30 nov 2016

Etiqueta de la casa de Austria (parte 2)

A pesar de la indudable influencia borgoñona, el ceremonial de la corte española tendría desde 1548 un carácter necesariamente sincrético, conservando múltiples elementos que provenían de la tradición castellano-aragonesa de los Trastámara. Un suceso se produjo con la llegada de Isabel de Portugal, tras su matrimonio con Carlos de Austria celebrado el 11 de marzo de 1526. Aunque en un principio la casa de la reina fue respetada y mantuvo la estructura establecida para su servicio en España, las Cortes de Madrid de 1528 reivindicaron que las altas dignidades fueran personas del reino de Castilla, que conociesen sus costumbres, y no exclusivamente portugueses, como así Juan III, el hermano de Isabel, lo había establecido, iniciándose una reforma. 


Aún así, las etiquetas eran muy parecidas ya que, cuando María de Aragón, hija de los Reyes Católicos y madre de Isabel de Portugal, falleció, su hija heredó muchos de los antiguos oficiales que le habían servido. Se trataba entonces de castellanizar su casa con el propósito de que cuando su marido abandonase España, Isabel tuviera que ejercer como regente, se hubiera ganado el favor de la corte. 
Cuando Juan Sigoney redacta en Valladolid la etiqueta para la organización de la casa de Felipe II, se observa como convivieron sus reglas con diversas costumbres regias del protocolo de Castilla, Aragón y Portugal. 
Antes de la llegada a España del protocolo borgoñón, el número de oficiales era muy reducido. La casa de Juana de Austria, que guardaba la estructura castellana establecida por Isabel I, poseía una organización similar formada por capilla, cámara y caballeriza, constó de una servidumbre formada por 34 personas y, más tarde en los primeros años del siglo XVI tan sólo de 151 frente a los 665 que se establecieron para el servicio del príncipe Carlos el 25 de octubre de 1515.

Estructura de la Casa Real
Estaba articulada en cuatro dependencias: la Casa Real propiamente dicha, dirigida por el mayordomo mayor, encargado de la administración, alimentación y alojamiento del monarca, la familia real y todos los criados; la Cámara Real, cuyo jefe era el sumiller de corps, encargado del servicio personal del monarca; la Real Caballeriza, encabezada por el caballerizo mayor, encargado del transporte y, finalmente, la Real Capilla, a cuyo frente se situaba el limosnero mayor, dedicado a supervisar todo lo referente al servicio religioso en el Alcázar.

La asistencia médica al monarca, su familia y todos los criados de su casa estaba encomendada a una serie de profesionales, ordenados jerárquicamente en: médicos de cámara, médicos de familia, cirujanos, sangradores y sangradores del común. 

  • Los médicos de cámara constituían la más alta categoría médica que se podía alcanzar al servicio real. Eran los encargados de tratar cualquier tipo de dolencia del rey, la reina, los príncipes e infantes. Diariamente visitaban a la reina y a los infantes para comprobar su estado de salud. Tenían un control exhaustivo sobre los alimentos y bebidas que tomaban.
  • Los médicos de familia: Estaban encargados de la salud de todos los criados de la Casa Real, desde el mayordomo mayor hasta el último de los mozos de oficio. Eran doce médicos de familia, ocho para la Casa del Rey y cuatro para la Casa de la Reina. La primera noticia que tenemos de ellos es en las etiquetas de la reina Ana de Austria.
  • Cirujanos: Sus obligaciones eran las mismas que las de los médicos de familia.
  • Sangradores: Eran tres al servicio exclusivo del rey. No podían abandonar la ciudad sin permiso del mayordomo mayor y siempre debían estar preparados para cualquier desplazamiento real. 
  • Sangradores del común: Uno para todos los criados reales.
La etiqueta borgoñona para la casa de la reina no se impuso hasta el reinado de Felipe II, pues la madre de Felipe adoptó las maneras portuguesas durante su reinado. Las primeras etiquetas para el gobierno de la casa de la reina aparecen cuando Felipe II las dicta para su cuarta esposa, Ana de Austria. La casa de la reina tenía idéntica estructura a la del rey, sólo se diferenciaba en la Cámara Real. Ésta estaba dirigida por la camarera mayor, que tenía a su cargo a toda una serie de mujeres encargadas del servicio personal de la reina, desde su acompañamiento (damas de honor, dueñas de honor y damas) hasta encargadas de su aseo, vestimenta y limpieza de su cuarto. 

Ana de Austria

De una manera desmesurada, Carlos II, El Hechizado, sucesor de Felipe IV y último rey de la dinastía de Habsburgo, siguió las normas dictadas por el protocolo borgoñón en su búsqueda de recuperar el fausto de sus antepasados, a consecuencia de sus problemas de salud y de la situación de España en decadencia respecto a otras épocas. Cabe mencionar que el protocolo borgoñón no desapareció con la llegada de la casa de Borbón, a pesar de la corte afrancesada de Felipe V, el primer Borbón en España, mantuvo muchas tradiciones de los Habsburgo. Por ejemplo, la utilización de la pila de Santo Domingo de Guzmán en el ritual de bautizo se ha conservado.


Bibliografía
Baladejo Martinez, María. (2008). Fasto y etiqueta de la casa de Austria. Noviembre de 2016, de Revistas Científicas de la Universidad de Murcia Sitio web: http://revistas.um.es/

https://www.protocolo.org

Etiqueta de la casa de Austria (parte 1)



Desde la introducción de la etiqueta borgoñona en la corte española a mediados del siglo XVI, cambió la forma de ver al rey y el modo de rendirle culto con la creación de una barrera física y simbólica. Sin embargo, el ceremonial borgoñón no permaneció ajeno a otras influencias, algunas de las tradiciones castellanas, aragonesas y portuguesas de los anteriores monarcas convivieron junto a la etiqueta de Borgoña. 

El primer paso de incorporación de esta tradición se produjo cuando Felipe de Habsburgo, esposo de Juana I de Castilla, expresó la intención de que su primogénito creciera en la ciudad de Gante bajo los dictados de esta etiqueta, una usanza que posteriormente Carlos V quiso perpetuar a través de su hijo Felipe II quien, a diferencia de su padre, fue educado en España siguiendo los principios de la sobria y austera etiqueta castellana. 

