19 ago 2016

Elección imperial de Carlos I


Maximiliano I

El abuelo de Carlos, Maximiliano, se había preocupado antes por asegurarle a su nieto la dignidad imperial, por hacer proseguir en su dinastía ese título, si bien más de una vez, presionado por necesidades momentáneas, les había prometido la corona imperial a otros príncipes, en particular al rey Enrique VIII de Inglaterra (así hizo en 1513, en 1516 y todavía en la primavera de 1517). De suerte que este hombre, para quien el sentimiento "dinástico" tenía un valor de sentimiento básico, pese a las aparentes contradicciones seguía incubando el plan de transmitir la corona imperial dentro de su propia casa. 
Y en mayo de 1518 le daba preciosos consejos a su nieto, que ya entonces proponía su candidatura: era inútil alejar los vínculos de parentesco entre Carlos y él, Maximiliano, para lograr los votos de los príncipes electores; lo necesario era el dinero.

Poco más tarde, durante la Dieta de Augsburgo, Maximiliano lograba obtener (27 de agosto) la promesa formal de cinco de los príncipes electores de elegir a Carlos rey de Romanos. Sólo Federico el Sabio, elector de Sajonia, y el elector Ricardo de Tréveris, no accedieron. Y en convencer a estos dos estaba empeñado Maximiliano, cuando murió el 12 de enero de 1519. 

Los esfuerzos de Maximiliano no habían llevado a ninguna conclusión práctica y, por el contrario, contra la candidatura de Carlos se levantaba inmediatamente un formidable competidor, en la persona del rey Francisco I de Francia.

En primer lugar, pensando que Carlos era un Habsburgo, que era archiduque de Austria, cabría preguntarse de qué manera un "extranjero", un francés, podía tener posibilidades de triunfo contra un "nacional", un alemán (por lo menos, por parte de padre). Pero, aun dejando de lado el hecho de que de esa manera les atribuiríamos a los príncipes alemanes de principios del siglo XVI una conciencia "nacional", un sentimiento "patrio" mucho más fuerte del que pudieran tener; y si prescindimos de ello, queda el hecho de que Carlos podía parecer, a los ojos de los príncipes tudescos, un "extranjero" no muy distinto de Francisco I. No olvidemos que Carlos era, por el momento, un "flamenco", nacido y criado lejos de las cortes principescas alemanas; que ha pasado a ser rey de España y que se encuentra actualmente en Castilla y Aragón, completamente absorbido por tareas de ningún interés para los príncipes electores, y que todavía no sabe hablar el alemán. En resumen, para los alemanes (lo mismo que para los españoles).

Carlos de Austria

Ser nieto del finado emperador es poco, por lo menos, para contrarrestar la estupenda propaganda francesa, para hacer de contrapeso al oro del rey de Francia. Tanto más cuanto que la candidatura del rey de Francia tenía el decidido apoyo del papa León X, porque la curia pontificia era muy hostil a la idea de quien ya gobernaba en Nápoles, por motivo de su ascenso al trono de Aragón, acumulara en sus manos también el poder imperial que podría permitirle meter mano asimismo en las cuestiones de la alta Italia, haciendo reaparecer con ello el peligro del cerco por el norte y por el sur, que el Papado había procurado evitar desde los lejanos tiempos de Federico II de Suabia. Una bula emitida por Clemente IV excluía que el rey de Nápoles pudiera ser elegido emperador, y a esa imposibilidad teórica se había remitido ya, en agosto de 1518, el elector de Tréveris para que negara su asentimiento a las propuestas de Maximiliano, y a ella apelaría abiertamente la curia romana, a través de su nuncio en Alemania, a principios de abril de 1519, en una asamblea de príncipes electores celebrada en Wesel.

Sabemos que la elección le costó a Carlos la suma, enorme para la época, de 852.189 florines, y sabemos también con precisión lo que se pagó a cada uno de los príncipes.
  • Al príncipe elector arzobispo de Maguncia, 103.000 florines; a sus consejeros y servidores, 10.200 florines; en total, una suma de 113.200 florines;
  • Al príncipe elector arzobispo de Colonia, 40.000 florines; a sus consejeros, 12.800 florines; en total, 52.800 florines;
  • Al príncipe elector arzobispo de Tréveris, 22.000 florines; a sus consejeros, 18.700 florines; en total, 40.700 florines.
Estos eran los tres príncipes electores eclesiásticos. Pasando a los príncipes electores lacios, encontramos el siguiente desglose de sumas pagadas:
  • Al príncipe elector palatino, 139.000 florines, y 8.000 a sus consejeros; en total, 147.000 florines;
  • Al príncipe elector de Sajonia, 62.000 florines, y 8.000 a los suyos; en total, 70.000 florines;
  • Al rey de Bohemia, 41.031 florines.
Además, entraron en liza otros príncipes: al conde palatino Federico, 37.000 florines; al margrave Casimiro, 25.735 florines. El único que no figura en la lista es el elector de Bradenburgo, Joaquín I de Hohenzollern, pero no porque se tratase de un "incorruptible". Precisamente él era el más ávido de todos; sólo que era partidario del rey de Francia y así se mantuvo hasta el final.

Junto al oro, el hierro. Es decir, mientras la diplomacia de los Habsburgo acaparaba los votos de los electores al son de los florines, se proveía a preparar fuerzas militares suficientes como para afrontar cualquier eventual sorpresa de los franceses (y corrían rumores de una posible irrupción de Francisco I en Alemania): a fines de mayo de 1519, los Habsburgo se aseguraban los servicios de las tropas de la Liga de Suabia, que justamente entonces acababan de conquistar Württenberg, expulsando al francófilo duque Ulrico. Se habían asegurado, además, la ayuda de aquel gran aventurero, muy temido en la época, que era Franz von Sickingen.

Federico de Sajonia

Inúltimente, en los últimos días previos a la elección, el papa León X, visto que no habían dado resultado las tentativas de llevar a buen puerto la elección del rey de Francia, trató de replegarse hacia otra candidatura: intentó poner por delante como candidato al elector de Sajonia, Federico el Sabio. Es cierto que, según P. Kalkoff (Die Kaiserwahl Friedrichs IV. und Karls V., Weimar, 1925), el 27 de junio de 1519 la mayoría de los príncipes electores habrían designado emperador al elector de Sajonia, y que tan sólo a causa de una acción de fuerza de parte de los Habsburgo, a saber, las presiones que ejerció el conde Enrique de Nassau (apoyado por las tropas de la Liga de Suabia) sobre los príncipes electores, sólo a causa de eso, Federico habría abandonado al cabo de tres horas, facilitando con ello, para el día siguiente, la elección de Carlos. No hubo tal doble elección: el 28 de junio, en la iglesia de San Bartolomé, en Francfort del Meno, los príncipes designaron por unanimidad a Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria, duque de Borgoña y rey de España.



Bibliografía
Chabod, Federico. (1992). Carlos V y su imperio. México: Fondo de Cultura Económica.


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