con quemarlos, varias mujeres intervinieron para tomar valerosamente la defensa de los jóvenes travestis, lo que no dejó de sorprender a los conquistadores. La actitud de las mujeres de proteger a los berdaches es muy llamativa. Recuerda la profunda integración o incluso la amistad que describe María Chona, mujer pápago, hacia un berdache a finales del siglo XIX. La viveza del testimonio justifica esta larga cita:
Las muchachas solíamos pasar todo el día con el hombre-mujer, Noche Brillante. Iba con nosotros a cortar quelites, y podía cargar más y aguantaba más tiempo escarbando que cualquiera de nosotras...Nuestros maridos nos hacían bromas. "¿Cómo vamos a saber si estos niños que andan corriendo en la casa son de nosotros? Siempre estamos en los cerros y en los campos. El que está con las mujeres es Noche Brillante." Luego se reían...Cuando estábamos ya a solas, nos preguntaban: "¿De veras se porta bien?". Y contestábamos: "Sí, tal como una mujer. Ya hemos olvidado que es un hombre".
Varios trabajos etnográficos confirman, más de cuatro siglos después de la conquista, la persistencia de los berdaches en las zonas septentrionales. Regresando al siglo XVI, Bernal Díaz del Castillo describe hombres vestidos de mujer en la costa del Golfo de México. Y señalemos, para acabar, un encuentro singular de Nuño de Guzmán con un guerrero disfrazado de mujer, notable por su valentía, entre los guerreros de Cuitzeo (Jalisco). Con el pretexto de que, así vestido, se entregaba a la prostitución, el conquistador lo condenó a la hoguera.
Si bien algunos testimonios mencionan berdaches en el México central, en particular en la región de Tlaxcala, muchos otros presentan al travestismo como una práctica infamante o en relación con leyes que lo condenan. Así, cuando los habitantes de Coyoacán quieren provocar a los mexicas, los invitan a una fiesta solemne:

donde después de haberles dado una muy buena comida y festejado con gran baile a su usanza, por fruta de postre les enviaron ropas de mujeres, y les constriñeron a vestirselas y volverse así con vestidos mujeriles a su ciudad, diciéndoles que de puro cobardes y mujeriles, habiéndoles ya provocado, no se habían puesto en armas.

Siguió una guerra entre ambas ciudades. Por supuesto, no se hizo esperar la respuesta de los mexicas y poco después de vencer a los de Coyoacán "toda la nobleza guerrera de los tenochcas [llevaron] naguas de algodón y camisas mujeriles de algodón para dárselas como presentes". En otras circunstancias, los mexicas expresaron de manera metafórica su derrota frente a los españoles declarando que estos últimos les pusieron "naguas de mujeres". Esta relación entre travestismo y humillación se encuentra en la provincia de Michoacán en donde se obligaba al cazador torpe a ponerse una falda que lo excluía simbólicamente del mundo masculino.

De manera general, la moral precolombina exalta la virilidad y reprueba todas las manifestaciones afeminadas. Varios autores mencionan una ley que castiga con la muerte "al hombre que andaba vestido en hábito de mujer y la mujer que andaba vestida en hábito de hombre". 

Y, en efecto, encontramos algunos ejemplos de mujeres travestistas, siempre en relación con actividades viriles. Al morir Carocomaco, señor de Tzacapu (Michoacán), lo sucedió su mujer Quenomen. Para hacerse temer, Quenomen revistió las insignias militares características de su nuevo poder: se pintó "dos bandas de negro por la cara" y llevó "una rodela y una porra en la mano". Entre los mexicas aparece un fenómeno similar aunque invertido, puesto que el personaje político más importante después del tlatoani era el cihuacóatl, individuo masculino pero representante de la diosa de la tierra.



Bibliografía
Pablo Escalante Gonzalbo y Pilar Gonzalbo Aizpuru, (2004) Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica.