Felipe de Habsburgo y Juana de Castilla

Varios hechos que disgustaron notablemente al emperador Carlos en dos de sus visitas a España, lo llevaron a la determinación de establecer estas fórmulas consideradas más apropiadas para el tratamiento y servicio de un soberano. En primer lugar la fuerte oposición que encontró a su llegada a Zaragoza y segundo, su entrada en el puerto de Asturias en 1517. Según Lisón Tolosana, cuando se produjo el desembarco de las cuarenta naves de Carlos en la ciudad de Asturias “La joyeuse entreé se la dieron unos desarrapados lugareños desconfiados que, temiendo lo peor, salieron a defenderse con palos y cuchillos. El elegante cortejo borgoñón encontró la comida detestable, los alojamientos horribles y las comunicaciones pésimas”. Todo ello junto a las continuas humillaciones a las que se vio sometido Carlos antes de ser jurado rey por las cortes aragonesas, su descontento ante el trato, el carácter poco refinado de los caballeros castellanos y la escasa cultura de algunos nobles, que no conocían ni el francés ni el latín, le resultaron de escasa distinción para la corte de su hijo y para una de las cortes europeas más importantes. Junto a ello, cuando Carlos V celebró su victoria en Mülberg el año de 1547, vio más adecuado que su hijo fuese presentado como sucesor en los Países Bajos. 

El propio Carlos, en el momento de ser proclamado emperador, creyó conveniente incrementar su lujo. Para ello estimo oportuno recuperar ciertas fórmulas de las antiguas ordenanzas de la Casa de Borgoña con el fin de mantener la riqueza de la dinastía que le precedía y, también como estrategia para equiparar sus glorias y su persona a las del emperador Carlomagno. De este modo, cuando Carlos V fue coronado, lo hizo siguiendo la ceremonia de la triple coronación de época carolingia. Como rey romano tomó como asiento el propio trono de Carlomagno en Aquisgran, a continuación “recibió en Bolonia la corona de hierro de Lombardía y, fnalmente la corona imperial”. Se trataba de restaurar de nuevo el Imperio adoptando las costumbres y rituales que le caracterizaban por lo que, esta etiqueta, fruto además de estos ceremoniales, resultaba idónea para encarnar esta fgura, vista como el “ideal del soberano europeo universal y como un competente paladín de la religión cristiana y de su Iglesia”.

Esta concepción del rey como un hombre con matices sacros, que llegó hasta la corte de Felipe II, tenía su origen en el ceremonial bizantino, punto de partida del protocolo borgoñón y del protocolo castellano-aragonés, ambos vinculados a la casa de Austria en España. El protocolo desarrollado en la ciudad de Constantinopla, la antigua Bizancio, impuso las bases del ceremonial cortesano y una de las premisas más importantes para sostén de la monarquía: la divinización de la persona del emperador.

El grado de esplendor y elegancia que proporcionó este protocolo a la corte bizantina fue tal, que cuando Carlomago y, posteriormente, Otón I de Alemania tomaron la decisión de restaurar el poder imperial, retomaron sus símbolos y ceremoniales. Asimismo, Borgoña, situada muy cerca de la franja oriental, heredó los usos y hábitos del Imperio Bizantino y, gracias a su creciente economía, la independencia política de la que gozó desde el siglo IX y su interés de propagar una imagen que se equiparara a la de otras cortes europeas de mayor rango, mantuvo a lo largo de los siglos estas tradiciones convirtiéndose en un referente desde el punto de vista de las costumbres.

Coronación de Carlomagno

Las primeras ordenanzas destinadas a regir el gobierno de la casa de los duques de Borgoña nacieron en el siglo XI, tomando como base la etiqueta de Bizancio mandada redactar en el siglo X por Constantino X en el códice llamado De ceremonias aulae bizantine el cual, sirvió además como modelo para Occidente. Gracias a la descripción de Louis Bréhier se puede conocer este complejo protocolo del cual algunos rasgos se mantendrán posteriormente: 

“El pappias (portero) abría las puertas de palacio a la salida del sol. Un cubiculario despertaba al basileus dando tres golpes en su puerta con una llave. El emperador, una vez vestido, se dirigía a la sala del trono, donde oraba delante de un icono, luego concedía audiencia a sus consejeros o a los extranjeros. Cuando ya les había despedido, el pappias agitaba sus llaves para hacer salir a todo el mundo y el palacio se cerraba a la hora tercera (…) a excepción de los banquetes solemnes determinados por el calendario de la corte, el basileus comía en su familia, servido no por altos dignatarios sino por esclavos, y sin más ceremonia de la que podía tener cualquiera de sus súbditos (…) el gran palacio poseía sus santuarios en los que los sacerdotes de la capilla celebraban los oficios, y algunos emperadores gustaban de unirse a los a los coros de los cantores”.

Gobernada desde el siglo XI por la dinastía de los Capetos y, más tarde por la dinastía de los Valois, Borgoña logró no sólo mantener su carácter acaudalado sino también su cultura. 

Precisamente, modos y normas tan ceremoniales y estrictas se pueden apreciar siglos más tarde en la descripción tan pormenorizada que ofrece Olivier de La Marche en su obra titulada Estat de la Maison du Duc Charles de Bourgoingne, dit le Hardy, acerca de las ordenanzas que Felipe II de Valois mandó por primera vez redactar para establecer los modos y servicios dirigidos a su hijo Carlos el temerario en 1469. Estas memorias realizadas a petición de Eduardo IV de Inglaterra en el año 1473 y, dedicadas a Felipe el Hermoso, mostraban como la monarquía seguía manteniendo una etiqueta cuya prestancia y majestad convertía a la corte en una exhibición sublime. 

Hacía mediados del siglo XV “la elegancia exquisita de formas y maneras borgoñonas y la fastuosidad e imaginación de sus ceremonias y etiquetas habían alcanzado tal grado de perfección y virtuosismo que llamaron la atención de Europa y poco a poco comenzaron a ser imitadas en las cortes de Viena, París y Ferrara”. 

