20 oct 2020

María Manuela de Portugal


Nació el 15 de octubre de 1527, en Coímbra. Era la segunda hija de Juan III de Portugal y Catalina de Austria. Ostentó el título de princesa heredera hasta la proclamación de Manuel en 1535, su hermano nacido en 1531.

Se crió en un ambiente severo y piadoso, marcado por la tragedia familiar, pues solo dos entre los nueve hijos de los reyes lusos sobrevivieron a la infancia. Ante la posibilidad de que María Manuela quede como única heredera, se propone un enlace con su tío, Luis de Portugal, hermano de Juan III. De esta manera, sus derechos sucesorios no saldrán de la casa de Avís. Pero la reina Catalina se inclina por otro destino para su hija: la unión con Felipe de Austria, hijo del emperador Carlos V. 

Compromiso con Felipe de Austria
Desde 1541, Catalina intercambiaba cartas con su hermano, el emperador, respecto al posible matrimonio. La idea fue bien recibida en la corte castellana, pues dicha unión abría la posibilidad de la unidad ibérica. 

El contrato matrimonial fue firmado el 1 de diciembre de 1542, en Lisboa, y ratificado el 26 de ese mismo mes en Alcalá de Henares. Los encargados de negociar las cláusulas fueron el conde de Vimioso, por parte portuguesa y por el lado castellano, Luis Sarmiento de Mendoza. Se acordó que la dote tendría un valor de 4000 cruzados de oro, a razón de 375 maravedís cada cruzado, que sería pagada en los siguientes dos años a la consumación. El emperador debía asignar anualmente 8.000.000 maravedís para el sustento y mantenimiento de la casa de su nuera (la cantidad se incrementaría hasta los 12.000.000 después de la muerte del emperador). El contrato fue confirmado por el príncipe Felipe el 12 de mayo de 1544.

María Manuela era prima de Felipe por partida doble. La reina Catalina era hermana de Carlos V y Juan III era hermano de la emperatriz, Isabel de Portugal. Meses después de la firma del contrato matrimonial, el emperador dirigió una carta a su hijo.

Hijo, placiendo a Dios, presto os casaréis, [...] quiero hablar sino en la exhortación que os tengo de dar para después de casado; y es hijo, que, por cuanto vos sois de poca y tierna edad y no tengo otro hijo si no vos, ni quiero haber otros, conviene mucho que os guardéis y que no os esforcéis a estos principios, porque demás que eso suele ser dañoso, así para el crecer del cuero como para darle fuerzas, muchas veces pone tanta flaqueza que estorba a hacer hijos y quita la vida como lo hizo al príncipe don Juan, por donde vine a heredar estos Reinos. Mirad qué inconveniente sería si vuestras hermanas y sus maridos os hubiesen de heredar y qué descanso para mi vejez si no es así, por eso os habéis mucho de guardar cuanto tuviéredes vuestra mujer. Y porque eso es algo dificultoso, el remedio es apartaros de ella lo más que fuere posible, y así os ruego y encargo mucho que, luego que habréis consumado el matrimonio, con cualquier achaque os apartéis, y que no tornéis tan presto, ni tan a menudo a verla, y cuando tornáredes, sea por poco tiempo (Queralt, 2014).

La comitiva castellana, encabezada por el duque de Medina Sidonia, partió de Sevilla el 5 de octubre de 1543. Según los cronistas, en la comitiva iban muchos caballeros andaluces con un copioso bagaje de oro y plata y telas riquísimas, tapices flamencos, y muchos caballos ricamente enjaezados. El 15 de octubre, la comitiva llegó a Badajoz, donde se unión el obispo de Cartagena, Juan Martínez Silíceo. 

La comitiva portuguesa, igualmente suntuosa, llegó a Elvas el 20 de octubre. Estaba previsto que la entrega de María Manuela se hiciera en la frontera, en la mitad de un puente sobre el río Caya. El acto tuvo lugar el 23 de octubre de 1543. El duque de Braganza, delegado principal de los reyes portugueses, procedió a la entrega de la princesa al duque de Medina Sidonia. Hubo algunos desacuerdos; mientras que la comitiva lusa era emisaria del rey, la castellana lo era de un príncipe, por lo tanto, los portugueses reclamaban derecho de precedencia. Pero los castellanos también se resistieron a ceder protagonismo. Tuvo que intervenir Sarmiento de Mendoza.