9 dic 2018

La cortesía, afectos y sexualidad en la antigua sociedad nahua

Saludos
El gesto más enfático de bienvenida, un auténtico homenaje, que era empleado por los representantes de una comunidad que recibía a un visitante distinguido, consistía en besar la tierra. Se hacía una genuflexión y una reverencia, de tal manera que la cabeza quedara cerca del piso. Con una mano se tomaba algo de tierra y esta tierra se acercaba a la boca para besarla. A este saludo se le llamaba tlalcualiztli, o "comimiento" de tierra.


La genuflexión y la reverencia eran formas de saludo muy usadas frente a personas jerarquía superior, y en ocasiones iban claramente acompañadas del propósito de evitar el contacto visual con la persona a quien se saludaba. Por ejemplo, ningún cortesano o mensajero que se aproximara al tlatoani podía mirarlo a los ojos, e igualmente en la educación de las doncellas se les insistía mucho en mantener la cabeza agachada a la hora de saludar o cruzarse en el camino con cualquier otra persona. Quien levantaba la cabeza y se atrevía a mirar al rey podía recibir la pena de muerte; la muchacha que se atreviera a mirar a los ojos a alguien con quien se cruzaba en el camino era reprendida con un pellizco. Estos pellizcos eran una especialidad de las viejas ayas que acompañaban a las doncellas a todas partes y las hostigaban constantemente. 

En primer lugar es interesante observar que existen algunas diferencias en las palabras de saludo de nobles y macehuales, así como las hay entre hombres y mujeres. No todas son perceptibles, sin embargo, en la traducción al español. Los nobles, hombre y mujer, dicen ma nimitznotlaxillitzino (no te vaya yo a empujar), mientras que los hombres macehuales dicen ma nimitznotlaxilli (con el mismo significado). Los hombres nobles dicen ma timovetzitzino (no te vayas a caer), y las mujeres nobles dicen ma timococotzino (no te vayas a lastimar); mientras que los macehuales, ambos, dicen, ma timovetziti (no te vayas a caer). En todos los casos, los nobles están usando el elegante reverencial verbal —tzino, imposible de traducir al español, fórmula que no suelen usar los macehuales en contextos comunes. La expresión de saludo usada por los macehuales, ma nimitzmauhti, "no te vaya yo a asustar", exprese un temor de tipo mágico por la salud del interlocutor; pues se creía que el susto podía ocasionar que el alma superior, llamada tonalli, se saliera de la cabeza, lo cual daría pie a una peligrosa enfermedad. Es interesante que la expresión "no te vaya yo a asustar" no se ponga en boca de los nobles, y pudiera indicar que desde la época prehispánica "el susto" era una enfermedad más propia de la creencia popular que de la ideología de las elites. 

En general, los saludos consisten en la expresión de interés o preocupación por la otra persona y en la demanda de aproximación.

La prohibición del pleito
Las escenas de pleito entre macehuales y las presuntas riñas de los nobles son tan diferentes que será necesario referirnos a ellas por separado. Veamos primero las palabras que el documento atribuye a los nobles que tienen un altercado.
Así riñen los pipiltin. Cuando ya se enojaron, se dicen: "iMi hermanito! ¿Qué me dices? Nada más asienta, calla tu palabra. No te lastimes. Primero escucha, mi hermanito; eso que dices, tu palabra, en verdad se muestra como si fueras ciego; vas a caer en un agujero. Sólo ándate con cuidado, no vayas desvariando. Sé prudente, busca ser respetado. Tal vez nuestra manera de vivir/debes adquirirla/. No consideres la baba, la saliva. No escuches palabras mujeriles, ¿Qué dices? iOh, cómo! Acaso tu lugar de hablar no es otro que el lugar de las cuatro piedras, el lugar del metate. Tú eres hombre; sólo sé robusto), mi hermanito. Quizá ya en algo se acaba el enojo de tu palabra, mi hermanito. Ya asienta tu corazón, ya descansa". De esta manera hablan cuando se encuentran.
Las mujeres pipiltin así riñen cuando por algo se agreden. Se dicen: "Mi niñita, mi venerable mujer pilli. Sólo siéntate, mi niñita. Solamente ve aprendiendo; reconoce la enfermedad. ¿Qué dices? Acaso ése es nuestro oficio. Ve conociendo el que es tu modo de vivir, tú que eres una mujer pilli, lo que no es conveniente que hagas. Busca ser respetada; hónrate, mi muchachita. Asienta tu venerable corazón. Quizá algo te lastimarás". Termina el reñimiento.