Maximiliano de Habsburgo y María de Borgoña

De este modo, cuando Maximiliano I de Habsburgo tomó por esposa a María de Valois, nieta de Felipe II de Francia y de María de Flandes, fue tal la impresión que le provocaron el lujo y la riqueza de este protocolo que no dudó en adoptarlo y en hacer de él algo propio de la dinastía de Habsburgo.
Así cuando su hijo, Felipe de Habsburgo asumió en 1494 el gobierno de sus territorios, llevó a cabo un intento de recuperar el esplendor del primitivo ceremonial de Borgoña, de cierta manera perdido tras la muerte de Carlos el Temerario, con las ordenanzas sucesivas que fue estableciendo. En primer lugar aprobadas en marzo de 1497 con el nombre de Eat de l´Hôtel de Philippe le Bel, Duc de Bourgogne, en I´an 1496, a Bruxelles y Notre Eat et Maison ensemble de notre tres chère et tres amée compaigne ´Archiduchesse, afn mesmentent que nous et elle soyyons doresnavant honnetement accompagnés y, posteriormente en la Ordonnance de 1500 aprobadas en Gante, en donde expresa su deseo de conservar la tradicional etiqueta mandada redactar por su abuelo. Esto mismo lo pone de manifesto Olivier de la Marche en Advis des grans offciers que doit avoir ung roy et de levy povoir et entrepise , un escrito dirigido a Maximiliano de Austria.

Asimismo, en la península Ibérica también se quiso perpetuar el legado bizantino, extendido a través del mundo musulmán en la corte astur-leonesa. Desde el siglo X, en el ámbito del mediterráneo se mantuvo “el prestigio del Palacio Imperial Bizantino que (…) cuenta con el De ceremonias aulae Bizantinae mandado redactar por Constantino VII (913-959)”. Y posteriormente, todas las cortes cristianas de la península lo imitaron e hicieron también del palacio un lugar de piedad y de celebración litúrgica a través de la capilla real.

Durante los siglos XII, XIII y XIV se fue consolidando esta nueva forma de vida palatina que dio lugar a que muchos monarcas europeos mandasen dejar por escrito sus etiquetas a lo largo de la Alta Edad Media. En Inglaterra, en el siglo XII, fue redactada la Constitutio Domus Regis y en Francia los ordenamientos del Hôtel real comenzaron a concebirse en 1261 con Luis IX, y van tomando forma hasta 1350. 

En lo que refiere a Castilla, fue a mediados del siglo XIII cuando apareció el código de Las Partidas. En él también se reglamentaban y describían los oficios, pero en esos momentos, sin el grado de excelencia de las ordenanzas de Aragón. La corte aragonesa de Pedro III, en 1282, poseía ya sus Ordinacions sobre lo regiment de tots los officials de la sua Cort y, éstas, "alcanzaron su perfección con las Leges Palatinae de Jaime II de Mallorca redactadas en 1337, que serán traducidas al catalán con escasos añadidos por Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, en sus Ordinacions de Cort de 1344, cuyo prestigio alcanzado fue tal, que sus ordenaciones fueron conocidas en toda Europa inclusive por los primeros duques de Borgoña pertenecientes a la dinastía de los Valois. 

Sin embargo, a través del llamado Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan, oficios de su casa y servicio ordinario de 1490, se puede corroborar que, después de la unión de los reinos de Castilla y Aragón, fueron las costumbres castellanas las que se fueron imponiendo hasta el punto incluso de establecer la casa de Felipe II, por el año de 1535, según la costumbre de Castilla. Conforme a ello, cuando Carlos de Austria comienza a reorganizar la corte (1516-1522, aproximadamente), a la manera de Borgoña, se dieron continuidad también a ciertas fórmulas propias de las casas de Castilla y Aragón que dieron lugar a la creación, hacía 1568, de un protocolo genuinamente español que no era otra cosa "sino el antiguo protocolo de la casa de Borgoña, modificado y completado con el tiempo".


Bibliografía
Baladejo Martinez, María. (2008). Fasto y etiqueta de la casa de Austria. Noviembre de 2016, de Revistas Científicas de la Universidad de Murcia Sitio web: http://revistas.um.es/


24 nov 2016

Felipe II de España (Parte 3)

Formación internacional
Tras la muerte de María Manuela de Portugal, y poco después del cardenal Tavera, Felipe se dedicó de lleno al gobierno. En 1546 falleció Juan de Zúñiga y el 10 de mayo de 1547 murió Francisco de los Cobos. De sus principales consejeros sólo el duque de Alba estaba vivo, pero en 1546 fue llamado a Alemania por el emperador para preparar una nueva campaña contra los protestantes. Para reforzar la autoridad del príncipe, Carlos V le nombró duque de Milán en 1546.

En 1547 acontecieron hechos importantes en Europa. Francisco I, Enrique VIII, Lutero, entre otros, los principales enemigos del emperador Carlos, habían muerto. Pero el propio emperador padecía de gota y veía cerca su final. Era urgente preparar a su heredero para el nuevo panorama político. A principios de 1548, Carlos ordenó que su hijo acudiera a los Países Bajos. La marcha de Felipe provocó disgusto en Castilla, que, teniendo un rey ausente, temían que lo mismo fuera con el príncipe. Maximiliano, el sobrino del emperador, quedo al frente de la administración de los reinos peninsulares y desposó a María, la hija mayor del emperador.

María de Austria, hermana de Felipe

El príncipe disfrutó de los festejos que se hicieron en su honor y se destacó tanto en los bailes como en los torneos. En el viaje por Italia conoció al pintor Tiziano, al que encargó algunos retratos. En Trento, a donde llegó el 24 de enero, el príncipe fue recibido por los prelados dependientes de Carlos V que participaban en el Concilio y por Mauricio de Sajonia. El viaje hacia los Países Bajos duró seis meses llenos de festejos. En abril de 1549 llegó a Bruselas, donde se reunió con su padre y con el principal consejero de éste, Granvela. Felipe tuvo dificultades con el idioma, lo que hizo que los nobles locales se formaran una mala impresión inicial. Pero el joven príncipe supo adaptarse a la situación y se ganó el favor de los nobles gracias a su participación en los festejos. Finalmente, el 12 de julio Carlos V emprendió con su hijo el viaje por los Países Bajos.
A lo largo de 1549 Carlos V y el príncipe Felipe realizaron un viaje por los Países Bajos, con la intención de que tanto Felipe como sus súbditos se conocieran. El príncipe se mostró tolerante con los protestantes, disfrutó de los espectaculares festejos en su honor y sedujo a algunas damas. Felipe quedó impresionado por la riqueza y esplendor de las ciudades flamencas, en especial con Amberes, el principal centro comercial de Europa. La comitiva también estuvo en Rotterdam, la ciudad natal de Erasmo. 

El 8 de julio de 1550 Carlos V y Felipe llegaron a Augsburgo para la apertura de la Dieta Imperial. El príncipe participó en las sesiones políticas de la Dieta, en la que se debatió sobre los problemas religiosos de Alemania y la posibilidad de una invasión turca por el Danubio. En la Dieta se estableció el respeto a la fe luterana en Alemania.


Dieta Imperial

Tras la Dieta, Carlos V reunió a la familia Habsburgo para tratar sobre el reparto de su herencia. Carlos V pretendía que su hijo heredase la corona imperial junto al resto de sus posesiones, pero su hermano Fernando se negó. La reunión familiar duró seis meses, plagados de disputas y negociaciones, tras los cuales se llegó a una solución de compromiso que no sería respetada. Se acordó que la corona imperial pasaría a Fernando de Austria, de éste a Felipe y por último al archiduque Maximiliano. La estancia en los Países Bajos y Alemania se prolongó hasta mayo de 1551, fecha en la que Felipe regresó a la península ibérica para hacerse cargo del gobierno. Para entonces, el emperador estaba convencido de la capacidad del príncipe para el gobierno, pidiendo desde entonces, su opinión en todos los asuntos.

En 1551 estalló una sublevación contra el emperador por parte de los príncipes protestantes de Alemania. Felipe quiso participar en la guerra, pero permaneció en la península reuniendo efectivo para la guerra.

Segundo matrimonio: Rey de Inglaterra


Tras la muerte de Enrique VIII de Inglaterra en 1547 y la de Eduardo VI en 1553, Inglaterra y toda Europa fue testigo de la subida al trono de María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, nieta de los renombrados Reyes Católicos. La nueva reina era prima del emperador (y antigua prometida) y acérrima católica, en la cual Carlos vio la oportunidad de regresar a Inglaterra bajo el cobijo de la Iglesia Católica. El emperador no podía casarse con María debido a su avanzada edad y al voto de no volver a tomar esposa tras la muerte de Isabel de Portugal, pero estaba decidido a que su hijo Felipe se ciñera la corona inglesa. 

La futura esposa de Felipe de Austria pertenecía la complicada casa de los Tudor, cuyo reino se hallaba desgarrado por facciones religiosas tras el cisma producido durante el reinado de Enrique VIII. Tras la muerte del rey, la sucesión se hallaba en un punto delicado. María Tudor representaba la esperanza de los católicos de retornar al cobijo de la Iglesia. De no ser así, el ascenso al trono de Isabel Tudor supondría un logro para los protestantes. El sector protestante se oponía firmemente a la boda con el príncipe español, siendo apoyados por los franceses, a quienes no les convenía el enlace. Los ingleses se oponían al enlace por temor a que Inglaterra se viera involucrada en las guerras del emperador.  Meses antes de la boda, la reina lidió con la rebelión de Thomas Wyatt, cuyos partidarios se oponían a la decisión de María I de unirse a Felipe de España. La rebelión fue sofocada y sus cabecillas acabaron ejecutados.


María Tudor

María Tudor se enamoró del príncipe Felipe al ver el retrato elaborado por Tiziano. La reina inglesa tenía casi cuarenta años, estaba envejecida y había perdido la belleza de su juventud. Felipe era un joven de veintisiete años, elegante y agraciado. A pesar de la oposición del Consejo al matrimonio con Felipe, la reina se empeñó en casarse con su joven sobrino. Antes de partir a Inglaterra, Felipe ordenó que su hermana Juana, recientemente viuda, se hiciera cargo de la regencia.

La corte española del príncipe estaba formada por las siguientes personas:
el almirante de Castilla,  el marqués del Valle, el duque de Alba el duque de Medinaceli, el marqués de Pescara, el conde de Agamón, el marqués de Aguilar, Don Francisco Enríquez de Rojas, el conde de Saldaña, el hijo del Almirante de Castilla, don Luis Conde de Módica, el conde de Feria, Don Luis de la Cerda, Don Enríquez, Don Antonio de Valencia, Don Diego de Acevedo, Don Pedro Portocarrero, Gutierre López de Padilla, Don Juan de Benavides y Don Pedro Manuel.



Los preparativos del viaje a Inglaterra se organizaron en Valladolid, que era en ese momento la sede de la corte del príncipe Felipe. Desde esta ciudad salió su mayordomo Gutierre López de Padilla el 26 de febrero del año 1554 hacia la ciudad de Laredo para esperar la llegada de los embajadores ingleses. Pasados unos días el príncipe Felipe despachó al Marqués de las Navas, para que llevara a la reina María una serie de joyas de gran valor: un diamante tabla engastado a manera de rosa, apreciado en cincuenta mil ducados; una gargantilla de dieciocho diamantes labrados de punta, apreciado en treinta mil ducados; otro diamante grande con una perla colgante, para colocar en la frente, apreciada en veinticinco mil ducados; además de diversos joyeles y arracadas de pedrería, perlas, diamantes, esmeraldas, rubíes, engastadas en ellas y en los anillos, de inestimable valor. En los días siguientes fueron saliendo con destino a La Coruña los objetos, que habrían de ser utilizados por el príncipe y su corte: camas de brocados y seda, doseles, arneses, armas, jaeces labrados a la morisca y al modo español, una vajilla de oro y otra de plata, blandones de plata sobredorados labrados al romano y al grutesco, candeleros, más de ochenta caballos de distintos colores, cincuenta cuartagos y caballos saltadores. 
El 14 de mayo salió el príncipe de Valladolid, tras despedirse de su abuela la reina Juana, dirigiéndose hacia Alcántara, para reunirse con su hermana, la princesa viuda de Portugal. En Inglaterra le esperaba el mayordomo mayor de la reina, conde de Arundel, que le entregó la Orden de la Jarretera. El príncipe hizo su entrada en la población por Southgate a caballo, acompañado por todos los caballeros españoles e ingleses, dirigiéndose a la iglesia mayor para orar y con posterioridad a una mansión ubicada junto a la iglesia. El lunes 23 de julio partió hacia Winchester, población situada a una distancia  de tres leguas, donde le estaba esperando la reina. 



Poco antes de llegar a Winchester fue recibido en el camino por seis caballeros ingleses acompañados cada uno por más de doscientos jinetes. Desde allí se dirigieron a la iglesia, donde les estaba esperando el obispo de Winchester. El príncipe fue recibido con un Te Deum, dirigiéndose a continuación al altar mayor, donde realizó una oración. Con posterioridad marchó al palacio episcopal, donde le esperaba la reina. Tras saludarse y besarse, como es costumbre en Inglaterra, se sentaron en unas sillas cubiertas por un rico dosel.


Ángela Cremonte Escena de Carlos Rey Emperador

Las capitulaciones matrimoniales basaban su atención en tres cuestiones principales: el reconocimiento y mantenimiento de las leyes y costumbres de Inglaterra; los derechos de sucesión de los cónyuges en el caso del fallecimiento de alguno de ellos, los de los hijos habidos en el matrimonio y los del infante don Carlos; y el mantenimiento del tratado de paz entre Francia e Inglaterra.  Otras cuestiones recogidas en las Capitulaciones eran las siguientes: la dote que la reina recibiría en el caso del fallecimiento del príncipe; la inclusión de un número determinado de nobles ingleses en la corte del príncipe; la prohibición de sacar de Inglaterra a la reina sin su consentimiento; la educación en Inglaterra de los hijos del matrimonio; la prohibición de sacar del país joyas u otros bienes importantes; y el mantenimiento de las fortalezas militares y de la fuerza naval necesarias para la defensa del reino.


  El 25 de julio de 1554, Felipe y María se casaron en la catedral de Winchester. Los esponsales se celebraron en el día de Santiago, lo que se debió a una concesión de la reina por ser ese día una festividad religiosa de especial relevancia en España. La reina iba ataviada con un vestido dorado, ornamentado con perlas y piedras preciosas.

En noviembre de 1554 se restauraba oficialmente el catolicismo, volviendo así a la obediencia de Roma, cosa que el Parlamento de Inglaterra ratificaba en enero del año siguiente. Para tranquilizar a la nobleza, se aseguró que no se reclamarían las tierras expropiadas a la Iglesia Católica y que sólo se devolverían los bienes que habían ido a parar a manos de la corona. Pero María, sintiéndose reforzada por su matrimonio, se dedicó con ahínco a perseguir a los protestantes. Su marido procuró aplacar la dureza de la persecución. Envió mensajes a través de su confesor a los obispos católicos en los que aconsejaba benevolencia y tolerancia. Su objetivo era ganarse la simpatía de sus nuevos súbditos, fuesen católicos o protestantes, por lo que no le convenía nada un excesivo rigor represivo. Logró que su esposa pusiese en libertad a su cuñada Isabel, que estaba encerrada en la Torre de Londres acusada de conspiración. A pesar de la desconfianza que su hermana le inspiraba, María era incapaz de negarle cualquier petición a su marido.

Durante su estadía en Inglaterra, Felipe intento aprender las costumbres de la isla e intento aprender inglés, con poco éxito. Sin embargo, la principal preocupación del matrimonio real era procrear descendencia. Era una cuestión delicada, puesto que María requería un descendiente que apartara del trono a su medio hermana protestante, Isabel Tudor. No era tarea fácil, pues María ya era mayor para concebir y su esposo no se sentía atraído por ella. Aparte, el historial reproductivo de la madre de María, Catalina, no era nada alentador. Y a pesar de ello, a fines de 1554, la reina anunció su embarazo. Su vientre abultado hizo creer a la reina que esperaba un hijo, pero lo cierto es que, al pasar los meses, se comprobó que no había embarazo. La inflamación se debía a una hidropesía. Algún fanático católico, como el obispo Bonner de Londres, atribuyó el chasco a un castigo divino por no ser más contundente con los protestantes, por lo que María reaccionó incrementando la persecución. Se cree que María padeció embarazos psicológicos debido a la presión por procrear un heredero. Pero hoy sabemos la verdadera causa: un enorme tumor en los ovarios. 

En agosto de 1555, Felipe partió rumbo a los Países Bajos, donde se cuenta que le fue infiel a su esposa. María se sintió desconsolada: su marido no correspondía a su amor, el ansiado hijo no llegaba y se sentía rodeada de conspiradores. Aunque se podría sospechar que los informes del embajador francés, fuente principal de lo que sabemos sobre esas infidelidades, tenían la intención de sembrar la discordia, no deja de ser cierto que María se comportó como una mujer despechada cuando volvió a ver a Felipe en marzo de 1557, tras más de un año de ausencia. Felipe volvió ya como rey de España, sólo para pedirle hombres y dinero para la guerra contra Francia.

Abdicación del emperador


Abdicación de Carlos V

En octubre de ese año, se llevo a cabo la abdicación de Carlos V en Bruselas. El 16 de enero de 1556 el príncipe Felipe se convirtió en rey de España, como Felipe II. Tras cuatro meses de estancia en Inglaterra, y conseguida la ayuda inglesa, Felipe II regresó a Flandes para dirigir la guerra contra Francia. Su mujer le despidió entre besos y abrazos, anhelando su pronto regreso. Nunca volvieron a verse. La reina de Inglaterra envió emisarios a su marido informandole que estaba embarazada. Felipe II no le creyó, por lo que envió al duque de Feria para comprobarlo. Éste desmintió el rumor. María enviaba cartas de amor a su marido, quien respondía con frases protocolarias. La reina María se fue consumiendo en la soledad de sus aposentos. El disgusto por la pérdida de Calais a manos de Francia, la última posesión de Inglaterra en el continente, había mermado sus fuerzas. Felipe envió a su confesor para asegurarse de que nombraría heredera a su hermana, pues el rey veía la posibilidad de casarse con ella. María, pensando que tras el sacerdote llegaría su esposo, se sintió decepcionada al no percibir señales de regreso. El 17 de noviembre de 1558, María I de Inglaterra falleció en Londres.


Bibliografía
Peter Pierson. (1975). Felipe II de España. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. 

Losada, Juan Carlos . (2005). María Tudor: La reina sanguinaria. Noviembre de 2016, de El País Semanal Sitio web: http://www.estudiocriminal.eu/

Morales Folguera, José Miguel. (2009). El arte al servicio del poder y de la propaganda imperial. Noviembre 2016, de Universidad de Málaga Sitio web: http://www.raco.cat/

http://www.mcnbiografias.com/

22 nov 2016

Margarita de Angulema, reina de Navarra



Nacimiento e infancia
Margarita de Angulema fue reina consorte de Navarra, princesa de la primera rama de Orleans de la casa de Francia y duquesa consorte de Alençon. Fue, además, escritora, teóloga, poeta y diplomática. Firme partidaria del humanismo y mecenas de las artes y ciencias. Nació el 11 de abril de 1492, en Angulema, Francia, en una época en la que estaban sucediendo cosas de gran trascendencia. Hija de Carlos de Orleans, duque de Angulema, y Luisa de Saboya. 