Ese momento, la princesa "vestía de raso blanco acuchillado de oro, con una gran capa morada sobre los hombros y el pelo cubierto por una red de oro; la mano izquierda enguantada y sujetando un abanico, y la derecha con todos los dedos cubiertos de sortijas".


¿Cómo era la princesa de Asturias?
El embajador Sarmiento, figura clave en las negociaciones, la describió de la siguiente manera: "La señora infanta es tan alta y más que su madre; es muy bien dispuesta; más gorda que flaca, y no de manera que no le esté muy bien; cuando era más muchacha era más gorda; en palacio, donde hay damas de buenos gestos, ninguna está mejor que ella. Dicen todos que es un ángel de condición y muy liberal, y es muy galana y muy amiga de vestirse bien; danza muy bien y sabe más del canto que un maestro de capilla, y también sabe latín; y sobre todo es muy buena cristiana...".
De acuerdo con Sandoval: "Era la princesa muy gentil dama, mediana de cuerpo y bien proporcionada de facciones, antes gorda que delgada, muy buena gracia en el rostro y donaire en la risa".

Alonso de Sanabria, quien figuraba en la comitiva de Medina Sidonia, proporciona una descripción más completa: "Es de gentil presencia y donaire, en el mirar grave, las facciones de su rostro bien ordenadas, es muy blanca, la frente grande, las cejas por naturaleza bien puestas; los ojos grandes, la boca pequeña, el labio de abajo un poco caído, las manos en extremo lindas, toda su persona muy abultada y tal que parece que una feliz fortuna estaba obligada a hacerla gran señora, sobre la natural disposición exterior que Dios le ha dado".

Todas las descripciones sobre María Manuela coinciden en que era gorda; esa tendencia a la obesidad la había heredado de su madre. También poseía el labio inferior caído, rasgo distintivo de los Habsburgo. Sin embargo, también concuerdan en que es una joven bonita y grácil.

Boda
María Manuela llegó a Salamanca el 12 de noviembre de 1543. La nueva princesa de Asturias es recibida en la ciudad universitaria con arcos de triunfo. Antes de llegar a Salamanca, donde se celebraría la boda, la comitiva se detuvo en Aldeanueva. Felipe se dirigió a ese lugar para encontrarse con su esposa. Según el relato, Felipe estaba oculto detrás de unas mantas colgadas en un corredor, por donde pasaría la princesa. Al pasar María Manuela, don Antonio de Rojas levantó las mantas, quedando Felipe al descubierto. Se dice que una dama portuguesa exclamó "o Deus que bello menino".
María Manuela participó en aquel juego cortés, escondiendo su rostro con un abanico. Alfonso de Sanabria escribió que la princesa se comportó con "hermosa disimulación":

El príncipe descubrió el rostro. La princesa cambió de color y redobló su belleza (Silleras-Fernández)

Los jóvenes se casaron el 14 de noviembre, con la bendición del arzobispo de Toledo. La princesa traía "una cota de raso carmesí bordada de oro y la tela de oro en raso blanco con una delantera de raso blanco altibajo bordada de oro, cofia de oro con muchas joyas, cordón rico y gorra aderezada con su fin amarillas de telilla justas de oro pardo". El príncipe vestía de blanco.


Princesa de Asturias: casa y matrimonio 
Después de las celebraciones por la boda, María Manuela y Felipe se retiraron a sus habitaciones para la consumación. Sin embargo, Juan de Zúñiga, ayo del príncipe, solo permite que permanezcan juntos unas pocas horas, en cumplimiento de las órdenes del emperador. La relación entre los príncipes parecía condenada al fracaso. Las restricciones en su vida íntima, además del hecho de que ambos contrajeron sarna y tuvieron que separarse, pudieron influir en el desapego de Felipe hacia su esposa. 

Después de los festejos, los príncipes visitaron Tordesillas, donde residía la reina Juana, abuela de ambos. En ese lugar vivió Catalina de Austria, donde pasó sus duros años de niñez.  

Tal como Juan de Zúñiga vigilaba al príncipe y se aseguraba de cumplir con los preceptos paternos, Margarita de Mendoza hacía lo mismo con la princesa e informaba a la reina Catalina. La madre se preocupa por la gordura de María, pues come carne cuatro veces al día. Le envía consejos para su vida matrimonial.