Los hombres macehualtin así riñen. Se dicen: 
"Apártate, bellaco, hombrecillo; no sea que te empuje. Vete por allá perrote, perrote; no sea que te patee, no sea que te moje la nariz. Vete por allá, bobo, torpe; gordo macehual, gordo huérfano. ¿Quién eres tú? ¿A quién conoces? Pavote. Ciertamente eres un bellaco. Bobo. Vete por allá. ¿Qué me vas a hacer, hombrecillo? Me lo harás, bellaco. ¿Acaso me morderás? ¿Acaso me tragarás?. Aquí él anda burlándose, anda gritando, anda dando voces. Acaso aquí [le dice]. Eres tonto. Estás desvariando. Gran canasto de tontería. Ya no sabes nada. Atolondrado. ¿Acaso bebiste mucho? Beodo, desembriágate; no suceda que caigas sobre nosotros. Borracho. No sea que te acabe el pulque. Mierdota haraposa, mierdota andrajosa. Desmelenadote. Gran escandaloso. Gran ocioso. Gran huidizo. Dos son sus lenguotas: anda divulgando las cosas entre la gente. Carota de piedra de moler. Cabezota rasguñada. Tuertote, ciegote. Gran adúltero. También dice: ¡De manera que bien eh! Seso tes de papel viejo. Gran ladrón. Gran escandalizador de la gente. Gran mentiroso. Desollado. Gran tlacatecolotl ¡Cómo! ¿Nos lo harás, bellaco? ¿Qué nos harás? ¿Acaso serás el agua, serás el cerro? ¿Tít, macehualucho? Aunque ya es mucha su difamación, acaso [le dice todavía] ¿Cómo nos lo harás? ¿Acaso así nos despreciarás? ¿Acaso tú eres nuestro noble, nuestro señor? Pues eres semejante a un perro, a un pavo. En donde la mierda, en donde la basura está tu lugar de vivir. ¡Quédate ahí, bellaco! Se va gritando".

Sexualidad y matrimonio
Aquella imagen bien conocida del Códice Mendocino, en la cual aparecen un hombre y una mujer, sentados en una estera y unidos por medio de un nudo que enlaza sus ropas, representa una boda tal como se describen también en las fuentes escritas. Todos los parientes se congregaban en el patio y asistían a un fabuloso banquete, comían y bebían durante toda la noche mientras los jóvenes esposos permanecían sentados en el petate. La madre de la novia se levantaba para alimentar al muchacho, tomaba la comida con su mano y la ponía en la boca de él; otro tanto hacía el padre del novio con la muchacha. Concluido el banquete (suponemos que en la mañana del día siguiente), los parientes se retiraban, y la joven pareja se quedaba, recluida en una habitación. Durante cuatro días permanecían sin tener relaciones sexuales; se bañaban al alba y a la media noche. Al llegar el quinto día, la pareja consumaba el matrimonio. Para la gente del pueblo ésa era toda la fiesta; pero entre los nobles se acostumbraba una tornaboda, que tenía lugar el sexto día. Si la esposa resultaba no ser virgen, lo cual habría descubierto el esposo el quinto día, el hecho era comunicado a los parientes en la tornaboda, de la siguiente manera: a todos los comensales se les entregaba un canastillo con tortillas, pero uno de los canastillos repartidos tenía una oradación en la base. Todos comían y, en algún momento del banquete, uno de los invitados descubría que las tortillas se le salían del canasto, y le caían migajas. Al verificar que el canasto estaba roto, el comensal lo arrojaba lejos de sí con desagrado; de ese modo todos conocían la noticia, y manifestaban su reprobación a la familia. Después de ello, el joven tenía derecho a repudiar a la esposa. 