Se sabe que los Angulema no podían permitirse una vida de gran lujo. Su padre era descendiente directo de Carlos V, rey de Francia (1364-1380), y estaba en posición de reclamar la corona francesa si el rey de Francia no producía descendencia masculina. Su matrimonio con Luisa de Saboya, muchos años menor que él, había sido arreglado por Ana de Beaujeu, hija de Luis XI, rey de Francia. Pero Carlos de Orleans no era ambicioso; se contentaba con su pequeña corte en Cognac, prefiriendo a las mujeres por encima de las intrigas de la corte francesa. 


Luisa de Saboya

Carlos de Orleans

Su padre falleció cuando tenía cuatro años, el 1 de enero de 1496. Su hermano Francisco, dos años menor, se convirtió en heredero de la corona francesa. Su madre, que había quedado viuda con sólo veinte años, se encargó de la educación de sus hijos. Mayor era su preocupación por Francisco, quien algún día podía convertirse en rey. Luisa inculcó en su hija el mismo sentido de devoción por su hermano. Durante el resto de su vida, Margarita puso a Francisco por encima de sus propias necesidades. Aunque le costara cara su devoción, ella jamás se quejaba cuando se trataba de un sacrificio en nombre de Francisco.

Luisa de Saboya era considerada una de las mentes más brillantes de Francia, que valoraba la erudición tanto en varones como en mujeres. Margarita tuvo tutores de latín, François du Moulin y François Rochefort; y Robert Hurault como maestro de filosofía. Margarita aprendió varios idiomas: el griego (lo aprendió en la etapa adulta), latín, hebreo, español, italiano y alemán. Le encantaba leer Petrarca, Dante y Boccaccio. 

Hermana del rey de Francia
Cuando Margarita tenía diez años, Luisa intentó casarla con el príncipe de Gales, el futuro Enrique VIII. También hubo perspectivas de boda con Carlos de Austria, el futuro emperador. Estuvo prometida a Gastón de Foix, sobrino de Luis XI de Francia, pero éste falleció antes de que se efectuara la boda. A sus diecisiete años, Margarita se casó por mandato de Luis XII con Carlos, duque de Alençon, quien contaba con veinte años. Luisa no estaba muy feliz por la boda, pues aspiraba a que su hija desposara a algo más que un duque. El duque no poseía educación que estuviera a la altura de la de su esposa. Sin embargo, el rey Luis vio el matrimonio de Margarita con Carlos, duque de Alençon, como medio de resolver un largo y tedioso pleito sobre el condado de Armagnac. El matrimonio tuvo lugar en Blois el 9 de octubre de 1509, y la ceremonia fue realizada por el cardenal de Nantes. Fue un matrimonio sin amor e hijos. Las frecuentes visitas de Margarita a la corte no ayudaban a contrarrestar esta incompatibilidad. Margarita buscaba consuelo en la religión.



En 1515, su hermano Francisco sucedió en el trono a Luis XII. Debido a la ley salica que regía en Francia, la hija de Luis, Claudia, no podía heredar el trono. Pero Luis había conseguido la oportunidad del trono para su hija, casandola con Francisco. Margarita y Francisco eran muy unidos. El rey de Francia se fiaba del criterio de su hermana y le confiaba los asuntos de Estado. La reina Claudia no tenía mucho interés en la vida cortesana, por lo que la influencia de Margarita era mayor en la corte, junto con la de Luisa de Saboya. Como se ha mencionado antes, existía entre madre e hijos un vínculo muy especial, que los hacía actuar como si fueran uno solo. 

Margarita fue una firme impulsora de la Reforma. Convirtió la corte en un centro humanista, donde se reunían pensadores y artistas protegidos por la hermana del rey. Incluso se debatían temas religiosos en el entorno de Margarita, siendo un terreno peligroso en una época sin libertad de pensamiento. Los teólogos de la Sorbona llegaron a condenar los trabajos de Margarita como herejía, sin embargo, Margarita siempre contó con la protección de Francisco. Extendió su protección tanto a los hombres de genio artístico como para los defensores de la reforma doctrinal dentro de la iglesia. François Rabelais , Clément Marot , Bonaventure Des Périers y Étienne Dolet se encontraban en su círculo.  Aunque Margarita adoptó la reforma dentro de la Iglesia Católica Romana, ella no era calvinista, y sus relaciones con su hija fueron por lo tanto tensas. Sin embargo, hizo todo lo posible para proteger a los reformadores y disuadió a Francisco I de medidas intolerantes. Al final, sin embargo, a medida que aumentaba la persecución de la corona, no pudo salvar a Des Périers, Dolet o Marot.


Francisco I

La posición de Margarita en cuanto al tema de la reforma religiosa no es lo bastante claro. En su lecho de muerte, afirmó que había apoyado a los reformadores simplemente por compasión, lo cual es creíble. Ella protegía a los reformadores, pero nunca apoyó abiertamente sus creencias. En sus escritos no se ridiculizaban a los sacerdotes ni se derramaba desprecio por las prácticas católicas.

En 1531, su poema "Miroir d l'âme Pechers" (traducido por Isabel I de Inglaterra en 1548 como "Una piadosa meditación del alma") fue condenado por la Sorbona como una obra herética; En lugar de ensalzar las virtudes de los santos y del purgatorio, hizo hincapié en la sangre salvadora de Cristo, un énfasis visto por esos teólogos como prueba de sus simpatías protestantes. En 1533, lo añadieron a la lista de obras literarias prohibidas. Francisco estaba furioso. Tal acto contra un miembro de su familia y por lo tanto contra sí mismo no podía ser tolerado. Ordenó una investigación. Los teólogos se vieron obligados a retractarse y revocar la censura. Pero poco después, en octubre del mismo año, Margarita se enfrentó a otro ataque, esta vez de los estudiantes del Colegio de Navarra, que protagonizó una obra de moralidad en la que Margarita fue retratada como bruja y acusada de conspirar con el Diablo. Francisco ordenó la detención de todos los interesados ​​en la producción. Fueron arrojados a la cárcel y liberados después de que la misma Margarita había rogado a Francisco por ellos. Después de 1535 hasta su muerte, Margarita no volvió a interceder por los reformadores, prefiriendo limitarse a actividades espirituales. 



A principios de 1520, las guerras en Italia entre los Habsburgo y los Valois ocupaban las mentes de Margarita y Luisa. En febrero de 1525, durante la batalla de Pavía, el rey Francisco fue capturado por las tropas del emperador. Luisa de Saboya ejerció como regente, trabajando principalmente por preservar el estatus de Francia y asegurar la liberación de su hijo. Tanto ella como Margarita estaban alarmadas por los informes acerca de la mala salud de Francisco. Margarita se hizo cargo de los hijos de Francisco, quienes habían perdido a su madre en 1524. Margarita decidió ir a España para atender a su hermano enfermo y poner a su servicio sus habilidades diplomáticas.


Margarita de Angulema (Maria Hervas), escena de Carlos Rey Emperador



Margarita recibió el salvoconducto del emperador, en el cual se estipulaba que su estancia se limitaría a tres meses. Llegó a Palamos, Cataluña, sólo para enterarse de que su hermano había sido trasladado a Madrid. Margarita encontró a su hermano muy enfermo, con alta fiebre. El mismo Carlos V estaba preocupado por perder a tan valioso prisionero. Francisco declaró que Margarita le había salvado la vida. Fue lo único que logró la hermana del rey, pues no consiguió suavizar los términos del tratado o llegar a una solución.



La dignidad y gracia de la princesa francesa se ganó la simpatía del pueblo español, pero no la de su rey. Margarita no podía permanecer más tiempo en España, por lo que tuvo que abandonar el país. El Tratado de Madrid fue acordado a principios de 1526. Al llegar a la frontera, sus dos hijos varones se convirtieron en rehenes, como garantía del cumplimiento del tratado. Además se acordó el matrimonio entre el rey Francisco y la hermana mayor del emperador, Leonor.

Reina de Navarra
Al morir su primer marido en 1525, con el cual no procreó descendencia, Margarita se casó con Enrique II de Navarra en enero de 1527, en St. Germain-sur-Laye. Enrique, a diferencia del primer marido de Margarita, era determinado e inteligente. También era mecenas de las artes y tolerante con los reformistas. Enrique de Navarra reconocía el potencial de su esposa como reina. Margarita presidió la corte de la misma manera que hizo en la corte francesa. Siguió administrando a sus ducados de Alençon y Armagnac. Se dedicaba a la caridad y a las artes.


Enrique II

De este matrimonio nació una hija, Juana III de Navarra, 7 de enero de 1528. Su único hijo varón, Jean, nacido en Blois el 7 de julio de 1530, murió el día de Navidad de ese mismo año. Para entonces, Margarita ya tenía treinta y ocho años, considerada muy vieja para tener hijos. 


Juana de Albret

Una vez que el rey volvió a Francia, Margarita puso todo su empeño en asegurar ahora la liberación de sus sobrinos. En 1529, Margarita acompañó a su madre a Cambrai, donde Luisa de Saboya emprendió las negociaciones con Margarita de Austria, hecho conocido como la "Paz de las Damas", lo cual supuso el fin (temporal) de las guerras entre Francia y España. 

Los hijos de Francisco fueron devueltos en 1530, después de cuatro años de cautiverio en España. Llegaron acompañados por Leonor de Austria, quien venia a ocupar su lugar como reina de Francia. Luisa de Saboya murió en 1531, siendo asistida por su hija hasta el último momento.

Últimos años y muerte
El matrimonio, que tan bien había comenzado, comenzó a deteriorarse. Luego de haber actuado como intermediaria entre su marido y su hermano, Enrique comenzó a distanciarse de ella y Francisco ya casi no la requería en la corte francesa. Su hija era una extraña para ella, pues las largas ausencias de Margarita la obligaban a estar lejos de su hija. Sin embargo, cuando Juana cayó enferma en 1537, Margarita acudió a su lado y permaneció con ella hasta su recuperación. A diferencia de su madre, Juana de Albret no estaba dispuesta a obedecer al rey francés. Aunque nunca fue muy cercana a su madre, estaba orgullosa de sus logros literarios y diplomáticos.

El Heptameron, el trabajo para el que Margarita de Angulema es el más conocido, fue escrito entre 1538 y 1542, probablemente durante 1541, para divertir a Francisco durante su última enfermedad. 
Margarita de Angulema mostró gran afición a la literatura; escribió, además de la mencionada, las siguientes obras: Marguerites de la Marguerite des princesses (1547), Heptameron des nouvelles (1559), en el que era evidente la influencia de Boccaccio; Contes et nouvelles (1698) y Lettres de Marguerite d'Angouleme (1641-1642). Sus Obras completas se publicaron en 1852, pero con posterioridad a esa fecha (en 1895) se descubrieron todavía unos versos inéditos, que se publicaron en 1896 con el título de Les dernieres poesies de Marguerite de Navarre

Al morir Francisco en 1547, Margarita quedo devastada, y su salud flaqueó. Enrique de Albret se volvió más atento y viajó junto a ella en busca de una cura para sus males. Murió el 21 de diciembre de 1549, a los 57 años, tras un ataque de apoplejía, en Odos, Francia. Fue enterrada en la catedral de Lescar.



Fuentes:
https://www.britannica.com

http://www.mcnbiografias.com/

Knecht, RJ Francisco I. Cambridge University Press, 1982.

Putnam, Samuel P. Margarita de Navarra. Londres, 1936.

Robinson, A. Mary E. Margarita de Angulema, reina de Navarra de 1886.

Roelker, Nancy Lyman reina de Navarra, Juana de Albret (1538-1572) Cambridge, MA:.., Harvard University Press, 1986.


Williams, H. Noel La Perla de Princesas:. La vida de Margarita de Angulema, reina de Navarra de 1916.

17 nov 2016

Fuentes de la Historia Romana Antigua

Las más importantes fuentes históricas son las escritas, que se dividen en fuentes principales o documentos, y obras literarias en el más vasto sentido de la palabra (consideramos principalmente las producciones historiográficas). En lo que respecta a la historia romana antigua, que comprende los dos primeros períodos (VIII-VI Siglos), debemos decir que han quedado muy pocas fuentes escritas.

Las inscripciones 
Los documentos relativos a la historia romana están constituidos principalmente por inscripciones. Si la época del Imperio nos ha legado una gran cantidad de epígrafes, el período de la República ha dejado, en general, poquísimos, y casi inexistentes son los que se refieren la período más antiguo. Tal afirmación debe entender, sin embargo, en el sentido de que no nos ha quedado casi ninguna inscripción latina. En efecto, inscripciones no latinas se encuentran en cantidad, pero como veremos más adelante, son de escasa utilidad.
Las más antiguas inscripciones latinas datan de los fines del siglo VI o de los comienzos del V. Recordamos sobre todo la inscripción grabada en la llamada "estela arcaica" (cippus). Fue hallada en el Foro por G. Boni en el 1899, en el mismo lugar en que los antiguos creían que había sido sepultado Rómulo, y fue llamada "la piedra negra" (lapis niger). Esta inscripción es muy antigua, tanto por la lengua como por los caracteres usados. Los renglones están dispuestos alternadamente: uno de izquierda a derecha, el siguiente de derecha a izquierda. Este tipo de escritura se llamaba "boustrofédica", lo que significa "en el modo en que el buey anda en el arado". La inscripción esta muy deteriorada y no se puede entender su sentido; probablemente se refiere a algún rito religioso.

Lapis Niger

También pertenece a los más antiguos recuerdos de escritura latina la inscripción sobre una hebilla de oro encontrada en una tumba de Preneste. Está escrita de izquierda a derecha y se leen en ella las siguientes palabras: Manios med fhefhaked Numasioi, es decir Manius me fecit Numerio (Manio me hizo para Numerio). Recordemos además algunas inscripciones menos importantes sobre vasos y otros objetos. 

Las primeras inscripciones históricas se refieren al final del período de la historia romana antigua. Son generalmente inscripciones de elogio hechas sobre los sarcófagos de la ilustre estirpe romana de los Escipiones. Cronológicamente la más antigua es la inscripción en verso dedicada a Lucio Cornelio Escipión Barbato, cónsul en el 298. También aquí la lengua es aún muy arcaica. Dice: "Cornelio Lucio Escipión Barbato, nacido de su padre Cneo, hombre valeroso y sabio cuyo aspecto exterior era acorde con su dignidad, fue cónsul, censor, edil. Conquistó Taurasia, Cisauna, el Samnio; sometió a toda la Lucania trayendo rehenes a Roma". Los otros elogios de los Escipiones salen ya de los límites del período antiguo y por eso mismo no nos detenemos aquí a considerarlos.

Las inscripciones no latinas son más numerosas. Actualmente se conocen cerca de 10 000, considerando sólo las etruscas, aunque de períodos diversos. Infortunadamente éstas no pueden sernos, hasta el momento, de gran utilidad. Si bien las letras usadas pertenecen al alfabeto griego, de todos modos la lengua etrusca es todavía muy poco conocida. En lo que se refiere a las otras inscripciones no latinas (oscas, umbrías, vénetas, etc) la cosa es distinta. Muchas de ellas pueden comprenderse y se revelan interesantes para la historia de la civilización de las tribus Itálicas. 

Como fuente de información para la historia de la antigua Roma, tienen una cierta importancia los llamados Fasti anni juliani, fragmentos del calendario juliano de fines del siglo I a.n.e. El himno en honor de Marte del colegio sacerdotal de los Arvales, constituye también un documento para la historia.

Documentos oficiales
Algunos documentos han llegado hasta nosotros a través de las obras de escritores griegos y romanos. Uno de éstos está constituido por las "Leyes de las doce tablas", documento importante proveniente de la segunda mitad del siglo V a.n.e. Sus artículos nos llegaron por separado a través de citas o referencias de varios autores romanos. 


Están las llamadas "leyes reales", colección de leyes y disposiciones atribuidas a los reyes romanos y que se refieren principalmente al derecho sagrado. Nos han sido legadas por un jurista romano de la época imperial. También han llegado hasta nosotros, trasmitidas en modo más o menos preciso por escritores romanos, algunos tratados internacionales en los cuales Roma está presente como una de las partes interesadas. Por ejemplo, el texto del tratado entre romanos y cartagineses trasmitido por el historiador griego Polibio. Pero estos documentos no tienen carácter de auténticas fuentes de información. De este modo, las fuentes escritas referidas a la historia de la Roma antigua son muy escasas o dudosas. 

Monedas
Las monedas, que representan una fuente importante para la época imperial, no tienen casi ningún valor para el período prerrepublicano. Las monedas romanas no existieron antes del siglo V (aparecieron después de la primera mitad del siglo IV). Se han conservado pocas.



Monumentos


El material arqueológico relativo al período más antiguo de la historia de Italia se presenta bastante rico, aunque no en igual medida para las distintas zonas. Si bien los restos paleolíticos se encuentran sólo esporádicamente, a partir de la edad neolítica y hasta la época del hierro, los signos de las antiguas civilizaciones crecen rápidamente: sepulturas neolíticas, restos de construcciones palafíticas en Italia septentrional, las llamadas "terramares" al sur del Po, el antiguo hierro de la "civilización de Villanova", las tumbas etruscas, las primitivas sepulturas romanas y los sarcófagos, las ruinas de los edificios de las ciudades etruscas y romanas; la enorme cantidad de vajilla y utensilios.

Lengua
La lengua tiene una gran importancia como fuente de información para la historia de la cultura. Sobre los problemas de la etnogénesis itálica y de la lingüística indoeuropea en general, se ha realizado un gran trabajo, pero las conclusiones a que se ha llegado son tan discutidas como el mismo problema etrusco. 

Material etnográfico
Los datos etnográficos tienen una gran importancia para el estudio de los primeros estadios del desarrollo social. Entre los ejemplos más brillantes de estudios llevados a cabo sobre tales datos están los libros La sociedad primitiva de Morgan y El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Engels.

Folklore 
Documentación oral del genio creativo del pueblo (poemas épicos, canciones, cuentos, proverbios, etc.). El hecho indiscutible es que los romanos no nos dejaron algo similar a las grandes producciones épicas de los griegos, como la Ilíada y la Odisea. Es muy probable que también entonces existiera una tradición épica que, sin embargo, no fue recogida en poemas orgánicos, y sólo llegaron hasta nosotros algunas leyendas aisladas trasmitidas por escritores más recientes (Livio, Plutarco). 




Bibliografía
Kovaliov, Serguéi. (1968). Historia de Roma. La Habana: Instituto del Libro.