Procura enterarte de cuanto hacía la difunta madre de tu marido, de cómo vivía, de cuáles eran sus gustos y repugnancias, sus ideas y costumbres, para poder tú conducirte de análoga manera. No consientas que en tu presencia se mantengan conversaciones libertinas en tu cámara, a menos que tu esposo esté contigo; deben acompañarte por la noche varias damas de honor. Pon todos tus sentidos y energía en el propósito de no darle jamás una impresión de celos, porque ello significaría el final de vuestra paz y contento. Nunca trates de ganarte la confianza de tu esposo o la inclinación de tu suegro, el emperador, por mediación de tercera persona, sino única y exclusivamente por ti misma. Guarda con extrema fidelidad los secretos que tu marido tenga a bien confiarte (Enrique, 2012, p. 55)

Pronto surgen quejas sobre el trato de Felipe hacia su mujer. Incluso corre el rumor de que tiene una amante, Isabel de Osorio. Por otro lado, los castellanos se quejaban por el gran número de servidores portugueses en la casa de María Manuela. Los principales cargos estaban ocupados por personas próximas a los soberanos lusos, como Alexo de Meneses, mayordomo mayor, y Margarita de Mendoza, camarera mayor. Estas designaciones supusieron una dura pugna entre el emperador y los reyes portugueses, ya que Carlos había elegido para tales cargos a los marqueses de Lombay, Francisco de Borja y Leonor de Castro.
La noticia de su embarazo, en otoño de 1544, calmó el malestar de la corte. 

Muerte
El 8 de julio de 1545, en Valladolid, la princesa trajo al mundo a un hijo, nombrado Carlos, como su abuelo paterno. En una carta de Felipe a su padre, le hace saber que fue un parto laborioso.

La Princesa continuó su preñado con salud hasta que ayer á media noche plugo á Nuestro Señor alumbrarla con bien de un hijo, y aunque tuvo el parto trabajoso, porque duró cerca de dos días, ha quedado muy buena... (Colección de documentos, p. 468) 

El 12 de julio, cuatro días después de su parto, María Manuela falleció. La princesa fue sometida a un brutal tratamiento consistente en sangrías y baños fríos. Además de la infección puerperal, desarrolló una fuerte pulmonía. Fray Prudencio de Sandoval señala "Dixose que murió de mudarse la ropa sin tiempo, y otros de comer un limón, estando recién parida"Sepúlveda contó:

Se complicó por culpa de las comadronas, que, por ignorancia y necia condescendencia, le cambiaron la camisa y no la vendaron con la debida presión ni la administraron lo demás que la costumbre prescribe en estos casos; de donde, siguiéndose la fiebre, a los cuatro días murió... (Fernández, p.114)

En cuanto a la reacción de Felipe, escribe Francisco de los Cobos al emperador:

El príncipe está profundamente apenado, y esto prueba que la quería, aunque, juzgando, por algunas apariencias, algunos creyeron lo contrario. Decidió de irse esta misma noche al monasterio de Abrojo, donde había un buen alojamiento para él en la casa que se acababa de arreglar. Estaba tan triste que no permitió que nadie le viese (Molinié-Bertrand, p. 221).

Las exequias reales tuvieron lugar en la iglesia de San Pablo de Valladolid. Más tarde, el féretro fue trasladado a Granada. En 1574 fue llevado al Monasterio de El Escorial, donde descansa actualmente. María Manuela fue madre del tristemente famoso príncipe don Carlos. Aunque su hijo no vivió lo suficiente para suceder a Felipe II, la unión de Felipe y María Manuela constituye una etapa destacada en el camino de alianzas entre España y Portugal. 

Carlos de Austria

En 1580, tras la proclamación de Felipe como rey de Portugal, se logró la anhelada unificación de la península ibérica. El marqués de San Lucindo estaba convencido de que las cuatro esposas del monarca contemplaban desde el cielo ese gran momento: la última esposa, Ana de Austria, a quien llamó Sol de Austria; la tercera, Isabel de Valois, Luna de Francia; la segunda, María Tudor, Estrella de Inglaterra; y la primera, aquella que fue su esposa hace más de treinta años, María Manuela, de Portugal, Planeta de Lusitania.




Bibliografía:
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