Entre la nobleza nahua, la virginidad de la mujer era muy importante. Es por ello que las familias pillis vigilaban constantemente a sus hijas doncellas, que debían salir acompañadas por guardas. La que se atrevía a salir sola le punzaban los pies con unas púas. Sus guardianas las pellizcaban o flagelaban con ortigas si levantaban la mirada o volvían la vista atrás.


Códice Mendoza.

Los monarcas parecen haber sido los primeros en practicar castigos ejemplares. Se dice que, en Tetzcoco, un joven pilli saltó la barda del recinto en que se criaban las hijas del tlatoani para conversar con una de las muchachas. Mientras hablaban (y la fuente destaca que estaban ambos de pie, sin hacer otra cosa que conversar), fueron descubiertos. El muchacho huyó, evitando el castigo, pero la joven no corrió con la misma suerte. El señor de Tetzcoco pensó que quedaría "muy deshonrado si a tan mal hecho no le diera su castigo", por lo que ordenó que su hija fuera ejecutada.

Conjuro para atraer a la amada
En el cristalino cerro donde se separan las voluntades, busco una mujer y le canto amorosas canciones, fatigado del cuidado que me dan sus amores...Y traigo en mi ayuda a mi hermana la diosa Xochiquétzal...Este amoroso cuidado me trae fatigado y lloroso ayer y antier, esto me tiene afligido y solícito. Pienso yo que es verdaderamente diosa, verdaderamente es hermosísima y estrenada; me hela de alcanzar no mañana, ni esotro día, sino luego al momento...Yo el mancebo guerrero que resplandezco como el sol y tengo la hermosura del alba; ¿por ventura soy yo algún hombre de por ahí?...Yo vine y nací por el florido y transparente sexo femenil...¿por ventura traigo yo guerra? No es guerra la mía sino conquista de mujer.
Hernando Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones..., tratado III, cap. II.

En cuanto a los hombres, parece ser que también se cuidaba su castidad estrictamente. Sin embargo, sabemos que a los pillis, "los hijos de señores y principales, o de hombres ricos", "permitíaseles o disimulábase con ellos tener mancebas". Había para el efecto una práctica establecida. El joven solicitaba a los padres de la muchacha que le otorgaran a su hija como manceba; generalmente el asunto se hablaba con la madre. Esta relación sin compromiso matrimonial duraba mientras la muchacha no quedara embarazada. Cuando esto último ocurría, el joven podía tomar a la muchacha como esposa o repudiarla, en cuyo caso los padres buscaban otro marido para su hija. Esta relación era claramente asimétrica, se establecía entre un hombre noble y una mujer popular.
Ahora bien, ¿en qué circunstancias podría un joven noble haber aceptado casarse con una muchacha del pueblo que había quedado embarazada? Después de casarse con una mujer noble, lo cual era obligado, el joven pilli podía seguir teniendo relación con otras mujeres (el adulterio ocurría sólo cuando una mujer casada tenía relaciones con otro hombre), así que podía seguir frecuentando a alguna de sus antiguas mancebas, y eventualmente aceptarla como esposa adicional. El número de esposas adicionales que un noble podía tener no parece haber tenido otro límite que su capacidad para mantenerlas. Los grandes señores llegaban a tener cientos de ellas.

Es interesante observar que las restricciones que se le marcan a los hombres solteros, y muy especialmente a los nobles, no son rígidas y no señalan la imposibilidad absoluta de una relación prematrimonial. Es decir, mientras que a la joven se le impone una prohibición absoluta, cuyo incumplimiento acarreaba la muerte, al joven se le indica que por su salud es conveniente que espere a la edad adecuada para tener relaciones sexuales, para que "amacice" bien y no pierda la salud. Es probable que los nahuas vieran la pérdida de la salud como el principal motivo para pedirles a los jóvenes que tuvieran paciencia, pero también es probable que les haya preocupado la posibilidad de que los adolescentes muy jóvenes y atrabancados fueran a tener relaciones con una mujer casada, en cuyo caso les esperaba la pena de muerte, no por la relación sino por el hecho de haberla tenido con una mujer casada.



Bibliografía
Pablo Escalante Gonzalbo y Pilar Gonzalbo Aizpuru, (2004) Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica.